Domingo de Ramos, Ciclo C

San Lucas 19, 28-40.
La palmas y ramos de hoy se tornan en lanzas el Viernes Santo

Autor: Padre César Tomás Tomás



Lectura del Santo Evangelio según San Lucas 19, 28-40.

En aquel tiempo, Jesús echó a andar delante, subiendo hacia Jerusalén. Al acercarse a Betfagé y Betania, junto al monte llamado de los Olivos, mandó a dos discípulos, diciéndoles:
“Id a la aldea de enfrente; al entrar, encontraréis un borrico atado, que nadie ha montado todavía. Desatadlo y traedlo. Y si alguien os pregunta: ‘¿Por qué lo desatáis?’, contestadle: ‘El Señor lo necesita’ ”.
Ellos fueron y lo encontraron como les había dicho.
Mientras desataban el borrico, los dueños les preguntaron:
“¿Por qué desatáis el borrico?”
Ellos contestaron:
“El Señor lo necesita”.
Se lo llevaron a Jesús, lo aparejaron con sus mantos y le ayudaron a montar.
Según iba avanzando, la gente alfombraba el camino con los mantos. Y, cuando se acercaba ya la bajada del monte de los Olivos, la masa de los discípulos, entusiasmados se pusieron a alabar a Dios a gritos, por todos los milagros que habían visto, diciendo:
“¡Bendito el que viene como rey, en nombre del Señor! Paz en el cielo y gloria en lo alto”.
Algunos fariseos de entre la gente le dijeron:
“Maestro, reprende a tus discípulos”.
Él replicó:
“Os digo que, si éstos callan, gritarán las piedras”.



LAS PALMAS Y RAMOS DE HOY SE TORNAN EN LANZAS EL VIERNES SANTO

Detrás de la borrica vamos todos nosotros en este Domingo de Ramos. Jesús va abriendo camino. La mayoría de nosotros comenzamos el recorrido de la vida detrás de Él por inercia, por mandato familiar.

Hoy son las palmas y los olivos: batimos al viento los ramos y nos apuntamos sin duda al carro del vencedor. La gente que se apunta en los momentos de triunfo no está probada todavía. La gente del Domingo de Ramos no se puede contar como definitiva para el Domingo de Resurrección sin haber pasado por el Jueves y Viernes Santos. A lo largo de la Semana Santa de la vida tendremos ocasión de demostrarlo.

De las palmas pasamos al Amor hecho Pan, Servicio y Donación. "He deseado enormemente comer esta comida pascua! con vosotros antes de padecer..." Amor entregado en Jueves Santo, amor que lava los pies cansados. Amor que convierte al mismo Señor en esclavo. Amor que nos marca un camino de entrega sin reservas de Dios hecho Pan, comida, alimento.

Estamos en el “Año de la Eucaristía” en nuestro Plan Pastoral Diocesano. Eucaristía que abarca a todo un Dios con nosotros en la Misa, en el Sagrario (al que nos hemos acostumbrado demasiado).

Amor que nos señala, que nos indica, que se arrodilla ante el hermano, ante el pobre, ante el inmigrante, ante cualquier necesitado.

El escalón definitivo y la forja que da el temple al hombre es el Viernes Santo. La cruz rasga el horizonte y un silencio denso parece que llena de muerte la tierra entera. Es la soledad y la pena hasta salir loco. Es el dolor retorciéndose en la cruz hasta el quebranto. Es la agonía de Dios; pero es mucho más la agonía de la tierra sin Dios, o con un Dios muerto en el regazo de una Madre. Es el caos, el sin sentido, el mundo vacío sin Él.

El Viernes Santo es el sufrimiento inmenso y las lágrimas calladas desbordando mejillas y dejando el toque de sal en los labios. Las pruebas que cada uno pasamos en nuestro Viernes Santo tienen ya perspectivas y solución en el Cristo entregándose en las manos del Padre. Ahí radica nuestra esperanza.

Cuántas personas conocemos que han aprendido de María a ESTAR EN PIE junto a la cruz, ante las pruebas. Han aprendido a mantenerse, como ella en fidelidad a pesar de todo, a pesar de su Dios muerto, de su Hijo humillado y destrozado... Ella permanecía. Allí estaba.

Por cierto: qué poca gente queda a estas alturas de todos aquellos que lo aclamaban en el Domingo de Ramos. Las aclamaciones y la bienvenida triunfal del Domingo se convierten en una voz condenatoria unánime: "¡Crucifícale!". Otros no gritan nada, pero llenos de miedo han desaparecido.

Después llegará la Vigilia Pascual, el Domingo de Resurrección. Las vendas, el sudario y el sepulcro vacío extenderán por toda la tierra y por todos los siglos el mensaje del Resucitado. No seguimos a un muerto. Jesucristo vive y la vida que nos comunica también es promesa de Resurrección.

Este es el eje central de nuestra Semana de Redención. El personaje principal es Jesucristo que nos da la vida. Pero hay otros personajes que entran y salen sigilosamente, se cruzan con Jesús, tienen un gesto, una actitud para Él y un mensaje para nosotros. Luego desaparecen; algunos de ellos sin dejamos siquiera su nombre: Una mujer nos deja la misericordia y la compasión con el que sufre, con una toalla en sus manos y un montón de cariño en su corazón. Un hombre que ha quedado para la historia como el Cirineo, tiene fuerza y ayuda a llevar la cruz. Hacen falta hombres de corazón fuerte y brazos firmes para ayudar a llevar cruces. El centurión es otro personaje que, desde la objetividad, proclama la verdad más grande que se dice en toda la Pasión: “Verdaderamente Éste es el Hijo de Dios”.

Nosotros formamos parte también de esta historia. Hoy es el momento de implicarnos de lleno. Empezamos aclamando a Jesucristo. Llegaremos hasta nuestro Domingo de Gloria, pero sin evitar ni el amor del Jueves, ni el dolor y la cruz del Viernes Santo. ¡BENDITO EL QUE VIENE!