IV Domingo de Adviento, Ciclo C

San Lucas 1, 39-45.

Qué motivos me harían correr

Autor: Padre César Tomás Tomás



Lectura del Santo Evangelio según San Lucas 1, 39-45.

En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.

En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: “¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá”.



QUÉ MOTIVOS ME HARÍAN CORRER

Lo normal es ir andando. Si llegamos tarde al trabajo y nos pueden llamar la atención, aceleramos; pero hay pocas cosas que nos puedan hacer correr.

Corría la gente que le había tocado la lotería el día 22 de diciembre, para comunicarlo al resto de la familia, a los amigos y vecinos. Sales corriendo también cuando un familiar cercano y muy querido sufre un accidente grave. Los jóvenes corren muy aprisa y hacen kilómetros para presenciar y coger el mejor sitio en un concierto del cantante favorito o en el partido de fútbol importante.

Para ir aprisa, para correr necesitamos una motivación que sea muy fuerte. La Virgen María tenía esa motivación: iba a servir, a ayudar, a echar una mano. En el Evangelio de hoy encontramos a María que sale corriendo y cuesta arriba (a la montaña) porque le ha comunicado el Ángel que su prima Isabel va a dar a luz; y como Isabel es muy mayor, ella deduce que le puede echar una mano; y allá se lanza, sin miedo a lo incómodo del viaje, sin pensar en ella misma ni en su propio embarazo.

Que la ayuda al prójimo nos haga correr es motivo de bendición. Los listillos corren para pegar el ‘pelotazo’ económico; los ‘trepas’ corren para ganar puestos en el escalafón o en la estima de su jefe o superior, que, a largo o corto plazo se traduce en mejores puestos o en retribuciones mayores. Si tenemos la desgracia de pertenecer a estos grupos, si vemos a cualquier persona que nos pueda necesitar y no nos puede ofertar riqueza, halagos, poder, puestos mejores, satisfacciones personales, etc., haremos la vista gorda, y, en lugar de correr, ralentizaremos el paso o daremos un rodeo para evitarlo.

La Virgen, en el Evangelio de hoy nos anima a que se haga el milagro en nosotros: que cualquier necesitado de verdad nos haga correr en su ayuda, como Cristo se apresura siempre en nuestra ayuda.

Gracias a Dios convivimos con personas que nos dan ejemplo de entrega y se brindan para correr y hacer el bien. He visto estos días en nuestra parroquia a los preadolescentes y jóvenes correr para vaciar carros y bajar rápidamente las bolsas de comida para después ordenarlas en cajas, entregarlas y que sirvan de ayuda a mucha gente necesitada. Todos conocemos en nuestros ambientes verdaderos testigos del Evangelio que son capaces de correr, volar y hacer lo aparentemente imposible por ayudar a los demás. Quien ama de verdad a Dios corre aprisa cuando alguien le necesita.

A María nadie le dijo que fuera ni se le reclamó en ningún sitio; pero ella sabía que debía estar allí, ayudando.

Es curioso pero siempre que olemos beneficios o ganancias materiales corremos y no preguntamos si está bien o está mal…, si debo o no debo ir…, si es oportuno o no lo es… ; simplemente voy lo más rápido que puedo y ¡ya!, aunque algunas veces se roce el ridículo y la indiscreción. Sin embargo cuando se trata de ayudar: miramos si es el momento, el día, si nos recibirá, si le sentará mal… Total que terminamos sin prestar nuestra ayuda pero con una gran profusión de justificaciones.

En la Palabra de Dios de hoy vemos que hasta la ‘criatura’ de Isabel saltó en su vientre: ya estaba Juan Bautista preparándose para ayudar desde el seno de su madre. María recibe la profecía y el reconocimiento de Dios por medio de Isabel: “¡Bendita tú, bendito el fruto de tu vientre! … Dichosa tú porque has creído porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.

El evangelio de esta noche y el de mañana nos lo dirá de distintas maneras: pastores que acogen desinteresadamente y otros que le negaron sitio en la posada, vino a los suyos y los suyos no lo recibieron, pero a los que lo recibieron los llenó de gracia y de verdad.