XII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
San Marcos 4, 35-40:

Autor: Padre Diego Millan García

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Evangelio:   

Un día, al atardecer, Jesús dijo a sus discípulos: “Vamos a la otra orilla del lago”. Entonces los discípulos despidieron a la gente y condujeron a Jesús en la misma barca en que estaba. Iban además otras barcas. De pronto se desató un fuerte viento y las olas se estrellaban contra la barca y la iban llenando de agua. Jesús dormía en la popa, reclinado sobre un cojín. Lo despertaron y le dijeron: “Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?” Él se despertó, reprendió al viento y dijo al mar: “¡Cállate, enmudece!” Entonces el viento cesó y sobrevino una gran calma. Jesús les dijo: “¿Por qué tenían tanto miedo? ¿Aún no tienen fe?” Todos se quedaron espantados y se decían unos a otros: “¿Quién es éste, a quien hasta el viento y el mar obedecen?”.


CUENTO: SOLTAR LAS AMARRAS…Y CONFIAR.

Una tarde dos turistas que habían acampado a la orilla de un lago decidieron atravesarlo en barca para irse a tomar unas copas al bar de la otra orilla. Allí se quedaron hasta bien entrada la noche. Salieron del bar un poco afectados por lo que habían bebido, pero al fin lograron llegar a la barca para volver a su destino. Empezaron a remar con fuerza. Sudaban y resoplaban por el esfuerzo y el empeño que ponían. Habían pasado así más de dos horas cuando uno le dijo al otro:
- ¿No crees que en tanto tiempo deberíamos haber llegado ya a la otra orilla?
- Eso mismo digo yo -, contestó el otro. – Pero tal vez no hemos remado con la energía suficiente.
Multiplicaron entonces los esfuerzos y remaron decididamente durante una hora más. Sólo que, al salir el sol, contemplaron sorprendidos que seguían estando en el mismo lugar. Se habían olvidado de desatar la gruesa cuerda que sujetaba su barca al muelle de los barcos.


ENSEÑANZA PARA LA VIDA:

Tuve la maravillosa oportunidad este año de realizar la travesía en barca por el lago de Tiberíades, donde rememoramos la escena que se nos narra en el Evangelio de hoy. Hacía un día bastante tranquilo, pero al adentrarnos en ese inmenso lago que parece un mar, las corrientes de aire comenzaron a levantar pequeñas pero traviesas olas que golpeaban sobre la barca. Sentí, si no miedo, sí cierto respeto al agua. Y pensé que si esto era así en días de calma, cómo serían los días de tormenta o tempestad de la que nos habla el relato evangélico. Me imaginaba a Jesús durmiendo plácidamente, mientras sus discípulos viven la experiencia dramática de una tempestad que amenaza con hundir la barca. ¿Cómo puede dormir Jesús ante el miedo y el sufrimiento de los apóstoles? No es extraño que le recriminen. ¿Será que Jesús no tiene miedo y sabe que no va a pasar nada o quiere poner a prueba la fe de sus discípulos? Parece que las dos cosas. Sabe que nada malo va a pasar y sabe que su poder es muy superior a esas fuerzas malignas representadas en la furia del viento, del mar y de la lluvia.
¡Qué historia más real y cuánta actualidad tiene! La Iglesia, la barca donde Cristo habita, ha sido sometida a muchos vaivenes a lo largo de la historia. Muchas veces ha perdido el timón y se ha olvidado del piloto que en verdad la conduce. Otras, por su fidelidad a ese Capitán que es Cristo, ha sido perseguida y sometida al martirio. ¡Cuántas veces ha creído que era su final humano, que Cristo dormía y la dejaba sucumbir!. Pero ahí está siempre renovada, siempre rejuvenecida, pecadora sí, pero también habitada por el Espíritu de Dios y dando ingentes frutos de santidad y de caridad.

Vivimos hoy tiempos de zozobra. Más que persecución, hay indiferencia hacia la Iglesia, cuando no una crítica mediática y feroz a todo lo que dice y hace. Muchos católicos y cristianos, y religiosos, sacerdotes y obispos, se sienten confusos y quizá amedrentados por la situación de la Iglesia en el mundo actual, sobre todo el occidente europeo. ¿Qué hace Cristo hoy para atraer a la gente a la Iglesia o para que no se vaya? ¿No parece dormir y no importarle que los jóvenes abandonen la Iglesia en masa y no quieran saber nada de ella, de la Eucaristía, del Evangelio? ¿Y no será una prueba purificadora para que volvamos a la verdadera esencia de la fe?¿No estará Jesús aparentemente dormido para que intensifiquemos nuestra fe y nuestra confianza en él, y no en las estructuras burocráticas, en el poder eclesiástico, en la cantidad, en la fidelidad a normas y rúbricas? La Iglesia no se hundirá porque la conduce Cristo. El problema es que a veces, como dice el cuento de hoy, seguimos amarrados a estructuras que nos dan poder y confianza humanas, pero que no nos dejan avanzar por los caminos del Evangelio. Hemos dejado fuera a Cristo, creyendo que éramos nosotros los que llevábamos el mando de la barca de la Iglesia. Pero no tengamos miedo, Cristo no duerme, Cristo espera, Cristo quiere nuestra fe y confianza, quiere nuestra humilde súplica necesitada. Quizá hoy más que nunca la Iglesia necesita ponerse a la escucha del Evangelio de Cristo y dejarse evangelizar ella primero, despojándose de todo aquello que la aleje de los auténticos valores cristianos.
Más que quejarnos de las tormentas, de lo mal que anda el mundo, de los enemigos que nos atacan, preocupémonos por dar un testimonio auténtico de la fe y del amor. Y quitémonos el miedo, el peligro más grande de la fe cristiana junto con la mediocridad.
La Iglesia seguirá adelante en la historia, porque confiamos en la palabra de Cristo. Quizá seguirá con menos poder humano, con menor número, más levadura en la masa, más pequeña semilla de mostaza, más humilde luz en lo alto de la montaña, pero seguirá, no por nuestros logros humanos, sino por la presencia del Espíritu en ella.
Alguien dijo: “Los jóvenes se ha ido de la Iglesia, preparemos la vuelta, limpiemos la casa, vivamos de verdad el Evangelio”.
No seamos profetas de desventuras, como decía Juan XXIII. Más que nunca, seamos testigos de la alegría de la fe, profetas del amor y de la solidaridad, mensajeros de la esperanza y de la cercanía humana a todos, trabajadores de la tolerancia y el respeto a todos, promotores de la unidad de los cristianos y de las religiones en un proyecto humanizador de este mundo, incansables luchadores por la justicia y la paz, humildes servidores de la amabilidad, la sonrisa, la caricia y la acogida, contagiadores del Rostro Amoroso de Dios que nos quiere felices.
Estoy seguro que será el amor y la autenticidad lo que hará que Jesús se despierte y se levante en la barca de la Iglesia y vuelva a hacer callar al viento, a las tormentas amenazadoras, a las olas desestabilizadoras. Tengamos fe, amemos sin cansarnos, confiemos en Cristo, y pongamos todas nuestras energías y creatividad en una nueva evangelización del mundo.

¡QUE LLENES TU SEMANA DE LA CONFIANZA EN CRISTO, QUE SUELTES LAS AMARRAS DE TUS SEGURIDADES Y TUS MIEDOS, Y TE PONGAS A REMAR CON FUERZA, CON OTROS CREYENTES, SABIENDO QUE CRISTO NO NOS ABANDONA!