Solemnidad de la Santísima Trinidad, Ciclo C

San Juan 16, 12-15. Fiesta de la Santísima Trinidad. Jornada Pro Orantibus

Autor: Mons. Ciriaco Benavente Mateos

 

 

Lectura del Santo Evangelio según San Juan 16, 12-15

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
“Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues lo que hable no será suyo: hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir.
Él me glorificará, porque recibirá de mí lo que os irá comunicando.
Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que tomará de lo mío y os lo anunciará”.

FIESTA DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD. JORNADA PRO ORANTIBUS

La vida está llena de misterios. ¿Dónde no los hay? Si nos topamos con el misterio cuando nos acercamos a las cosas creadas, cuánto más cuando pretendemos acceder a la infinitud de Dios. Quienes, como los místicos, más se han acercado a la luz incandescente de Dios, mayor asombro y encogimiento han experimentado ante el abismo del misterio divino. Así lo experimentó Juan de la Cruz "Cuanto más alto se sube / tanto menos se entendía, / que es la tenebrosa nube/ que a la noche esclarecía; / por eso, quien la sabía, / queda siempre no sabiendo,/ toda ciencia transcendiendo."

Partiendo de la afirmación de que no hay conciencia sin autoconciencia concluía Hegel que el verdadero espíritu es siempre trinitario. Tras una alta pirueta intelectual, concluía el filósofo que no hay dogma más racional que el de la Trinidad. El razonamiento puede resultar sugerente, pero deja el corazón frío.

Seguramente es más verdad que porque Dios es amor no es incomunicación ni soledad, es don, es darse. Así lo cantó también San Juan de la Cruz: "Tres personas y un amado/ entre todos tres había/ y un amor en todas ellas/ y un amante las hacía; / y el amante es el amado/ en que cada cual vivía;/ que el ser que los tres poseen/ cada cual le poseía/... porque un solo amor tres tienen/ que su esencia se decía;/ que el amor cuanto más uno/ tanto más amor hacía.."

El Dios que es amor ha tomado rostro visible en Jesús. El Apóstol Juan, el único de "los doce" que asistió a la tragedia del Gólgota y contempló hasta dónde llega la locura del amor de Dios, meditó largamente sobre el mismo: "Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único. Porque Dios no envió su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él."

Porque Dios es amor se ha hecho cercanía redentora en su Hijo; se nos ha comunicado como gracia y vida nueva en el Espíritu. El Dios Trino y Uno nos levanta, nos abraza, nos hace hijos en el Hijo, nos introduce en su misma comunión de vida. La historia de la salvación es la historia del misterio trinitario desplegándose. Por eso, una de nuestras oraciones más bellas es aquélla que reza: ¡Gloria al Padre, gloria al Hijo, gloria al Espíritu Santo! La Trinidad no es un dogma para ser creído, sino para ser vivido. Hemos sido asociados a la familia divina.

Y en esta fiesta de la Sma Trinidad celebramos en la Iglesia el Día Pro Orantibus, la Jornada dedicada a la vida contemplativa, a aquellos y aquellas que hacen de su existencia contemplación y alabanza al Dios Uno y Trino. Un día para orar por ellos y ellas, para expresarles nuestro reconocimiento, estima y gratitud por lo que representan y por el rico patrimonio espiritual con que enriquecen a nuestra Iglesia.

Una joven religiosa, contemplativa en un monasterio de Santa Clara, cuenta cómo "hace diecisiete años era una muchacha más de esas que apuran las horas de la noche de discoteca en discoteca, sin inquietud religiosa, sin sentido de Dios y sin que por ello se viera perturbada en su intimidad". Diecisiete años más tarde, tras la experiencia de un encuentro con Jesús, de ir tras Él, de contemplarlo en la oración, “se siente hermana de todos los hombres y mujeres de este mundo, capaz de darlo todo, de darse entera..., de descubrir el rostro de Jesús en lo más simple y cotidiano de la vida, ahondando en ello, reconociendo a Dios incluso en la rutina, en la monotonía de todos los días, en el rostro de las Hermanas, en el trabajo en el obrador, en el estudio, en la cruz de las limitaciones".

El lema de este año es: “Un silencio elocuente. Los contemplativos, lenguaje de Dios”. El silencio y la soledad del claustro están henchidos de una presencia sin igual. Haciéndose eco permanente de la Palabra escuchada en el silencio e icono vivo de la presencia contemplada en la soledad, los contemplativos glorifican a la Trinidad a la vez que su vida se torna bendición para sus hermanos los hombres.

Hay instituciones eclesiales que han surgido para sanar los cuerpos; otras, para sanar la inteligencia mediante la enseñanza, o para promover la justicia y la solidaridad. Lo específico de la vida contemplativa es la alabanza filial y la intercesión ante el Padre prolongando así el latido esponsal del corazón de la Iglesia esposa. Tal tarea no es exclusiva de los contemplativos, sino de todos, pero ellos y ellas lo asumen como quehacer propio, garantizando así su cumplimiento.

Cuando el hombre es consciente de que la Vida le es dada, su existencia no puede por menos que devolverse en gratitud y reconocimiento amoroso a Dios. Ese es otro de los servicios admirables que, en nombre de todos los que nos afanamos en la actividad, también de los afónicos y olvidadizos, prestan nuestros monasterios de vida contemplativa. Así, con su vida de alabanza, de adoración, de súplica o de intercesión transforman al mundo silenciosamente. Haciéndose ofrenda a Dios Padre, unidas a la infinita acción de gracias del Hijo, en el amor del Espíritu Santo, sirven al Reino de Dios y colaboran en la obra de la Redención.

Nuestros monasterios, donde las hermanas se ganan el pan de cada día trabajando con sus manos, como los pobres, no son piezas de museo para dar lustre a nuestras ciudades. La espadaña del monasterio, el tañido de su campana al amanecer o cuando el día declina, nos recuerdan que ahí existe un laboratorio de oxígeno espiritual para que podamos respirar mejor quienes nos movemos en un mundo tan enrarecido.

Los hombres de hoy tenemos productos, pero nos falta alma. Saciados de bienestar y consumismo buscamos, a veces sin saberlo, lo que pueda llenar nuestro sediento corazón de paz, de felicidad, de trascendencia, de sentido. Eso nos ofrecen los monasterios.

Demos gracias Dios por los seis monasterios de vida contemplativa de nuestra Diócesis. Pidamos al Señor que surjan vocaciones que sean, de día y de noche, como los prolongan la oración de Jesús en el monte (VC.32). Respondamos a su solicitud por nosotros con nuestra ayuda, nuestro amor y nuestra oración agradecida.