XXX Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B

San Marcos 10, 46-52. El ciego de Jericó

Autor: Mons. Ciriaco Benavente Mateos

 

 

Lectura del Santo Evangelio según San San Marcos 10, 46-52

En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó con sus discípulos y bastante gente, el ciego Bartimeo, el hijo de Timeo, estaba sentado al borde del camino, pidiendo limosna.  Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar: "Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí."
Muchos lo regañaban para que se callara.
Pero él gritaba más:
"Hijo de David, ten compasión de mí."
Jesús se detuvo y dijo:
"Llamadlo."
Llamaron al ciego, diciéndole:
"Ánimo, levántate, que te llama."
Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús. Jesús le dijo:
"¿Qué quieres que haga por ti?"
El ciego le contestó:
"Maestro, que pueda ver."
Jesús le dijo:
"Anda, tu fe te ha curado."
Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino.

EL CIEGO DE JERICÓ

Jericó es una de las ciudades más famosa del mundo. Próxima al mar Muerto, en un oasis de frondosas palmeras que hacen de contrapunto a un paisaje desolado, está situada en la depresión del Jordán, a 250 metros bajo el nivel del mar. Es también, según los arqueólogos, la ciudad más antigua del mundo, con restos de murallas que datan de 7000 años antes de Cristo. Abrahán estaría mucho más próximo a nosotros que los habitantes de aquella vieja ciudad. Desde el punto de vista bíblico, Jericó se alza, nada más franquear el Jordán, como puerta de entrada a la Tierra Prometida, en el inicio de la subida a Jerusalén. Dicen que en hebreo significa "villa de la luna", seguramente en recuerdo de algún viejo culto a la diosa de la noche. En Jericó va a realizar Jesús uno de sus últimos signos: vencer la oscuridad dando la vista a un pobre ciego que pedía al borde del camino.

La lectura de los evangelios de los últimos domingos nos ha descubierto la ceguera de los discípulos, su incomprensión ante los anuncios de la próxima pasión y muerte de Jesús.

"Un ciego, Bartimeo, hijo de Timeo, estaba sentado al borde del camino pidiendo limosna". En los países pobres de Oriente abundaban los ciegos. En la simbólica bíblica, los ciegos, con la vista perdida y sus manos tendidas, son el icono de la pobreza, del hombre dejado a sus solas fuerzas. Y, sin embargo, será éste, paradójicamente, quien se va a convertir en modelo para los discípulos y para todos los que "creemos ver. Probablemente, Marcos recuerda su nombre porque formaba parte de las primeras comunidades cuando éste escribía su evangelio.

La ceguera habría hecho seguramente que desarrollara el sentido del oído y que hubiera oído hablar de Jesús y de las cosas que había hecho. Ahora le llega el rumor y el griterío de la gente: "Conociendo que era Jesús el que pasaba, se puso a gritar: "Jesús, hijo de David, ten compasión de mí".

En el fondo de su corazón se ha despertado una esperanza: Su oración se hace grito:"Ten compasión de mí". Entre el griterío de las multitudes, su grito sigue resonando en quienes son víctimas de cualquier desgracia o marginación.

"Jesús se para y dice: Llamadle". Un detalle aparentemente sin importancia, pero que vale la pena reparar en su significado. Jesús le hace llegar su llamada a través de los discípulos, como hoy lo quiere hacer a través de su Iglesia, de nosotros los que le seguimos. ¿Estamos atentos a los gritos que se alzan a nuestro alrededor? ¿Hacemos que llegue a otros la llamada de Jesús? Es misión de la Iglesia escuchar los gritos del mundo, seguir llamando en nombre de de Jesús: "Ten confianza, el Maestro te llama".

"El ciego soltó su manto, dio un salto y se acercó a Jesús". Y Jesús: ¿qué quieres que haga por ti?- ¡Señor, que vea!".

La mayor parte de los pasajes del Evangelio se pueden leer en clave bautismal. Cuando Marcos escribía su Evangelio los nuevos bautizados se despojaban de su manto para revestirse del de bautizados. Al bautismo se le llamaba "iluminación". Era el sacramento de la apertura de los ojos, el paso de las tinieblas a la luz. La consecuencia del bautismo era el seguimiento de Jesús, lo que hace el ciego Bartimeo: "se puso a seguir a Jesús ".

"No hay peor ciego que el que no quiere ver" dice uno de nuestros refranes. ¿Queremos nosotros ver?