IV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B

Mc. 1, 21-28

Autor: Padre Diego Millan García

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Evangelio:   

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos entraron en Cafarnaún, y cuando el sábado siguiente fue a la Sinagoga a enseñar, se quedaron asombrados de su enseñanza, porque no enseñaba como los letrados, sino con autoridad. Estaba precisamente en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo, y se puso a gritar:
-- ¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quien eres: el Santo de Dios.
Jesús le increpó:
-- Cállate y sal de él.
El espíritu inmundo lo retorció y, dando un grito muy fuerte, salió. Todos se preguntaron estupefactos:
-- ¿Qué es esto? Este enseñar con autoridad es nuevo. Hasta los espíritus inmundos les manda y le obedecen.
Su fama se extendió enseguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea.

CUENTO: LA HUMILDAD NO QUITA AUTORIDAD

Una vez, un rey y sus cortesanos estaban disfrutando de una cacería en invierno, pero al caer la noche se dieron cuenta de que estaban demasiado lejos de un lugar apropiado para pernoctar. Mientras crecía la oscuridad, tan sólo encontraron la cabaña de un labriego.
- Veamos si podemos pasar ahí la noche – sugirió el rey. La verdad es que hace mucho frío.
- No podéis pasar la noche en la choza de un mísero labriego, mi señor – protestó su visir. Vuestra dignidad está muy por encima de eso. Dejad que armemos las tiendas, encendamos unas hogueras y ¡salgamos lo mejor posible de esta situación!.
En el interior de la cabaña, el labriego lo había oído todo, Rápidamente salió y besó la tierra ante el rey.
- Estoy seguro de que la dignidad de vuestra majestad no sufrirá desdoro alguno si pernoctáis en mi cabaña – dijo. Sospecho que a vuestro visir lo que más le preocupa es que vuestra presencia confiera más distinción a mi honor de campesino.
El rey se rió con la respuesta, y desmotando, aceptó la invitación del campesino. Cenó y durmió en su choza, y al día siguiente le entregó ropas hermosas y otros regalos.
Cuando el rey montó en su corcel y reanudó su viaje, el labriego se agarró al estribo y dio unos cuantos pasos a su lado.
- Ya veis, mi señor – exclamó -. Nada de vuestra gloria y poder se ha perdido. Mas vuestra visita ha hecho que me sienta como si el mismísimo sol hubiese acariciado mi sombrero.

ENSEÑANZA PARA LA VIDA:

Se dice por todas partes que, sobre todo en el mundo de la familia y de la educación hay una falta de autoridad. Incluso que a nivel social y político han desaparecido las personas con autoridad moral, intelectual, espiritual.. En mi trabajo cotidiano con alumnos veo esta realidad que traen muchos niños y jóvenes de sus propios hogares. No hay límites. Y con ello aparece el sentimiento de que todo vale, de que nada se puede prohibir, de que todo está permitido.
No sé si en tiempos de Jesús existía esa crisis de autoridad para parece que al menos había un cierto desprestigio de algunas autoridades. Me impresiona el evangelio de hoy, en el que se afirma con qué autoridad hablaba Jesús, en contraste con la forma de hablar o de actuar de ciertas autoridades religiosas de su época, quizá maestros parlanchines que no convencían, más que pos sus palabras, por sus hechos. La autoridad de Jesús se basaba sin duda, no en la floritura de sus palabras o en el autoritarismo del que se impone, sino en la convicción de sus hechos, en el reflejo de sus palabras, en su vida. La palabra de Jesús es palabra sanadora, salvadora, acogedora, cercana, humanizadota. No es palabra impositiva. No es autoritarismo. El autoritarismo vence, la verdadera autoridad convence. Los grandes líderes morales de la humanidad siguen siendo autoridad para todas las generaciones porque han rubricado la palabra con su vida, e incluso con su sangre. Recordamos el día 30 pasado a Gandhi en el aniversario de su muerte. Ahí están también Maximiliano Kolbe, Juan XXIII, monseñor Romero, Martin Luther King, el hermano Roger de Taizé, el papa Juan Pablo II, la Madre Teresa de Calcuta y un largo etcétera de nombres ejemplares que se han erigido en luces de la humanidad. Y quizá sea eso lo que más se echa en falta hoy: hombres y mujeres que sean autoridad moral para la humanidad actual, necesitada de valores que la guíen y la orienten, pero valores personificados, encarnados, vividos con autenticidad. Hoy el mundo no cree en los grandes discursos políticos y religiosos que estén vacíos de vida. Cree en el testimonio. No busca maestros de la verdad, sino testigos del amor. Los cristianos estamos llamados como Jesús a ejercer nuestra autoridad moral en base a nuestros actos. Cuando las personas son auténticas y coherentes convencen, se hacen autoridad espontánea para la humanidad en general y para la humanidad particular de niños y jóvenes. Y es que la autoridad verdadera la da el amor, pero un amor auténtico y coherente, que quizá falta hoy en muchos padres permisivos que, con tal de no enfrentarse a sus hijos, les dan todo para que no les molesten. Y, claro, así no se puede pedir después autoridad. La autoridad actúa desde el amor, no deja ser humilde como nos recuerda el cuento de hoy, pero es también exigente. Y es ante todo coherente. No dejamos de tener autoridad por ser cercanos y ponerlos a la altura de los demás. La autoridad no consiste en estar arriba y por encima, creyéndonos superiores a los demás e infalibles en nuestros discursos. Jesús tenía esa autoridad de quien se acerca y convence por la calidad, no de sus palabras, sino de sus gestos de amor. Menos palabras, más hechos; menos ley, más amor. ¡FELIZ, COHERENTE Y CONVINCENTE SEMANA A TODOS!