La Sagrada Familia, Ciclo C

San Lucas 2, 41-52.

Cuando hablamos de familia nos referimos a...

Autor: Padre César Tomás Tomás



Lectura del Santo Evangelio según San Lucas 2, 41-52.

Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén por las fiestas de Pascua.
Cuando Jesús cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre y, cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres.
Estos, creyendo que estaba en la caravana, hicieron una jornada y se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén en su busca.
A los tres días, lo encontraron en el templo sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas; todos los que le oían quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba.
Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre:
“Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados”.
Él les contestó:
“¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la Casa de mi Padre?”
Pero ellos no comprendieron lo que quería decir.
Él bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad.
Su madre conservaba todo esto en su corazón.
Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres.



CUANDO HABLAMOS DE FAMILIA NOS REFERIMOS A...

Una cosa es engendrar, concebir, dar a luz un hijo o los que sean… y otra cosa es formar una familia, ser familia.

Si hemos tenido una verdadera familia, donde el padre y la madre han sido modelos de unidad, fe, cariño, trabajo y entrega con los hijos… todos nuestros recuerdos de infancia serán entrañables y cálidos.

Al recordar el pasado, si hemos vivido en ese ambiente, la palabra FAMILIA surgirá con recuerdos de nido caliente, de mesa camilla, de hogar, de testimonio, de compromiso sencillo y abnegado. Más que el dinero o la pobreza nuestro corazón guardará en su memoria imborrable detalles de ternura, conversaciones, lágrimas y fiestas. De cada foto del álbum de la abuela se podría escribir una historia de amor interminable.

En la familia verdadera tienen la misma cabida la corrección, el abrazo y la plegaria; ambas cosas sirven para madurar y educar cuando se hacen desde el cariño. La corrección seria es necesaria; el abrazo y la caricia son imprescindibles; la oración llena ambas cosas de esencia y de sentido.

La fe en Dios y en los demás, en esta familia, es como un fruto que cae por su peso o unas raíces que empujan desde el fondo de su mismas entrañas. Un padre rezando en familia, con el niño al acostarse, con el adolescente en momentos clave, con la madre en cualquier hora del día, o todos juntos… es la mejor catequesis que un hijo pueda tener.

La palabra amigo tiene etiqueta especial en la familia normal porque los amigos de los hijos, del padre o de la madre tienen cabida a cualquier hora. La familia educa en la apertura, es experta en cortar cordones umbilicales, enseña a quitar cerrojos de desconfianza. La familia de la que estamos hablando tiene facultades para hacer de los desconocidos, compañeros; de los compañeros amigos; y de todos, hermanos.

Desde esta fe que la familia nos transmite (y que cada uno, a su tiempo, debe asumir), nos sentimos incorporados y se abre un amplio camino de compromiso y de pertenencia a esa otra familia que es la Iglesia universal y la sociedad, la familia humana.

No es una utopía; esto es posible y real.

Cuando el mismo Dios quiere explicarnos como es la Trinidad nos pone el ejemplo de la familia y no se fija en el nivel económico, ni en la casa que tienen; simplemente resalta la relación de amor gratuito que se da entre todos los miembros, sin esperar nada a cambio. Cuando la Palabra de Dios nos habla de cómo es Dios se fija en la familia y dice que nuestro Padre Dios es PADRE-MADRE. Toma las connotaciones del padre y de la madre que se quieren formando un solo ser y este amor les hace creadores y dadores de vida.

Casarse, prepararse para la paternidad o maternidad, no es cuestión de una bendición temporal. El matrimonio y la familia es un don y una tarea que tenemos que agradecer y trabajar toda la vida.

Cada uno de los que leen este comentario puede seguir escribiendo acerca de lo que no es familia. Porque todos sabemos que la palabra FAMILIA chirría y desaparece en grupos de personas donde hay un dictador (padre, adolescente, o madre) y los demás temen. Padres (‘padres-padrones’) autoritarios o hijos insoportables que pretenden que todos obedezcan sus deseos; madres consentidoras o sometidas, etc.

Sabemos de sobra que dos personas que se unen sólo para satisfacer instintos o amores egoístas, centrados nada más que en ellos mismos, sin perspectivas de apertura ni de acoger vida… pues será otra cosa, pero no será familia. Es imposible que una persona marcadamente egoísta o solamente preocupada por el dinero, pueda ser una buena esposa o un buen padre.

Es imposible que una persona cómoda o con un carácter duro, inhumano pueda ejercer de padre bondadoso. Me cuentan algunos hijos, ya mayores, que su padre jamás les dio a los hijos ni un abrazo, ni una caricia, ni un beso. En cambio, ese mismo padre sólo daba órdenes, mandatos y castigos; de vez en cuando, también un ‘tortazo’. Como consecuencia en el corazón, en el alma de los hijos estas actitudes producen un inmenso vacío, una gran ausencia. Es como algo que falta para siempre.

Hay factores nuevos que cada familia debe aprender a enfocar para que sean constructivos y ayuden al crecimiento porque, si se dejan a su aire, son devastadores: televisión, internet, juegos mediáticos, móviles… son nuevos retos que a todos nos implican.

Pero volvamos a la búsqueda de la verdadera familia. La sagrada familia de Nazaret nos habla de vida sencilla, religiosidad expresada, preocupaciones compartidas, amor, autoridad de los padres, apertura a la sociedad donde vivimos. Bajo su tutela y protección nos encomendamos y ponemos a todas nuestras familias.