IX Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Mt. 7, 21 -27

Autor: Padre Diego Millan García

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En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -«No todo el que me dice "Señor, Señor" entrará en el reino de los cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre que está en el cielo. Aquel día, muchos dirán: "Señor, Señor, ¿no hemos profetizado en tu nombre, y en tu nombre echado demonios, y no hemos hecho en tu nombre muchos milagros?" Yo entonces les declararé: "Nunca os he conocido. Alejaos de mí, malvados. El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca. El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la casa, y se hundió totalmente.»

 

CUENTO: CRISTO ES LA ROCA QUE NUNCA FALLA

Cuentan que un muy buen hombre vivía en el campo, pero tenía graves problemas físicos. Un día se le apareció Jesús y le dijo: “Necesito que vayas hacia aquella gran roca de la montaña y te pido que la empujes día y noche durante un año”. El hombre quedó perplejo cuando escuchó estas palabras, pero obedeció y se dirigió a hacia la enorme roca de varias toneladas que Jesús le mostró. Empezó a empujarla con todas sus fuerzas, día tras día, pero no conseguía moverla ni un milímetro. A las pocas semanas llegó el demonio y le puso pensamientos en su mente: “ ¿Por qué sigues obedeciendo a Jesús. Yo no seguiría a alguien que me haga trabajar tanto y sin sentido. Debes alejarte, ya que es absurdo que sigas empujando esa roca que nunca vas a lograr mover”. El hombre trataba de pedirle a Jesús que le ayudara para no dudar de su voluntad, y aunque no entendía, se mantuvo en pie con su decisión de empujar. Con los meses, desde que se salía el sol hasta que se ocultaba, aquel hombre empujaba la enorme roca sin poder moverla. Mientras tanto, su cuerpo se fortalecía, sus brazos y piernas se hicieron cada vez más fuertes con el esfuerzo de todos los días. Cuando se cumplió el tiempo, el hombre elevó una oración a Jesús y le dijo: “Ya he hecho lo que me pediste, pero he fracasado, no pude mover la piedra ni un sólo centímetro”. Y se sentó a llorar amargamente, pensando en su muy evidente fracaso. Jesús apareció en ese momento y le dijo: “¿Por qué lloras?. ¿Acaso no te pedí que empujaras la roca?. No has fracasado. Yo nunca te pedí que la movieras, sino que la empujaras. En cambio mírate: tu problema físico ha desaparecido”.

ENSEÑANZA PARA LA VIDA:

Terminadas todas las grandes fiestas de nuestra fe cristiana, volvemos al tiempo ordinario. Y lo hacemos con un evangelio que nos puede resultar chocante y duro por la imagen tan exigente que se muestra Cristo en él. No hay componendas en la opción cristiana. No se puede vivir la fe de palabra, por muy santas que sean esas palabras y honestas las intenciones. Ser cristiano no es vivir de cualquier manera: es vivir y actuar haciendo la voluntad de Dios, que no es otra cosa que vivir según el Evangelio de Cristo. No se puede separar fe y vida, oración y acción, espiritualidad y amor. No se puede pronunciar y proclamar el nombre de Dios en vano. No puede estar nuestra fe y nuestra vida al vaivén de los vientos acomodaticios de nuestros propios intereses y comodidades. El cimiento de nuestra vida cristiana no puede ser otro que Cristo. Quien ha hecho experiencia profunda y personal de Cristo sabe muy bien que Él es la Roca que nunca falla y que sobre su Amor no hay nada que temer.
Vivimos tiempos en que soplan vientos y tormentas que hacen tambalear la fe de muchos cristianos. Seguramente su fe no estaba muy bien afirmada ni personalizada ni formada ni vivida. Hoy no se puede tener la fe del carbonero ni la fe de la Primera Comunión. Esa fe no tiene sólidos cimientos, está edificada sobre arenas movedizas que no tienen arraigo ni buenos sustentos para soportar los envites de una sociedad cuyos valores van en sentido contrario a los del Evangelio. Hoy más que nunca, quienes queremos seguir a Cristo, tenemos que apuntalar bien el edificio de nuestras creencias y valores. Y estos cimientos no son otros que Cristo, la Iglesia, la Eucaristía, la Palabra de Dios, la oración, el compromiso por los pobres, una vida que transparente el Rostro misericordioso,, alegre y cercano del Dios que se nos reveló en Cristo.
Vivimos tiempos de prueba y podemos tener la tentación de que parece que Cristo nos ha abandonado a nuestra propia suerte. Nos cuesta vivir una fe a la intemperie. Teníamos una fe demasiado cómoda y apoyada en soportes sociológicos y de poder. Tenemos que pasar a la fe desnuda de la confianza en el Señor. Como nos recuerda el cuento de esta semana, dejemos que Cristo nos moldee y nos fortalezca, que nos haga apoyarnos solamente en Él y no en nuestras orgullosas conquistas o en la estadística de nuestros números.
No soy pesimista. Al contrario, creo que es tiempo de la esperanza. Cuando la Iglesia ha sido más auténtica es cuando se apoyó en Cristo, cuando fue perseguida, cuando fue minoritaria. con un evangelio lleno de simbolismos que a mí particularmente me gusta mucho. Sin duda, Dios está poniendo a prueba nuestra fe y comprobando hasta dónde nuestra casa, nuestra vida está apoyada en Él. De todo eso saldrá un cristianismo purificado, más auténtico, una Iglesia más humilde, un vida de fe basada en la experiencia y no en las ideas, una vida cristiana más luminosa y más cercana a los humildes y a los pobres, más libre para poder ser voz crítica ante los poderosos de este mundo, más profética, más sal y luz de la tierra.

¡QUE NUESTRA VIDA SE APOYE EN CRISTO Y QUE CONFIEMOS QUE ÉL NUNCA NOS ABANDONA! ¡FELIZ Y BIEN CIMENTADA SEMANA SOBRE LA ORACIÓN, LA FE Y EL AMOR AL PRÓJIMO NECESITADO!.