XXV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C

San Lucas 16, 1-13

Cuando cambiamos de dueño

Autor: Padre César Tomás Tomás



Lectura del Santo Evangelio según San Lucas 16, 1-13

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
"Un hombre rico tenía un administrador, y le llegó la denuncia de que derrochaba sus bienes.
Entonces lo llamó y le dijo:
"¿Qué es eso que me cuentan de ti? Entrégame el balance de tu gestión, porque quedas despedido."
El administrador se puso a echar sus cálculos:
"¿Qué voy a hacer ahora que mi amo me quita el empleo? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa. "
Fue llamando uno a uno a los deudores de su amo y dijo al primero:
"¿Cuánto debes a mi amo?"
Éste respondió:
"Cien barriles de aceite."
Él le dijo:
"Aquí está tu recibo; aprisa, siéntate y escribe cincuenta."
Luego dijo a otro:
"Y tú, ¿cuánto debes?"
Él contestó:
"Cien fanegas de trigo."
Le dijo:
"Aquí está tu recibo, escribe ochenta."
Y el amo felicitó al administrador injusto, por la astucia con que había procedido. Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz.
Y yo os digo: ganaos amigos con el dinero injusto, para que, cuando os falte, os reciban en las moradas eternas. El que es de fiar en lo menudo también en lo importante es de fiar; el que no es honrado en lo menudo tampoco en lo importante es honrado.
Si no fuisteis de fiar en el injusto dinero, ¿quién os confiará lo que vale de veras? Si no fuisteis de fiar en lo ajeno, ¿lo vuestro, quién os lo dará?
Ningún siervo puede servir a dos amos, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero."



CUANDO CAMBIAMOS DE DUEÑO

En tiempos preelectorales llueven las promesas de dinero. Durante mucho tiempo han sido los mayores, la tercera edad, la elegida para cambiar promesas de dinero por votos. Ahora la oferta se dirige a los niños y a los jóvenes. Que se cumpla, después, todo lo que se promete antes, es otra historia; pero el dinero es lo único que hace escuchar y prestar atención a las campañas preelectorales.

No, no quiero entrar ahora políticas ni en comentar lo que me parece todo esto que se dice a última hora de las legislaturas (lo mismo los de un partido que los de otro…) cuando se ha tenido oportunidad durante mucho tiempo antes para cambiar lo que se veía mal.

Parto de este ejemplo, que está a la vista, porque creo que nos ayuda a entender el mensaje del Evangelio de hoy.

Jesús, después de hablar de la misericordia del Padre (el domingo pasado) nos muestra las resistencias que tenemos para acoger su palabra. A lo largo de todo el Evangelio resalta como inconvenientes principales la codicia, el ansia de dinero y el poder.

Habla hoy de un hombre rico que tenía un administrador infiel; el administrador, sagazmente, estafa al dueño engañando a todos los deudores para que le estén agradecidos a él. Termina el párrafo de hoy diciendo que no se puede servir a dos señores, que no se puede servir a Dios y al dinero.

La reflexión de hoy me lleva a mirar dentro de mí y analizar cual es la palanca que mueve mi mundo. Qué es lo que me hace sufrir, perder el sueño o correr aprisa. Cuando tengo que decidir entre dos opciones, qué es lo que me lleva a aceptar un trabajo o elegir el otro. También pienso en cómo realizo una tarea si no recibo dinero o paga a cambio… ¿Cuál es el punto de apoyo sobre el que bascula la fuerza de mi vida?

Dios es mi dueño, mi Señor y Él me ha llenado de cualidades concretas que yo puedo poner en marcha para ayudar a los demás, para vivir satisfecho, contento y hacer un mundo y un entorno más humano, mejor. Con muy poco puedo ser feliz. Mis necesidades serán nimias y mi conciencia estará clara.

Los buenos propósitos se pueden venir abajo cuando la música del dinero suena cerca, distrayendo la atención y haciendo otras ofertas diferentes que, incluso, pueden ir en sentido contrario. Puede empezar esta macabra historia con detalles pequeños (cada uno sabe…). La tentación se agranda porque con ella viene todo un capítulo de justificaciones y, más o menos, todas comienzan así: “No, si es que… me hace mucha falta porque…”. Lo que es cierto es que en bastantes ocasiones se cambian las intenciones y propósitos originales, caemos en la tentación y terminamos cambiando de dueño. Ya no es Dios, sino el dinero o el poder, el nuevo dueño de nuestra vida. Y pasamos de un Dueño cercano y respetuoso con nosotros, a un dueño tirano que nos embauca y oprime continuamente con falsas promesas de felicidad que nunca llegan porque nos encadena a la espiral de la insatisfacción eterna y vacía cuyo ritmo es tener y tener: trabajar o engañar para tener y tener para consumir. Una vez que se consume: vuelta de nuevo al vacío y el ciclo comienza otra vez… Este ciclo satánico (normalmente con apariencias suaves) devasta por donde pasa: corrompe corazones, destroza amigos, arruina (no en sentido pecuniario) familias, esclaviza a todos…

Cuando Dios deja de ser el dueño de nuestra vida o el centro de nuestra historia es porque otros amos se han apoderado de nosotros, siempre con falsas promesas pero llenando nuestras vidas de engaños, adicciones, vicios adicciones. Hace a las personas sagaces con la sagacidad y veneno de la serpiente del Génesis.

Lo que somos y tenemos no es nuestro. Dios, por pura bondad, nos ha hecho administradores suyos. Este gesto provoca en nosotros un canto de alabanza y agradecimiento a Él; gratitud que nos lleva al compromiso de fidelidad a lo que espera de nosotros con respecto a Él y disponibilidad y entrega a los demás.

La frase final del evangelio de hoy suena como un eco correctivo en mi vida: “No podéis servir a dos señores … No podéis servir a Dios y al dinero”. Me hace contestar: Tú, Señor eres mi Dueño. Gracias por la confianza que pones en mí.