XVII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Mt 13, 44-52: La perla preciosa

Autor:  Mons. Felipe Aguirre Franco

 

 

Evangelio:   

En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud: “El Reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en un campo. El que lo encuentra lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va y vende cuanto tiene y compra aquel campo. E1 Reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas que, al encontrar una perla muy valiosa, va y vende cuanto tiene y la compra.

También se parece el Reino de los cielos a la red que los pescadores echan en el mar y recoge toda clase de peces. Cuando se llena la red, los pescadores la sacan a la playa y se sientan a escoger los pescados; ponen los buenos en canastos y tiran los malos. Lo mismo sucederá al final de los tiempos: vendrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los arrojarán al horno encendido. Allí será el llanto y la desesperación.

¿Han entendido todo esto?” Ellos le contestaron: “Sí”. Entonces él les dijo: “Por eso, todo escriba instruido en las cosas del Reino de los cielos es semejante al padre de familia, que va sacando de su tesoro cosas nuevas y cosas antiguas” (Mt 13, 44-52). ¡Palabra del Señor! ¡Gloria ti, Señor Jesús!

Comentario

En las parábolas del tesoro escondido y de la perla fina, que corresponden a este domingo, nos hace ver que para nosotros lo más valioso ha de ser entrar a ese Reino, aunque tengamos que dejar otras cosas y personas importantes. Sólo así, somos de los pescados buenos, y no seremos arrojados al horno encendido.

Hay muchísimos creyentes que no dejan el domingo sin participar en las celebraciones de la Misa, o del culto divino. Llueva, truene, o relampaguee, se dirigen presurosos al templo con toda la familia. Aunque haga mucho frío o calor, no importa. Saben que no pueden perder el gran tesoro que es escuchar la Palabra de Dios, alimentarse del Cuerpo y Sangre de Cristo, y crecer en su integración eclesial. Si están de vacaciones, con más razón organizan su tiempo para disfrutar con calma las prácticas de su fe.

He conocido a algunos políticos y gobernantes que, en domingo, salvo cuando deben atender emergencias de la comunidad, se abstienen de organizar actividades oficiales, para estar con su familia y dedicarle tiempo a Dios. La política, el poder, el dinero, no son el ídolo al que todo sacrifican, sino que reconocen a Dios como su Señor. Uno de ellos recientemente nos dijo: “Jesucristo es el eje rector de mi vida. No me avergüenzo de ello, pues no quiero que El me desconozca cuando me presente ante El. Sé que desarrollo mi trabajo en un Estado laico, y por tanto respeto las diferentes opciones religiosas, pero Jesús es mi guía”.

Estos católicos convencidos son los que hacen falta en la política y en el gobierno, para que sean levadura que transforma la masa, trigo que contrarresta la cizaña. Han descubierto que Jesús es la perla más preciosa y el tesoro escondido, por el cual se es capaz de perder todo, hasta un puesto. Soportan las críticas y las burlas que les hacen, porque valoran por encima de todo su adhesión a Cristo por la fe.
Los catequistas, los diáconos, los candidatos al diaconado y los diversos servidores en la Iglesia, dedican mucho tiempo, incluso semanas, para estudiar la Biblia, capacitarse más y servir a sus comunidades. No lo hacen por la paga, sino porque han descubierto el tesoro que es la fe en Dios, para ellos y para el pueblo.

Son admirables en el empeño que ponen por adentrarse más en la Palabra de Dios, y porque para ellos Dios es lo primero y lo máximo. No lo dicen mucho, pero con sus obras lo demuestran con creces. Así lo pude valorar durante esta semana, al ver la realización de varios cursos de formación a laicos, como agentes de las diversas acciones pastorales.

Las religiosas y los sacerdotes que trabajan entre nosotros, desgastan su vida en medio de pobrezas y de muchas limitaciones, porque han descubierto a Jesucristo y por El se consagran al servicio de sus hermanos; le dan prioridad al Reino de Dios, y por El dejan todo. Su opción fundamental es colaborar para que el Reino de Dios se vaya haciendo una realidad concreta en nuestro pueblo.

Por lo contrario, muchas personas le dan a Dios un segundo o tercer lugar, si no es que el último, cuando les sobra tiempo, cuando les nace, cuando pasan por situaciones difíciles y acuden a El como recurso desesperado. Organizan su domingo con la mayor tranquilidad para dormir, jugar, pasear, divertirse, visitar amistades o familiares, pero no entra en su esquema participar en el culto divino. Desde sus padres, no recibieron esta bonita tradición, que muchos recibimos desde el hogar.

Jesús nos hace ver que el Reino de Dios es como un tesoro escondido. Hay que descubrirlo, pues muchos ni se enteran de la riqueza que contiene. Para eso son las pláticas presacramentales, los retiros espirituales, los grupos de reflexión bíblica, los movimientos aprobados por la Iglesia, los lugares de oración. Y una vez que alguien descubra este tesoro, debe emplear todos los recursos para adquirirlo. Como unos laicos que conozco, que, a raíz de un retiro espiritual, descubrieron a Jesús y cambió toda su vida. Dejaron los pecados en que antes cometían.

Trabajan mucho en sus negocios, pero ya no explotan a sus empleados, ni le dan prioridad a la ganancia económica. Dedican mucho de lo que obtienen, para evangelizar y promover obras sociales en bien de los pobres. Conozco empresarios que trabajan para sostener hospitales para los marginados, o para impulsar proyectos de desarrollo social. Esto es lo que los hace felices, ahora y en la eternidad. No serán arrojados al horno encendido; es decir, al infierno, donde habrá llanto y desesperación.