Epifanía del Señor

Mt 2,1-12: Los Santos Reyes Magos

Autor:  Mons. Felipe Aguirre Franco

 

 

Evangelio: 

 

"Jesús nació en Belén de Judá, en tiempos del rey Herodes. Unos magos de Oriente llegaron entonces a Jerusalén y preguntaron: ‘¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos surgir su estrella y hemos venido a adorarlo’.

Al enterarse de esto, el rey Herodes se sobresaltó y toda Jerusalén con él. Convocó entonces a los sumos sacerdotes y a los escribas del pueblo y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías.

Ellos le contestaron: ‘En Belén de Judá, porque así lo ha escrito el profeta: ‘Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres en manera alguna la menor entre las ciudades ilustres de Judá, pues de ti saldrá un jefe, que será el pastor de mi pueblo, Israel’.

Entonces Herodes llamó en secreto a los magos, para que le precisaran el tiempo en que se les había aparecido la estrella y los mandó a Belén, diciéndoles: ‘Vayan a averiguar cuidadosamente qué hay de ese niño, y cuando lo encuentren, avísenme para que yo también vaya a adorarlo’. Después de oír al rey, los magos se pusieron en camino, y de pronto la estrella que habían visto surgir, comenzó a guiarlos, hasta que se detuvo encima de donde estaba el niño. Al ver de nuevo la estrella, se llenaron de inmensa alegría.

Entraron en la casa y vieron al niño con María, su madre, y postrándose, lo adoraron. Después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra. Advertidos durante el sueño de que no volvieran a Herodes, regresaron a su tierra por otro camino". (Mt 2,1-12).


¡Palabra del Señor!
¡Gloria a ti, Señor Jesús!

 

Comentario:

Celebramos la Epifanía; es decir, la manifestación de Dios a todos los pueblos del mundo. Los magos representan a los que no somos israelitas, pues la salvación que trae el Niño Jesús es para toda la humanidad. Se piensa que los llamados “magos de oriente” eran hombres de ciencia; quizá astrólogos.

Lo más cierto es que eran personas que buscaban una señal del cielo. Ha habido sabios que reconocen sus limitaciones humanas y se postran ante el misterio de Dios.

Hay algunos científicos que, con sus investigaciones, se sienten dioses y que dominan la vida y la naturaleza. Los “magos” tenían cierto poder económico, a diferencia de los pastores de Belén. Sin embargo, su corazón no estaba satisfecho con los bienes de la ciencia y del dinero, sino que buscaron y siguieron la estrella que los guió hasta el pesebre. Allí se postraron ante Jesús Niño, y le ofrecieron oro, incienso y mirra.

Los “magos” ofrecieron al Niño lo mejor que tenían. Así hay papás, que hacen hasta lo imposible por dar a sus hijos lo mejor. Se desviven, trabajan horas extras, hacen labores pesadas, con tal de lograr un ingreso suficiente para darles un regalo.

Hay quienes emigran al extranjero, exponiéndose a toda clase de peligros y privaciones, para ofrecer a sus hijos alimento, ropa, casa, educación y cuanto necesiten. No faltan “magos” modernos, dueños de grandes capitales, que también son muy generosos con los pobres, sobre todo con los niños.

Crean “fundaciones” o patronatos, que apoyan con sus propios bienes, para hacer algo por tanta gente indefensa y abandonada. Ellos sí han encontrado al Niño, y regresan a casa llenos de felicidad.

Los privilegiados de Dios son los pobres; por ello, los pastores fueron los primeros en recibir el anuncio del Salvador; pero la salvación es universal. Jesucristo viene para pobres y ricos, sabios y analfabetas, judíos y extranjeros, cercanos y lejanos.

Como ha dicho el Papa en su Mensaje para la Jornada Mundial por la Paz, celebrada el pasado día primero del año: “la Iglesia invita a los creyentes en Cristo a manifestar, de modo concreto y en todos los ámbitos, un amor preferencial por los pobres”. Este amor es preferencial, no excluyente, pues la Iglesia, al igual que Jesús, es para todos.

Científicos y universitarios, ricos y poderosos, investigadores y líderes de la sociedad, están invitados a seguir la estrella de la verdad, que es Jesús. Es preciso dejar las posturas arrogantes y engreídas, pensando que la religión es sólo para gente sin letras. Que sean capaces de inclinarse y de postrarse reverentes ante Jesús Niño. Esta actitud de fe les traerá una inmensa alegría, como la que experimentaron los “magos”.

A Herodes sólo le importaba conservar su poder y no se tentó el corazón al mandar asesinar a niños inocentes. Ordenó eliminar a muchos niños, con tal de proteger sus intereses. Ojalá nadie repita hoy este crimen. Que ninguna pareja aborte a su hijo ya engendrado, sólo porque ya no podrán seguir estudiando, o por el qué dirán... Que ningún gobernante se haga responsable de que nuestros impuestos se destinen a financiar abortos en clínicas oficiales, como pretenden algunos grupos y personas.

Los magos ofrecieron al Niño Jesús oro, incienso y mirra. El oro, porque es rey; el incienso, porque es Dios; la mirra, porque es hombre mortal. El sigue presente en la Eucaristía y en los pobres. Nosotros, ¿qué estamos dispuestos a ofrecerle? Estamos llamados a ser epifanía de Dios en el mundo.

Concluyamos con las palabras con que San Agustín terminaba uno de sus discursos de Epifanía al pueblo: “De igual forma nosotros hemos sido conducidos a adorar a Cristo por la verdad, que resplandece en el Evangelio, como por la estrella del cielo; además, nosotros, reconociendo y alabando a Cristo nuestro rey y sacerdote, muerto por nosotros, lo hemos honrado como con oro, incienso y mirra. Nos falta ahora solamente testimoniarlo, volviendo a emprender una nueva vida, volviendo por un camino distinto del que hemos venido” (Sermón 202, 3, 4).