XXXI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C

San Lucas 19, 1-10:

De la curiosidad a la conversión

Autor: Padre César Tomás Tomás

 

 

Lectura del Santo Evangelio según San Lucas 19, 1-10

En aquel tiempo, entró Jesús en Jericó y atravesaba la ciudad. Un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura. Corrió más adelante y se subió a una higuera, para verlo, porque tenía que pasar por allí. Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo:
«Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa.»
Él bajó en seguida y lo recibió muy contento.
Al ver esto, todos murmuraban, diciendo:
«Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador.»
Pero Zaqueo se puso en pie y dijo al Señor:
«Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más.»
Jesús le contestó:
«Hoy ha sido la salvación de esta casa; también éste es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido.»

DE LA CURIOSIDAD A LA CONVERSIÓN

Sin que sirva de norma ni precedente observamos algunas veces que la curiosidad es causa de salvación. No fue así en el caso de la mujer de Lot (que por curiosa se convirtió en estatua de sal). Pero fue buena curiosidad, por ejemplo, en el caso de Moisés que se acerca a la zarza ardiendo sin consumirse y allí se encuentra con el designio de Dios que le hace cambiar de vida y dirigir a su pueblo. En el relato del Evangelio de hoy, Zaqueo, por curiosidad, se sube a una higuera para ver quién era ese hombre, llamado Jesús, del que todos hablaban.

¡Bendito momento en el que a Zaqueo se le ocurrió subirse al árbol! Posiblemente pensó que iba a pasar desapercibido y nadie se daría cuenta que estaba allí arriba. Pero en un momento los ojos de Jesús y los suyos se encontraron y sin darle tiempo a la reacción escucho de labios del Señor la autoinvitación: “Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa”.

Ni lo dudó: “bajó en seguida, y lo recibió muy contento”.

‘En seguida’ quiere decir rápidamente, sin dudarlo. Así se lo pide Jesús y Zaqueo contesta con sus obras: bajó ‘en seguida’ ‘y lo recibió muy contento’.

De sobra sabe Jesús que alojarse en la casa de Zaqueo significaba compartir, acoger, acercarse, intimar… y que esta autoinvitación le traería críticas y murmuraciones al instante, como así fue. Algunos de los que se tenían por buenos no paraban de criticar: “ha entrado a hospedarse en casa de un pecador”.

¡Qué pena el tiempo que invertimos en destrozar, en hacer daño, en murmurar sobre la conducta de los otros! Con nuestras críticas nos perdemos la lección de la misericordia que el Señor nos brinda. Zaqueo se va a convertir en el modelo de que lo que parece imposible puede suceder: que un rico tenga cabida en el reino de los cielos.

En otro momento de la vida de Jesús, un joven rico, de los que se las deban de cumplir todo muy bien no quiso aceptar la invitación directa de Jesús. Sin embargo este rico llamado Zaqueo se convirtió.

A casa de Zaqueo no iba nadie porque tenía mala fama. Pero el Señor cuenta con él y sabe que en el corazón de todos los hombres está el deseo del bien y la búsqueda de la verdad que Él ha puesto. Este encuentro está produciendo en Zaqueo la conversión más profunda.

Lo impresionante de esta conversión es que el Señor no le tuvo que echar nada en cara. Tampoco este recaudador había escuchado la parábola del rico Epulón… Y sin embargo, el hecho de que Jesús quiera estar con él, en su casa, le abre todas las puertas: las de su hogar y las de su corazón; hasta las llaves de su dinero que era lo que más quería en el mundo. Su compromiso lo hace de forma pública. No es un deseo que se queda en el terreno de las intenciones.

Es un compromiso que verbaliza delante de todos: “Mira, Señor, la mitad de mis bienes se la doy a los pobres y si de alguno me he aprovechado le restituiré cuatro veces más”.

El Encuentro de Zaqueo con Jesús nos habla otra vez del Dios que perdona siempre. Por activa y por pasiva el evangelio nos muestra siempre el rostro de Dios cuya tarea es perdonar y amar siempre.

Aunque a lo largo de nuestra vida se nos endurezca el corazón y lo llenemos de basura, de dinero, de egoísmo, de cualquier apego que entorpezca el amor de Dios… antes o después sentiremos sus ojos sobre nosotros con la dulce invitación: ‘baja enseguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa’.

El resto ya depende de cada uno de nosotros. Seamos como seamos podemos contar de antemano con la misericordia y el amor del Señor. Aunque llegáramos a tener la mala reputación de Zaqueo, el Señor siempre se quiere invitar y alojarse en ‘nuestra casa’; espera de nosotros la respuesta rápida y positiva para poder pronunciar sobre nosotros esa bendición tan sublime: “hoy ha sido la salvación de esta casa… porque el Hijo del hombre ha venido a salvar y a buscar lo que estaba perdido”.