XVI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

San Mateo 13, 24-43: "Yo no soy trigo limpio"

Autor: Padre César Tomás Tomás

 

 

Lectura del Santo Evangelio según San Mateo 13, 24-43

En aquel tiempo, Jesús propuso otra parábola a la gente: "El reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero, mientras la gente dormía, su enemigo fue y sembró cizaña en medio del trigo y se marchó. Cuando empezaba a verdear y se formaba la espiga apareció también la cizaña. Entonces fueron los criados a decirle al amo: "Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde sale la cizaña?" Él les dijo: "Un enemigo lo ha hecho." Los criados le preguntaron: "¿Quieres que vayamos a arrancarla?" Pero él les respondió: "No, que, al arrancar la cizaña, podríais arrancar también el trigo. Dejadlos crecer juntos hasta la siega y, cuando llegue la siega, diré a los segadores: 'Arrancad primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo almacenadlo en mi granero.'"

Les propuso esta otra parábola: "El reino de los cielos se parece a un grano de mostaza que uno siembra en su huerta; aunque es la más pequeña de las semillas, cuando crece es más alta que las hortalizas; se hace un arbusto más alto que las hortalizas, y vienen los pájaros a anidar en sus ramas."

Les dijo otra parábola: "El reino de los cielos se parece a la levadura; una mujer la amasa con tres medidas de harina, y basta para que todo fermente."

Jesús expuso todo esto a la gente en parábolas y sin parábolas no les exponía nada. Así se cumplió el oráculo del profeta: "Abriré mi boca diciendo parábolas, anunciaré lo secreto desde la fundación del mundo." Luego dejó a la gente y se fue a casa. Los discípulos se le acercaron a decirle: "Acláranos la parábola de la cizaña en el campo." Él les contestó: "El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los ciudadanos del reino; la cizaña son los partidarios del Maligno; el enemigo que la siembra es el diablo; la cosecha es el fin del tiempo, y los segadores los ángeles. Lo mismo que se arranca la cizaña y se quema, así será al fin del tiempo: el Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y arrancarán de su reino a todos los corruptores y malvados y los arrojarán al horno encendido; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga."

'YO NO SOY TRIGO LIMPIO’

“Ese no es trigo limpio”, decimos tranquilamente, y nos quedamos tan anchos, como si hubiéramos descubierto el Mediterráneo.

Puede que esa persona no sea ‘trigo limpio’; pero antes hay otra verdad de la que yo tengo que partir: ‘yo no soy trigo limpio’. Y cuando descubra el alcance de esta afirmación estaré en condiciones de empezar a entender lo que Jesús nos aclara y nos exige en el evangelio de hoy para hablar del reino de los cielos y de la paciencia de Dios.

Tenemos a mano el juicio y la sentencia condenatoria sobre los demás. Descubrimos con una facilidad que estremece, la cizaña en el campo de los otros y sin embargo padecemos de miopía a la hora de discernir en nuestra vida toda la cizaña que ha ido brotando y hemos ido consintiendo; cuanto más la ignoramos, más crece y se extiende.

Es cierto que si miramos en nuestro mundo actual, casi nos llega a asustar la confusión entre el trigo y la cizaña. La mala hierba crece con más rapidez que el trigo. Parece que hay más sembradores de cizaña que de trigo. Llegamos a admirarnos de las ofertas de nuestra sociedad en cuestiones de ética, moral, vida, muerte... Es como si Nietszche (con la subversión de valores) entrara triunfante por las puertas de nuestras casas a lomos de las series de tv., de los anuncios, hasta de los mismos telediarios; entre las páginas de los periódicos y, como un monstruo que nos puede devorar, desde los escondrijos de Internet. Todo lo que antes era bueno, ahora es malo. Lo que era reprochable, ahora se ensalza. Triunfa y tiene carta blanca lo ofensivo, la grosero y de mal gusto. El hombre le ha quitado el puesto a Dios y es capaz de matar la vida no nacida y de sentenciar a muerte anticipada. Ya sabemos: cuando le quitamos el puesto a Dios… muchos rivalizan para ocupar su puesto. Vemos a nuestros niños, jóvenes y adultos bajo esta lluvia y bombardeo de ofertas que parece imposible que puedan salir ilesos ante tanta bazofia orquestada y dirigida.

Podríamos seguir esta lista de cosas reales negativas y aumentarla mucho más. Pero desde el mismo evangelio de hoy se nos dan otras claves positivas.

La primera es: mirada al futuro y paciencia: “Dejadlos crecer juntos hasta la siembra…”. La paciencia de Dios es infinita y me pide también esa paciencia, porque si tuviera que arrancar la cizaña, lo malo del mundo, tendría que empezar por arrancarme a mí.

También habla de “el fin del tiempo”: momento final de premio o de castigo, de encanto o desencanto. No me condena Él; yo solito voy eligiendo. Y esto lo noto en cada día que pasa en la consecuencia interior de cada acto: alegría inmensa de todo mi ser o deriva y vacío. Después de cada día en el ‘hondón del alma’ viene la calificación que mi conciencia otorga: suspenso o sobresaliente; paz y gozo verdadero o tristeza profunda.

Hay otras pistas más en el evangelio de hoy para guiarnos. Dentro de nosotros están todos esos males, toda esa cizaña como posibilidad de mal. Pero el Señor nos habla también de lo que somos y de lo que debemos ser. Junto a la parábola del trigo y la cizaña, está también las otras dos parábolas de la levadura y la mostaza.

Estamos llamados y cualificados para ser levadura (pequeña porción que hace fermentar el resto de la masa) en medio de nuestra sociedad. Dentro de nosotros Dios nos bendice con la posibilidad de poder transformar y fermentar el resto de la masa. La semilla de la mostaza es lo más pequeña de las simientes y siendo tan pequeña tiene dentro de sí la grandeza del desarrollo. Todo es cuestión de tiempo, de paciencia y de cuidado.

Podemos dedicarnos a lamentarnos del mal, de la cizaña del mundo (que es verdad), podemos juzgar y condenar lo negativo de todo lo que nos rodea pero creo que, sin perder la capacidad de crítica, comencemos dentro de nosotros, en nuestro propio corazón, en nuestro ambiente más cercano, en nuestra familia, comunidad o grupo… a ser lo que realmente quiere Dios que seamos: trigo limpio, levadura en la masa, semilla de mostaza que ofrezca sus ramas acogedoras a quien se acerque a nuestro lado.

El evangelio de hoy es una llamada a la vigilancia pero es, sobre todo, un toque de atención para sacar de nosotros mismos lo mejor, todas las posibilidades que Dios ha puesto en cada uno. Y como dice el Señor: “El que tenga oídos que oiga”.

César TOMÁS TOMÁS
Delegado Diocesano de
M.C.S