V Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C

Lc 5, 1-11. Remar mar adentro

Autor:  Mons. Felipe Aguirre Franco

 

 

Evangelio: 

 

En aquel tiempo, Jesús estaba a orillas del lago de Genesaret y la gente se agolpaba en torno suyo para oír la palabra de Dios. Jesús vio dos barcas que estaban junto a la orilla. Los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las redes. Subió Jesús a una de las barcas, la de Simón, le pidió que la alejara un poco de tierra, y sentado en la barca, enseñaba a la multitud.

Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: “Lleva la barca mar adentro y echen sus redes para pescar”. Simón replicó: “Maestro, hemos trabajado toda la noche y no hemos pescado nada; pero, confiado en tu palabra, echaré las redes”.

Así lo hizo y cogieron tal cantidad de pescados, que las redes se rompían. Entonces hicieron señas a sus compañeros, que estaban en la otra barca, para que vinieran a ayudarlos. Vinieron ellos y llenaron tanto las dos barcas, que casi se hundían.

Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús y le dijo: “¡Apártate de mí, Señor, porque soy un pecador!” Porque tanto él como sus compañeros estaban llenos de asombro al ver la pesca que habían conseguido.

Lo mismo les pasaba a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Entonces Jesús le dijo a Simón: “No temas; desde ahora serás pescador de hombres”. Luego llevaron las barcas a tierra, y dejándolo todo, lo siguieron". (Lc 5, 1-11).

¡Palabra del Señor!
¡Gloria a ti, Señor Jesús!

Comentario:

Hoy celebramos a Jesús que, desde la barca de Pedro, predica a las multitudes, hace el milagro de una pesca abundante e invita a Pedro a ser pescador de hombres. Este se declara indigno, pues reconoce su pecado, pero está dispuesto a dejar todo lo que tiene, para seguir a Jesús, junto con otros de sus compañeros.

Grandes multitudes de hoy no escuchan a Jesús, que les sigue hablando desde la barca que dirige el Sucesor de Pedro, el Papa, sino que se dejan guiar por lo que dicen la radio, los periódicos y, sobre todo, la televisión. Muchos escritores y dirigentes de programas en esos medios atacan despiadadamente a quienes les queremos hacer llegar el mensaje del Evangelio. No se puede decir, salvo en algunas ocasiones, que la gente se agolpa en torno a la Iglesia para oír la palabra de Dios. Más bien, se arremolinan en torno a la televisión.

Muchas veces nos pasa lo que a Pedro, pues después de trabajar mucho por el Reino de Dios, no logramos nada: “Hemos trabajado toda la noche y no hemos pescado nada”. Nos esforzamos por predicar la Palabra de Dios, por enseñar otro camino de vida a los creyentes, pero a veces sentimos la impresión de no lograr los resultados que se esperarían. Al revés, aumenta el número de quienes se alejan de las Iglesias, crece el secularismo, algunos cambian de religión y muchos quisieran vivir como si Dios no existiera. Nuestras críticas a la inmoralidad social parecen servir a su publicidad y difusión.

Afortunadamente, hay muchas personas que se han convertido al Señor, como San Pablo. Una vez que lo descubren, su vida se transforma y se hacen audaces para hablar en su nombre, aunque los critiquen y persigan. Son verdaderos apóstoles, van de casa en casa, forman grupos bíblicos, y buscan espacios en los medios informativos.

A pesar de que en el llamado “primer mundo” hay un descenso considerable de vocaciones sacerdotales, religiosas y misioneras, en América Latina, en África, en algunos países de Asia, y concretamente en Acapulco, hay jóvenes que se deciden a dejar todo, para seguir al Señor como sacerdotes, religiosas y misioneros. En nuestro Seminario Diocesano, contamos con unos cien alumnos, incluyendo los Seminarios Mayor, Introductorio, prácticas pastorales, Seminario Menor y Auxiliar. La promoción vocacional en familia y en parroquia sigue dando muchas vocaciones.

Jesús sigue enseñando hoy desde la barca de Pedro: “Subió a una de las barcas, la de Simón, le pidió que la alejara un poco de tierra, y sentado en la barca, enseñaba a la multitud”. Hay que escuchar hoy la Palabra de Dios no desde cualquier barca, desde cualquier medio informativo, sino desde el Magisterio de la Iglesia que preside el Sucesor de Pedro. Esta es la garantía de verdad y de bien. Para ello, es importante conocer los documentos pontificios y aceptarlos con un corazón humilde y agradecido.

Como Pedro, no hay que confiar en nuestras capacidades, sino remar “mar adentro”. Decir al Señor: “confiado en tu palabra, echaré las redes”. Hay que seguir predicando el Evangelio, aunque a veces parezca que no hay resultados positivos. Nos rechazarán quienes no están dispuestos a cambiar de vida; sin embargo, los pobres -que eran quienes más seguían a Jesús- atenderán el mensaje de Dios.

Pedro, al igual que sus tres compañeros, llevaron las barcas a tierra, y dejándolo todo, lo siguieron. Hoy también se necesitan jóvenes y adultos dispuestos a dejar todo: su pueblo o su ciudad, su familia, quizá una carrera profesional, el matrimonio, para ser sacerdotes, religiosos, religiosas y misioneros. En nuestra Diócesis de Acapulco, aunque poco a poco aumenta el número de seminaristas, y tenemos 104 Sacerdotes y unos 3000 catequistas, nos hacen falta muchos más sacerdotes y más laicos comprometidos. Hay que pedirlos al Señor e invitar a jóvenes de buen corazón a ofrendar sus vidas en servicio del Evangelio.