III Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Mt 4,12-23: Conviértanse

Autor:  Mons. Felipe Aguirre Franco

 

 

Evangelio: 

 

Al enterarse Jesús de que Juan había sido arrestado, se retiró a Galilea, y dejando el pueblo de Nazaret, se fue a vivir a Cafarnaúm, junto al lago, en territorio de Zabulón y Neftalí, para que así se cumpliera lo que había anunciado el profeta Isaías:

Tierra de Zabulón y Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los paganos. El pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz. Sobre los que vivían en tierra de sombras una luz resplandeció.

Desde entonces comenzó Jesús a predicar, diciendo: "Conviértanse, porque ya está cerca el Reino de los cielos".

Una vez que Jesús caminaba por la ribera del mar de Galilea, vio a dos hermanos, Simón, llamado después Pedro, y Andrés, los cuales estaban echando las redes al mar, porque eran pescadores. Jesús les dijo: "Síganme y los haré pescadores de hombres". Ellos inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Pasando más adelante, vio a otros dos hermanos, Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que estaban con su padre en la barca, remendando las redes, y los llamó también. Ellos, dejando enseguida la barca y a su padre, lo siguieron.

Andaba por toda Galilea, enseñando en las sinagogas y proclamando la buena nueva del Reino de Dios y curando a la gente de toda enfermedad y dolencia (Mt 4,12-23). ¡Palabra del Señor! ¡Gloria a ti, Señor Jesús!


Comentario:


En el Evangelio de hoy, escuchamos esta grata noticia: "El pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz. Sobre los que vivían en tierra de sombras una luz resplandeció". En efecto, Jesús es la luz que nos señala el camino cierto y seguro. Durante la presente semana estamos celebrando los ocho días de oración por la Unidad de los Cristianos en el mundo; el Papa Juan Pablo II se ha reunido en varios lugares, con diferentes representantes de Credos Religiosos y con líderes de naciones para orar y firmar acuerdos de que nunca se declarará una guerra en nombre de Dios, ni de Religión alguna, para no seguir la “lógica perversa de la violencia”. Además el pasado día 25 hemos conmemorado los 49 años de la creación de esta Diócesis de Acapulco, coincidiendo con la celebración del Año Jubilar que nos lleva a las Bodas de Oro, para el próximo 25 de enero de 2009. Todo esto es una gran luz de Cristo que brilla en medio de nosotros.

¿Y cuál es esta luz y salvación que encontramos en Jesús? Lo primero que San Mateo resalta es esta predicación: "Conviértanse, porque ya está cerca el Reino de los cielos". Es decir, Jesús nos urge a cambiar nuestra forma de pensar, costumbres, actitudes y estilo de vida, para tener parte en el Reino de Dios. Como si nos dijera que si nos hacemos la ilusión de pensar que estamos bien y que quienes deben cambiar son los demás, entonces nos cerramos al Reino de Dios.

Todos necesitamos conversión. El esposo y la esposa; los hijos y los hermanos; los religiosos y religiosas; los diáconos, presbíteros y obispos; los catequistas y demás servidores de la Iglesia. También gobernantes, legisladores, dirigentes sociales, dueños de empresas, profesores, médicos, comunicadores, etc. Los ricos injustos han de convertirse, para no ser explotadores; también los pobres, a fin de vencer el alcoholismo y ser creativos para trabajar en forma comunitaria, pues sólo unidos pueden enfrentar los graves deterioros de su economía y de su dignidad.

Los violentos y agresivos, que controlen sus instintos, para que aprendan a amar, a respetar y perdonar. Los egoístas y envidiosos, que compartan lo que tienen y hagan suya la suerte de los que sufren. Los injustos y corruptos, que se transformen en honestos y respetuosos de los derechos ajenos. Los mentirosos y calumniadores, cuya única fuerza es la habilidad de su lengua y la sutileza de su imaginación para mal interpretar todo cuanto dicen o hacen los demás, para ofender y desprestigiar, que respeten las vidas ajenas y no destruyan su fama.

En la Iglesia, en nuestras parroquias y grupos religiosos, hemos de convertirnos a la unidad, respetando la legítima pluralidad. Todos somos diferentes, gracias a Dios. Cada uno recibimos dones y carismas distintos; pero todos seguimos a Jesucristo y somos miembros de una sola Iglesia. Por tanto, hemos de procurar la unidad, no sólo con quienes profesan una religión distinta, sino con quienes se consideran también católicos, pero que viven y expresan su fe en modos diferentes.

Por otra parte, Jesús nos urge la conversión porque " ya está cerca el Reino de los cielos". El centra su misión en el anuncio y en la implantación del Reino de Dios. ¿En qué consiste ese Reino? En todo esfuerzo por establecer un mundo acorde con el plan de Dios, donde haya verdad y vida, santidad y gracia, justicia, amor y paz. En resumen, construir el Reino significa promover en nosotros y en los demás, un estilo de vida de acuerdo al Evangelio de Jesucristo, que, como nos dice hoy, “recorría por todo Galilea, enseñando y anunciando el Evangelio del Reino de Dios.

“Convertirse”: es cambiar profundamente y desde dentro, toda nuestra vida, de acuerdo a los principios y enseñanzas del Evangelio.