II Domingo de Adviento, Ciclo A

Mt 3, 1-12: Como Juan Bautista

Autor:  Mons. Felipe Aguirre Franco

 

 

Evangelio: 

 

""En aquel tiempo, comenzó Juan el Bautista a predicar en el desierto de Judea, diciendo: “Arrepiéntanse, porque el Reino de los cielos está cerca”. Juan es aquel de quien el profeta Isaías hablaba, cuando dijo: ‘Una voz clama en el desierto: Preparen el camino del Señor, enderecen sus senderos’. Juan usaba una túnica de pelo de camello, ceñida con un cinturón de cuero, y se alimentaba de saltamontes y de miel silvestre. Acudían a oírlo los habitantes de Jerusalén, de toda Judea y de toda la región cercana al Jordán; confesaban sus pecados y él los bautizaba en el río.

A1 ver que muchos fariseos y saduceos iban a que los bautizara, les dijo: “Raza de víboras, ¿quién les ha dicho que podrán escapar al castigo que les aguarda? Hagan ver con obras su arrepentimiento y no se hagan ilusiones pensando que tienen por padre a Abraham, porque yo les aseguro que hasta de estas piedras puede Dios sacar hijos de Abraham. Ya el hacha está puesta a la raíz de los árboles, y todo árbol que no dé fruto, será cortado y arrojado al fuego.

Yo los bautizo con agua, en señal de que ustedes se han arrepentido; pero el que viene después de mí, es más fuerte que yo, y yo ni siquiera soy digno de quitarle las sandalias. E1 los bautizará en el Espíritu Santo y su fuego. E1 tiene el bieldo en su mano para separar el trigo de la paja. Guardará el trigo en su granero y quemará la paja en un fuego que no se extingue” (Mt 3, 1-12).

¡Palabra del Señor!
¡Gloria a ti, Señor Jesús!

 

Comentario:

Nos vamos acercando a la Navidad. La Iglesia, en su liturgia dominical, proclama unos textos bíblicos que nos alientan en la esperanza, pero al mismo tiempo nos exigen una conversión profunda. Sin esto, no hay verdadera preparación a la Navidad. Sin cambio de vida, todo se parece a las esferas con que se adornan los árboles de esta época: brillantes por fuera, pero huecas por dentro. Ojalá no sea así nuestra preparación del tiempo de Adviento.

En la antífona de entrada de la Misa dominical, se dice hoy: “Mira que el Señor va a venir para salvar a todos..., para alegría del corazón de ustedes” (Cf Is 30,19.30). Sin embargo, para mucha gente la Navidad no le significa alegría y esperanza. Su situación es tan dramática, que más bien quisieran que no llegara este tiempo, porque quizá les trae malos recuerdos, o los sume más en la soledad. La enfermedad, la pobreza, los conflictos familiares, la ausencia de los seres queridos, la lejanía de la patria, les traen más bien nostalgia, angustia y desesperación.

El Adviento, con las fiestas de la Inmaculada Concepción (8 de dic.) y de la Virgen de Guadalupe (12 de dic.), no se reduce a adornos, regalos, cenas y vacaciones. Dice Juan el Bautista: “Preparen el camino del Señor, enderecen sus senderos” (Mt 3,3). Nosotros debemos preparar la venida del Señor, enderezando nuestras vidas. Muchos exigimos que sean los demás quienes cambien, pero debemos más bien cambiar cada uno de nosotros. En la familia, es fácil culparse unos a otros; ¡qué diferente sería si en este tiempo cada quien reconociera sus errores y se enmendara! Lo mismo en la vida social, económica y política. En vez de echarse culpas unos a otros, habría que empezar por reconocer los propios errores; entonces sí habría esperanza de una sociedad nueva.

La actitud fundamental para preparar una buena Navidad es la que indica el Bautista: “Arrepiéntanse, porque el Reino de los cielos está cerca... Preparen el camino del Señor, enderecen sus senderos”. Y agrega: “Hagan ver con obras su arrepentimiento y no se hagan ilusiones”. Es decir, hay que demostrar con hechos que estamos arrepentidos de nuestros errores. No nos hagamos ilusiones que todo cambiará sólo comprando regalos a la familia y a los amigos, adornando la casa con motivos navideños. Ni siquiera bastaría con asistir a las celebraciones religiosas, si es sólo por tradición y sin una verdadera conversión en los comportamientos diarios.

Algunos judíos, cuando el Bautista inició su misión, “acudían a oírlo...; confesaban sus pecados y él los bautizaba”. He aquí un buen resumen de lo que habría que hacer para que llegue la salvación: escuchar la palabra de Dios, ser bautizados o renovar el bautismo, hacer una buena confesión de los pecados ante el Sacerdote autorizado ¡Cuidado con los falsos!

El Bautista no se dejaba engañar porque muchos fariseos y saduceos se le acercaban para que los bautizara. Les llamaba “raza de víboras”. Y les advertía: “Todo árbol que no dé fruto, será cortado y arrojado al fuego... E1 tiene el bieldo en su mano para separar el trigo de la paja. Guardará el trigo en su granero y quemará la paja en un fuego que no se extingue”. Por tanto, no nos engañemos con una vida piadosa sin frutos, superficial, fugaz, como la paja que se lleva el viento.

De Juan Bautista se dice que “usaba una túnica de pelo de camello, ceñida con un cinturón de cuero, y se alimentaba de saltamontes y de miel silvestre”. Es decir, que vivía austeramente, con ropas sencillas y alimentos naturales. Esto contrasta con los gastos excesivos de quienes piensan que, teniendo o regalando ropas muy caras, perfumes muy costosos, vacaciones con lujos desmedidos, con comilonas y borracheras, ya con eso serán felices. No hay que gastar en comidas costosas, sino más bien compartir algo o mucho con los más necesitados. Oremos: Que nuestras responsabilidades terrenas no nos impidan, Señor, prepararnos a la venida de tu Hijo, y que la sabiduría que viene del cielo, nos disponga a recibirlo y a participar de su propia vida. Por nuestro Señor Jesucristo. Amén.