XIV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C

Lc. 11,1-13. El Padre Nuestro

Autor:  Mons. Felipe Aguirre Franco

 

 

Evangelio: 

 

"En aquel tiempo, Jesús designó a otros setenta y dos discípulos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares a donde pensaba ir, y les dijo: “La cosecha es mucha y los trabajadores pocos.

Rueguen, por tanto, al dueño de la mies que envíe trabajadores a sus campos. Pónganse en camino; yo los envío como corderos en medio de lobos. No lleven ni dinero, ni morral, ni sandalias y no se detengan a saludar a nadie por el camino.

Cuando entren en una casa digan: ‘Que la paz reine en esta casa’. Y si allí hay gente amante de la paz, el deseo de paz de ustedes, se cumplirá; si no, no se cumplirá. Quédense en esa casa. Coman y beban de lo que tengan, porque el trabajador tiene derecho a su salario.

No anden de casa en casa. En cualquier ciudad donde entren y los reciban, coman lo que les den. Curen a los enfermos que haya y díganles: ‘Ya se acerca a ustedes el Reino de Dios’.

Pero si entran en una ciudad y no los reciben, salgan por las calles y digan: ‘Hasta el polvo de esta ciudad, que se nos ha pegado a los pies, nos lo sacudimos, en señal de protesta contra ustedes. De todos modos, sepan que el Reino de Dios está cerca’.

Yo les digo que en el día del juicio, Sodoma será tratada con menos rigor que esa ciudad”. Los setenta y dos discípulos regresaron llenos de alegría y le dijeron a Jesús: “Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre”.

El les contestó: “Vi a Satanás caer del cielo como el rayo. A ustedes les he dado poder para aplastar serpientes y escorpiones y para vencer toda la fuerza del enemigo, y nada les podrá hacer daño. Pero no se alegren de que los demonios se les someten. Alégrense más bien de que sus nombres están escritos en el cielo”. (Lc 10, 1-12. 17-20).

¡Palabra del Señor!
¡Gloria a ti, Señor Jesús!

Comentario:

Además de los doce apóstoles, “Jesús designó a otros setenta y dos discípulos y los mandó por delante”. La Iglesia, por tanto, no está conformada sólo por el Papa y los obispos.

Sin embargo, muchas personas todavía identifican la Iglesia con ellos. Es verdad que somos Sucesores de los Apóstoles, pero no agotamos a todo el Pueblo de Dios. Esa concepción influyó durante mucho tiempo para que los fieles laicos, que son Iglesia, no asumieran su responsabilidad misionera en la evangelización.

Jesús necesita colaboradores: tanto sucesores de los apóstoles (obispos), como muchos otros discípulos, que estén dispuestos a ir delante de El, a preparar su llegada a las mentes y a los corazones de la humanidad.

Necesita sacerdotes, diáconos, religiosas, religiosos, misioneros; laicos que sean catequistas, educadores, políticos, gobernantes, legisladores, economistas, comunicadores, artistas, etc., que abran camino al Evangelio y anuncien a todos: “Ya se acerca el Reino de Dios”.

Jesús exige a sus enviados que sean pobres, sencillos, capaces de sufrir persecución y desprecio, sin exigencias de recompensa para sí mismos y sin buscar privilegios. Sólo así podrán destronar al demonio, que se vale de artimañas para imponer un reino de mentira y muerte, de pecado y maldad, de injusticia y egoísmo, de guerra y violencia.

Sin embargo, nuestra misión no tiene como objetivo derrotar al demonio y al pecado, sino promover el Reino de Dios que está cerca de quien lo busca, para que nuestros nombres estén escritos en el libro de la vida.

Como el trabajo por el Reino de Dios es obra que no depende sólo de nuestras fuerzas, sino que es obra del mismo Dios, hay que pedirle con insistencia “que envíe trabajadores a sus campos”. La promoción de vocaciones, sobre todo las de especial consagración, debe sustentarse en el recurso a la oración.

Es indispensable incrementar campañas de oración por las vocaciones. Jesús advierte a sus enviados que “no lleven ni dinero, ni morral, ni sandalias”; es decir, que no pongan su seguridad en ir bien pertrechados con recursos económicos, sino que vayan a la misión con toda libertad, porque Dios no los abandonará.

No debemos seguir considerando que sólo obispos, sacerdotes y religiosas forman la Iglesia. Así como Jesús llamó “a otros setenta y dos discípulos”, sigue llamando hoy a seglares o fieles laicos, para que también sean misioneros, constructores del Reino de Dios.

Ya es tiempo de que muchos de ellos dejen su pereza eclesial, su indiferencia a las tareas apostólicas, y se comprometan en un servicio evangelizador. Es urgente que haya presencia y acciones más claras por el Evangelio, por la justicia y la paz, por parte de buenos cristianos en la política, en la educación, en los medios informativos y en el cambio de la sociedad.

Hoy en este domingo, también son llamados los laicos en esta Arquidiócesis, para que se capaciten con una buena formación y se adhieran a los trabajos del Reino de Dios, desde esta Iglesia Particular, siguiendo las orientaciones del Directorio Diocesano de Formación.