Natividad de San Juan Bautista

Lc. 1,57-66.80. Hoy se necesitan hombres como Juan Bautista

Autor:  Mons. Felipe Aguirre Franco

 

 

Evangelio: 

 

""Por aquellos días, le llegó a Isabel la hora de dar a luz y tuvo un hijo. Cuando sus vecinos y parientes se enteraron de que el Señor le había manifestado tan grande misericordia, se regocijaron con ella.

A los ocho días fueron a circuncidar al niño y le querían poner Zacarías, como su padre; pero la madre se opuso, diciéndoles: “No. su nombre será Juan”. Ellos le decían: “Pero si ninguno de tus parientes de llama así”.

Entonces le preguntaron por señas al padre cómo quería que se llamara el niño. El pidió una tablilla y escribió: “Juan es su nombre”. Todos se quedaron extrañados. En ese momento a Zacarías se le soltó la lengua, recobró el habla y empezó a bendecir a Dios.

Un sentimiento de temor se apoderó de los vecinos y en toda la región montañosa de Judea se comentaba este suceso. Cuantos se enteraban de ello se preguntaban impresionados: “¿Qué va a ser de este niño?” Esto lo decían, porque realmente la mano de Dios estaba con él.

El niño se iba desarrollando físicamente y su espíritu se iba fortaleciendo, y vivió en el desierto hasta el día en que se dio a conocer al pueblo de Israel. ¡Palabra del Señor! (Lc. 1,57-66.80).

¡Gloria a ti,
Señor Jesús!

Comentario:

Hoy la liturgia, en vez de celebrar el Domingo XII del Tiempo Ordinario, nos invita a vivir la solemnidad del nacimiento de San Juan Bautista. Es importante resaltar que de todos los demás santos, se celebra su muerte, porque es cuando demuestran que han cumplido a cabalidad el Evangelio.

Sólo de tres personas se celebra el nacimiento: de Jesús, de María y de Juan Bautista. Jesús es Dios mismo. La Virgen María fue preservada de todo pecado desde su concepción inmaculada. Juan Bautista fue concebido en pecado, pero fue purificado desde el seno materno y nació santo. Por ello, la Iglesia le da tanta importancia.

Juan anuncia la llegada del Mesías y nunca usurpa ese lugar, a pesar de que mucha gente pensaba que él era el esperado. Aún más, dice que debe disminuir y desaparecer, para que resalte el único Salvador.

Juan se enfrenta a todos aquellos cuya conducta es indebida, aunque sean reyes, sacerdotes, fariseos o soldados. Por ello, Herodes ordena que le corten la cabeza. En una palabra, Juan Bautista es el mayor de entre los nacidos de mujer, como declara el mismo Jesús (cf. Mt. 11,11). Con razón la Iglesia resalta la natividad de este gran santo.
Hoy necesitamos hombres como Juan Bautista.

Cuando todos queremos llevar una vida cómoda y desahogada, incluso con lujos, él vive austeramente. Hemos de saber no depender tanto de los bienes materiales, sino vivir con lo necesario, en forma digna, como Jesús, sin excesos que insultan a los pobres. Jesús nos enseña a disfrutar con libertad interior esos bienes, cuando alguien nos los comparte, siempre que no sean ocasión de pecado.

Necesitamos profetas como el Bautista. Cuando se cometen tantas arbitrariedades, injusticias y abusos, alguien debe levantar la voz para defender a los pobres. Y esta es misión no sólo de los Obispos y Sacerdotes, sino de todo Cristiano. Juan Bautista no fue Sacerdote, ni siquiera levita; mucho menos fariseo.

Hoy hacen falta seglares Cristianos que, tanto en la familia y en la escuela, como en la política, en la economía, en los ámbitos legislativos, en el arte y en los medios de comunicación, defiendan la moral, la verdad, el derecho a la vida, la libertad religiosa y la dignidad del matrimonio.

Hacen falta políticos de la talla de Juan Bautista, que no se avergüencen de su fe y la demuestren no sólo participando en una Misa o en otras celebraciones religiosas, sino sobre todo en la defensa de la verdad y la promoción de la justicia, en la construcción de la paz y la reconciliación.

Es lamentable que todavía algunos legisladores actuales de diversos partidos en México y en los Estados, sigan pensando que la religión es asunto privado y que los políticos no deben participar en actos religiosos. Esa actitud es fruto de una crasa ignorancia de lo que es la religión cristiana, que ilumina y transforma criterios y actitudes, no sólo en el ámbito privado y familiar, sino también social y político.

El laicismo oficial exige que se respeten todas las opciones religiosas y no se imponga una sobre otra, pero no impide que cada quien practique su propia religión. Un gobierno laico jamás significa ateo, ni indiferente.

Me dejó muy gratamente impresionado hace algún tiempo un Laico Guerrerense, Padre de Familia y campesino, que después de la misa me acompañó a otra celebración pastoral y en el trayecto siempre fue su comentario sobre el tema de la Homilía que había escuchado, su compromiso de fe Cristiana, y las enormes ilusiones de cambiar este mundo trabajando por los intereses del Reino de Dios y convirtiendo a sus hermanos con la Palabra y con su testimonio. Me pareció un nuevo Juan Bautista.