Solemnidad de San Pedro y San Pablo

XIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Mt 16, 13-19

Autor:  Mons. Felipe Aguirre Franco

 

 

Evangelio:  

En aquel tiempo, cuando llegó Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: “¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?” Ellos le respondieron: “Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o alguno de los profetas”.

Luego les preguntó: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?” Simón Pedro tomó la palabra y le dijo: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”.

Jesús le dijo entonces: “¡Dichoso tú, Simón, hijo de Juan, porque esto no te lo ha revelado ningún hombre, sino mi Padre que está en los cielos! Y yo te digo a ti que eres que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Los poderes del infierno no prevalecerán sobre ella. Yo te daré las llaves del Reino de los cielos; todo lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo”. (Mt 16, 13-19).

¡Palabra del Señor!
¡Gloria ti, Señor Jesús!

Comentario

Celebramos hoy la solemnidad de san Pedro y san Pablo. Es tanta su importancia en la Iglesia, que cuando este día cae en domingo, interrumpimos la secuencia de domingos del llamado “Tiempo Ordinario”.

¿Por qué son tan importantes estos dos apóstoles? La respuesta nos la da el prefacio de la Misa: “Pedro es nuestro guía en la fe que profesamos; Pablo, expositor preclaro de los misterios. Pedro consolidó la Iglesia primitiva con los israelitas que creyeron; Pablo fue preceptor y maestro de los paganos, que Dios quería llamar a su Iglesia”.

Jesús al cambiar el nombre a Simón por el de Pedro, es decir “piedra”, le confía una misión muy especial: ser el continuador inmediato y personal del mismo Jesús, quien es la “piedra angular” (Hech 4, 11). Por tanto, Pedro es el vicario de Cristo, el que hace sus veces, el que continúa si misión al frente de la Iglesia. En consecuencia, sobre Pedro, en representación de Cristo, se edifica la Iglesia.

Esto contiene algo muy trascendente: Quien acepta a Cristo como su Salvador, debe también aceptar a Pedro. Quien rechaza a Pedro, rechaza la voluntad explícita de Cristo. Por tanto, a una iglesia que no esté cimentada sobre Pedro, le falta algo que previó el mismo fundador de la Iglesia. Esto no significa que todo lo demás de Cristo que esas iglesias tienen sea falso. Por ejemplo, la Iglesia Católica reconoce como auténtico el bautismo que celebran la mayoría de las confesiones cristianas. Es verdadera su adhesión a Jesucristo, como único Salvador. La vivencia de la fe, de la esperanza y del amor fraterno es un signo de sincero cristianismo. Sin embargo, les falta un elemento básico y fundamental, para ser fieles a la Iglesia tal y como Cristo la quiso ¡Sin Pedro, no se puede ser la verdadera Iglesia de Cristo!

El otro apóstol, Pablo, tiene la misión de extender la Iglesia hacia quienes no eran judíos, sobre todo a los griegos y romanos. De esta manera, ambos apóstoles encabezan la Iglesia. Pedro da la seguridad en la fe. Pablo la difunde por todas partes. Pedro es el centro de unidad en la Iglesia. Pablo da la dimensión misionera. Pedro preside en nombre de Cristo. Pablo hace llegar el Evangelio más allá de las fronteras judías.

La autoridad de Pedro y la dinamicidad de Pablo están al servicio de Cristo, en la Iglesia. No pretenden un poder terrenal. Lo que les importa es que todos conozcan al Salvador, lo acepten de corazón y cambien de vida, conforme al Evangelio. Ésa es su misión y no la cambian por nada. Sin embargo, su predicación va influyendo progresivamente en la transformación de la sociedad.

El Romano Pontífice, a quien también llamamos “El Papa”, “El Santo Padre”, “Su Santidad”, “El Vicario de Cristo”, “El Sumo Pontífice”, es el “Sucesor de Pedro”. Por tanto, su tarea es la misma de Pedro: consolidar la Iglesia, encabezarla, darle unidad, interpretar cada quien como quiera y se traicione la autenticidad del mensaje.

¡Qué gran regalo para la Iglesia es el Papa! Para quienes tenemos fe en lo que Jesús estableció, estar con el Romano Pontífice nos da la seguridad de estar con Cristo, de seguir el camino verdadero y de no exponernos a que cada quien interprete el Evangelio como su inspiración le mueva, ni que surjan tantas iglesias cuantas interpretaciones bíblicas sean posibles.

Pidamos al Espíritu Santo que fortalezca al Papa Benedicto XVI; que le conceda salud y sabiduría, para seguir desempeñando el ministerio que se le ha confiado. Pidamos también por que nuestras diócesis crezcan en comunión eclesial con el Sucesor de Pedro y con sus colaboradores, que le ayudan en el gobierno universal de la Iglesia. Y pidamos por que la Iglesia sea fiel a Jesucristo y a la humanidad, a la que debe servir con la luz y la vida del Evangelio.