Natividad de San Juan Bautista, Ciclo C

San Lucas 1, 57-60.80.
Dentro de nosotros puede haber un profeta o un embaucador

Autor: Padre César Tomás Tomás



Lectura del Santo Evangelio según San Lucas 1, 57-60.80.

A Isabel se le cumplió el tiempo del parto y dio a luz un hijo. Se enteraron sus vecinos y parientes de que el Señor le había hecho una gran misericordia, y la felicitaban.
A los ocho días fueron a circuncidar al niño, y lo llamaban Zacarías, como a su padre. La madre intervino diciendo: “¡No! Se va a llamar Juan”.
Le replicaron:
“Ninguno de tus parientes se llama así”.
Entonces preguntaban por señas al padre cómo quería que se llamase. Él pidió una tablilla y escribió: “Juan es su nombre”. Todos se quedaron extrañados.
Inmediatamente se le soltó la boca y la lengua, y empezó a hablar bendiciendo a Dios.
Los vecinos quedaron sobrecogidos, y corrió la noticia por toda la montaña de Judea. Y todos los que lo oían reflexionaban diciendo:
“¿Qué va a ser este niño?”.
Porque la mano del Señor estaba con él.
El niño iba creciendo, y su carácter se afianzaba; vivió en el desierto hasta que se presentó a Israel.


DENTRO DE NOSOTROS PUEDE HABER UN PROFETA O UN EMBAUCADOR

Mucha hoguera y mucha antorcha pero a San Juan Bautista lo decapitaron. Le cortaron la cabeza porque molestaba lo que decía. ‘Cantaba las cuarenta’, denunciaba, echaba en cara la injusticia, la manipulación y el pecado de quien ostentaba el poder. Y como al poder no le gustaba…su cabeza terminó en una bandeja de plata.

La mano del Señor estaba con Él y por eso no necesitaba nada más.

Desde muy pronto se retira al desierto, lugar de soledad y silencio, lejos del ajetreo y ruido de la ciudad, y, sin embargo, la gente acude a él para escucharle. No usa palabras bonitas para halagar los oídos de los que le siguen. Les pide conversión y transformación. A cada uno que le pregunta lo que debe hacer, Juan le contesta con la exigencia clara de lo que necesita, sin remilgos ni amortiguadores: el que tenga dos que comparta, al que maneja el dinero que no robe; al que ostenta el poder que no lo aproveche en beneficio propio, cortar con la corrupción, no extorsionar a nadie ni hacer denuncias falsas...

El secreto por el que la gente de toda categoría social acude a él en masa es su coherencia de vida. Lo que dice y lo que vive se identifican. Él respalda sus palabras con su vida. No es propagandista de sí mismo ni le importa el éxito personal. Es consciente que su tarea es anunciar a Jesucristo y su reinado en la tierra.

Juan vence la tentación que tenemos tantas veces de vanagloria y de petición de reconocimiento o de alabanzas al precio que sea. Ante la cosa más insignificante o importante que hacemos pedimos rápidamente el reconocimiento y, podemos llegar hasta el enfado si no lo obtenemos. Es la hoguera de las vanidades. Juan niega ser el Mesías, ante la aclamación popular, y manifiesta su verdadera humildad al reconocer que no es digno ni de desatar las sandalias del que viene detrás de él.

La mano del Señor estaba con él. La mano del Señor también está con nosotros (no como la Maradona o Mesi para meter goles tramposos). Hay muchas manos que nos quieren embaucar bajo el engaño de querer protegernos. La mano del poder demostrará que es defensa de todos cuando demuestre proteger a todos desde la justicia de verdad: contra el terrorismo y sus víctimas, a favor de la vida, potenciando la educación, fomentando la libertad, el derecho de los padres ante el ‘cole’, respetando los contenidos morales y religiosos que quieran para sus hijos...

La mano del Señor está con nosotros, y como Juan Bautista debemos señalar siempre al Señor, a Jesucristo, al que viene detrás. Creo que cuando tenemos esta actitud jamás nos consideraremos por encima de nadie y reconoceremos con humildad y alegría los valores de los otros superando envidias y rivalidades.

Muchas veces pienso que cada uno de nosotros llevamos dentro un profeta o un embaucador. La diferencia entre uno y otro está en el fin. El embaucador aspira a manipular para tener más poder, más dinero o más votos, para beneficiarse. Tiende a perpetuarse en el pedestal. Nos maneja para enriquecerse él.

El profeta, en cambio, da su tiempo y su vida; si tiene más seguidores tiene más trabajo y menos dinero porque comparte. Su dedo índice señala a Jesucristo (nunca a él mismo) como camino, verdad y vida de donde dimana la libertad, el amor verdadero y el sentido de la vida. Su palabra y sus obras van de la mano como una misma cosa.

Celebrar a San Juan Bautista, nuestro patrono de Albacete, es celebrar la coherencia y libertad interior (aunque muera en la cárcel) de un santo que no se doblegó ante ningún poder, ante ninguna amenaza ni ante la maquinación encubierta de los que querían su muerte porque su vida íntegra y austera eran denuncia incómoda para los poderosos.

Necesitamos profetas que nos despierten de todos los letargos con que la sociedad, muchos medios de comunicación, con redes camufladas y domesticadas, nos atrapan y adormecen.

Necesitamos profetas, nadadores a contracorriente, que nos enseñen a orientarnos frente a este río que nos lleva a ningún sitio para que nos hagan ver que nuestro destino es distinto, es grande, es sublime. Necesitamos profetas que nos hablen al corazón y nos conviertan y transformen. Vamos viendo también que los embaucadores son los que triunfan y que los profetas, desgraciadamente, siguen las huellas de Juan Bautista y son decapitados en la plaza pública de la difamación y de la mentira. San Juan Bautista… RUEGA POR NOSOTROS