XXIX Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B

San Marcos 10, 35-45: "Los jefes de los pueblos los tiranizan... vosotros, nada de eso..."

Autor: Padre César Tomás Tomás

 

 

Lectura del Santo Evangelio según San Marcos 10, 35-45

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, y le dijeron:
“Maestro queremos que hagas lo que te vamos a pedir”.
Les preguntó:
“¿Qué queréis que haga por vosotros?”.
Contestaron:
“Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda”.
Jesús replicó:
“No sabéis lo que pedís, ¿sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber, o de bautizaros con el bautismo con que yo me voy a bautizar?”.
Contestaron:
“Lo somos”.
Jesús les dijo:
“El cáliz que yo voy a beber lo beberéis, y os bautizaréis con el bautismo con que yo me voy a bautizar, pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, está ya reservado”.
Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra Santiago y Juan.
Jesús, reuniéndolos, les dijo:
“Sabéis que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes les oprimen.
Vosotros, nada de eso: el que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el quiera ser primero, sea esclavo de todos.
Porque el hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos”.

“LOS JEFES DE LOS PUEBLOS LOS TIRANIZAN… VOSOTROS, NADA DE ESO…”

Un suspenso para todos: unos discípulos pidiendo puestos de honor, de preferencia; los otros molestos e indignados contra Santiago y Juan porque, al fin y al cabo, estos hermanos van a lo suyo. Jesús tiene que comenzar de nuevo a enseñarles. Tanto tiempo con ellos y parece que no han entendido.

Juan llegó a ser luego el modelo de seguimiento y el que no dejó a Jesús ni a sol ni a sombra. Estuvo en la cruz y en el lago; en el cenáculo y en el Huerto de los Olivos pero en estos momentos sufre la tentación del poder. Los dos hermanos piden puestos de privilegio.

El Señor se debió quedar con los ojos a cuadros. Sorprendido y desanimado por la manera que tienen sus discípulos de entender lo que les ha dicho hasta ahora y ellos mismos han visto con sus propios ojos. La enseñanza y el ejemplo de Jesús ha estado siempre del lado de los pobres, de los marginados. Se ha reflejado continuamente en la ayuda a los marginados como el buen samaritano, o la parábola del pobre Lázaro; en el consuelo a los pobres como actuó con la desconsolada viuda de Naím… Son ejemplos para que entiendan cómo deben vivir y dónde tienen que poner sus preferencias. Ejemplos clarísimos y, si en algo tienen duda, les ofrece que consulten las Bienaventuranzas que, desde entonces, debe ser el vademécum de todo seguidor de Jesús: pobres, limpios, misericordiosos, justos… Bueno; no pasa nada. Como buen pedagogo vuelve a empezar la explicación desde el principio. Con toda paciencia les vuelve a decir a los discípulos que cuenta con ellos de otra manera: en su Reino los que quieran ser importantes y jefes son los que sirven a los demás.

El retrato que hace Jesús de Nazaret de los jefes de los pueblos es tan atrevido que le causará persecución y pena de muerte en cruz.. Da por sentado que “los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen…”. Miramos el mapa de jefes de los pueblos y naciones y nos echamos a temblar. Una cosa es llamar y otra cosa es abrir la puerta. El tiempo de las promesas electorales es muy distinto al de la realidad posterior. La mentira, el cambio de valores (prometiendo lo contrario) y la manipulación son las armas de los tiranos y dictadores.

Debe ser muy fácil emborracharse de poder, porque observamos que a poco que mandemos (o que nos creamos que mandamos) nos entra la tentación de hacer las cosas a nuestra manera sin contar con nadie o incluso yendo en contra del sentir de todos. Esto le puede pasar al niño en su pandilla, al agente de pastoral, al joven o adolescente en su casa, al padre de familia, al responsable de una casa, de una parroquia, de un pueblo, de una ciudad o de un país entero. La historia nos habla de dictadores y tiranos, de opresores y de esclavitudes. Pocos países han escapado de tener su ración de dictadores en sus tronos. Da lo mismo que sean de un signo o de otro. Los hay de todos los colores y partidos. Empezaron con la bandera de la libertad y en poco tiempo se convierten en mentirosos y embaucadores que, con tal de conservar el poder, hacen verdaderos malabarismos de retórica; pactan con el mismísimo diablo (si es necesario) y van encumbrando a los que le siguen la corriente.

Si esto ocurre en lo civil (que llega ser desastre) mal está. A los que mandan los pondremos o los quitaremos con los votos (si no nos tapan los ojos y los oídos o nos engañan con los medios…). Pero el Señor está hablando a sus seguidores y a la manera de vivir en la comunidad cristiana: “Vosotros nada de eso: el que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos. Porque el Hijo del Hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos”. No tenemos otro camino que el que nos dice hoy el Señor: nos corresponde servir, ayudar, estar del lado de los más débiles en la gratuidad. El único sentido que tiene nuestra vida es el servicio y la ayuda a todos. A los que tenemos alguna responsabilidad (curas, agentes de pastoral, obispos, etc.) nos corresponde animar, alentar, repartir juego, ofrecer cuentas claras, distribuir llaves. La casa es de todos y entre todos la llevamos y la formamos, cada uno desde su carisma. Eso sí: nos toca ser ejemplo de servicio y de ayuda. Estas cosas desde el ambón son relativamente fáciles; de puertas a fuera, cuesta un poco más. Por nuestras obras nos conocerán… El Señor quiere que todos aprendamos la lección. Nada de ansia de poder o de ascensos. El que quiera ser el más grande… (ya sabemos lo que sigue).

César Tomás Tomás
Delegado Docesano de M.C.S.