XXVIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B

Mc. 10, 17-30. Los mandamientos y el dinero

Autor:  Mons. Felipe Aguirre Franco

 

 

Evangelio: 

 

En aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó corriendo un hombre, se arrodilló ante él y le preguntó: “Maestro bueno, ¿qué debo hacer para alcanzar la vida eterna?” Jesús le contestó: “¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino sólo Dios. Ya sabes los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás falso testimonio, no cometerás fraudes, honrarás a tu padre y a tu madre”.

Entonces él le contestó: “Maestro, todo eso lo he cumplido desde muy joven”. Jesús lo miró con amor y le dijo: “Sólo una cosa te falta: Ve y vende lo que tienes, da el dinero a los pobres y así tendrás un tesoro en los cielos. Después, ven y sígueme”. Pero al oír estas palabras, el hombre se entristeció y se fue apesadumbrado, porque tenía muchos bienes.

Jesús, mirando a su alrededor, dijo entonces a sus discípulos: “¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el Reino de Dios”! Los discípulos quedaron sorprendidos ante estas palabras; pero Jesús insistió: “Hijitos, ¡qué difícil es para los que confían en las riquezas, entrar en el Reino de Dios! Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el Reino de Dios”.

Ellos se asombraron todavía más y comentaban entre sí: “Entonces, ¿quién puede salvarse?” Jesús, mirándolos fijamente, les dijo: “Es imposible para los hombres, mas no para Dios. Para Dios todo es posible”. Entonces Pedro le dijo a Jesús: “Señor, ya ves que nosotros lo hemos dejado todo para seguirte”. Jesús le respondió: “Yo les aseguro: Nadie que haya dejado casa, o hermanos o hermanas, o padre o madre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, dejará de recibir, en esta vida, el ciento por uno en casa, hermanos, hermanas, madres, hijos y tierras, junto con persecuciones, y en el otro mundo, la vida eterna”. (Mc. 10, 17-30)

¡Palabra del Señor!
¡Gloria a ti, Señor Jesús!

Comentario:


Un hombre, de quien Mateo dice que era un joven, y Lucas que era uno de los principales, pregunta a Jesús: “¿Qué debo hacer para alcanzar la vida eterna?” No se trata de una cuestión secundaria, sino fundamental, pues lo que ese joven busca es ni más ni menos que la vida eterna. La respuesta de Jesús es muy sencilla: “Cumple los mandamientos”. En ellos se resume lo fundamental del camino enseñado por Dios para ser felices, siempre y en todas partes. Por cierto, llama la atención que Jesús no insista ahora en los tres primeros mandamientos, que se refieren a nuestros deberes con Dios, sino a los otros siete, que tienen que ver con el respeto a los demás: “No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás falso testimonio, no cometerás fraudes, honrarás a tu padre y a tu madre”. Con eso que practiquemos, tenemos vida eterna.

Nos puede parecer una utopía imposible transformar este mundo en que vivimos; pero hoy Jesús sostiene que “para Dios todo es posible”. En efecto, hay muchísima gente buena y positiva, que le hace caso a la palabra del Señor. Hay muchas familias donde se respira armonía y comprensión. Hay mucha gente solidaria con los que padecen desgracias. Hay algunos ricos que comparten sus ganancias, promoviendo proyectos de salud para los marginados y programas de desarrollo comunitario. Hay muchas personas honestas, responsables y fieles en sus cargos.

Jesús advierte sobre el peligro de la ambición del dinero. Dice que es sumamente difícil, aunque no imposible, que se salven quienes confían en las riquezas; es decir, quienes piensan que el dinero les puede dar toda la felicidad, el poder y hasta la vida eterna. Y no es que el dinero sea malo en sí mismo, pues se necesita para vivir, sino que, quienes se enriquecen, con frecuencia lo hacen a base de fraudes, robos y asesinatos; no pagan lo justo a sus trabajadores y hacen muchas injusticias; buscan la forma de corromper cuanto pueden y de eludir las leyes. Quieren comprar todo con su dinero; cometen adulterios y no respetan ni a sus padres ni a su familia. Se creen dioses y se olvidan del Señor y de los pobres que no tienen pan, techo, salud y educación. Estos son los ricos que no tienen entrañas de compasión y sólo piensan en sí mismos. Si no se arrepienten; si no devuelven lo robado, ni reparten sus bienes a los pobres, a ejemplo de Zaqueo, es casi imposible que se puedan salvar. Para estos casos resulta muy válida la afirmación de Jesús: “Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el Reino de Dios”.

Hoy me encuentro por gracia de Dios, en la Ciudad de Roma frente a la Basílica de San Pedro, en el Vaticano. El Papa Benedicto XVI va a declarar, con la asistencia del Espíritu Santo en su Ministerio Petrino, Santo y en la Gloria de los Santos, a Mons. Rafael Guízar y Valencia que fue Obispo de Veracruz, México. Es el primer Obispo de América que es declarado Santo. Es el patrono de los Obispos de México. Su cuerpo se conserva incorrupto en la Catedral de Xalapa, Veracruz. Desde esta celebración los encomendaré a todos en esa querida Arquidiócesis de Acapulco, para que San Rafael Obispo, interceda ante el Señor, especiales gracias para ustedes y sus familias; que nos alcance la unidad, la concordia y la paz a los mexicanos.