Solemnidad de la Santísima Trinidad

Jn. 3, 16 -18

Autor: Padre Diego Millan García

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En aquel tiempo dijo Jesús:

«Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único, para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.

El que cree en él, no será condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el Hijo único de Dios».


CUENTO: EL ELEFANTE

Un príncipe oriental, para dar una lección a sus súbditos sobre la búsqueda de Dios, hizo reunir un día a muchos ciegos. Después ordenó que se les mostrase el mayor de los elefantes sin decirles qué animal tenían delante. Cada ciego se acercó al elefante y le tocaron en diversas partes del cuerpo. Al final el príncipe preguntó qué había palpado cada uno.

El que había tocado las piernas dijo que era un tronco arrugado de un árbol. El que había tocado la trompa, una gruesa rama nudosa. El que había tocado la cola, una serpiente desconocida. Un muro, dijo el que había tocado el vientre. Una pequeña colina, el que había tocado el lomo.

Como no se ponían de acuerdo entre ellos, comenzaron a discutir. El príncipe interrumpió la discusión:

- Esta pequeña muestra os hace ver cómo de las grandes cosas conocemos muy poco, y de Dios casi nada, porque es un Misterio tan grande y tan profundo que nunca podremos abarcarlo todo.


ENSEÑANZA PARA LA VIDA:

Tras la fiesta de Pentecostés, este domingo celebramos conjuntamente a los autores de esta Historia de Salvación que hemos ido celebrando a lo largo del año litúrgico: El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, la Santísima Trinidad. Algo revolucionario y nuevo en la historia de las religiones, puesto que ninguna se había atrevido a tanto. O sea, un Dios que es tres, sin dejar de ser uno. Porque hay religiones politeístas, monoteístas, monistas, pero eso de que se pueda ser monoteísta, creencia en sólo y único Dios, y a la vez casi se roce el politeísmo con eso de que son tres personas, no era tan fácil de asimilar. Sólo esto ha hecho correr ríos de tinta en la historia de la Iglesia y en las diferentes disputas teológicas que han hecho que esos ríos se hayan convertido muchas veces en disputas de sangre.

Y es que se nos olvidaba lo más importante: que la Trinidad no es ni un problema teológico ni un problema matemático, sino un Misterio de fe, es decir, algo que nos desborda racionalmente y que sólo se comprende desde la fe, que no podemos abarcarlo en su totalidad, como nos dice el hermoso cuento de hoy. Un Misterio revelado por Cristo como Buena Noticia: la de que Dios en lo más profundo de su Ser es comunidad, es trinidad, es hogar, es familia de amor, de donación, de entrega.

Y qué consecuencias tan grandes saber que los seres humanos somos imagen de ese Dios Trinidad, no sólo de un Dios Creador e Inteligente. Es decir, que en lo más profundo de su ser, también los seres humanos estamos habitados por el Amor y llamados al Amor. O sea, que sólo nos realizamos en plenitud cuando vivimos el misterio de este amor. Es más: que la humanidad está llamada a vivir este amor divino, y que esto tiene importantes consecuencias: la solidaridad, la fraternidad, la igualdad en la diferencia, la comunión, la paz, la confianza. Qué fantástico sería el mundo si fuera reflejo de la Trinidad. Especialmente en estos tiempos de tensiones, tiempos de convivencia multi-cultural y pluri-religiosa. Qué fácil tendencia a querer igualar a todos, a asimilar a todos, sin tener respeto por las diferencias como legítimas.

La Trinidad nos enseña que es posible la diferencia (Padre, Hijo y Espíritu Santo) y la comunión (Un solo Dios). Para qué tantas disquisiciones teológicas si es algo tan sencillo: que Dios es Amor, que el ser humano está llamado a vivir ese Amor y que la familia, la Iglesia y la sociedad, si quieren ser reflejo de esa Trinidad, debe vivir en el Amor. Tremendo compromiso al que estamos llamados hoy los que nos llamamos cristianos: ser reflejos del Amor trinitario de Dios, trabajar por la dignidad de todo ser humano, ser impulsores y promotores de solidaridad y constructores de un mundo más justo y fraterno.

Dejémonos de intentar comprender racionalmente a Dios. Dios es siempre más. Para comprender a Dios hay que sumergirse experiencialmente, no intentando abarcarlo a Él, sino dejándonos moldear y configurar por su Amor. Durante siglos la Iglesia ya intentado explicar a Dios, muchas veces opacándolo con sus rígidas estructuras que en nada reflejaban la esencia del Dios Trinitario. Una Iglesia trinitaria debe ser ante todo una Iglesia comunitaria y de comunión, donde la Jerarquía no monopolice ni asfixie toda la riqueza que el Dios-Amor de Jesucristo suscita en todos los cristianos y más allá de ellos.

DESEO QUE VIVÁIS UNA SEMANA-REFLEJO DE ESTA VERDAD FUNDAMENTAL DE NUESTRA FE: LA SANTÍSIMA TRINIDAD. Y QUE ESO SE MANIFIESTE EN NUESTRA AMABILIDAD, ALEGRÍA, GENEROSIDAD, SOLIDARIDAD, EN LOS MÚLTIPLES DETALLES DE AMOR CON NUESTROS PRÓJIMOS CERCANOS Y LEJANOS, EN ESPECIAL AQUELLOS QUE MÁS NECESITADOS ESTÉN DE NUESTRO ATENCIÓN Y CARIÑO. ¡FELIZ Y TRINITARIA SEMANA A TODOS!.