XVIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Mt 14, 13-21: Nuestra solidaridad

Autor:  Mons. Felipe Aguirre Franco

 

 

Evangelio:   

"En aquel tiempo, al enterarse Jesús de la muerte de Juan el Bautista, subió a una barca y se dirigió a un lugar apartado y solitario. Al saberlo la gente, lo siguió por tierra desde los pueblos. Cuando Jesús desembarcó, vio aquella muchedumbre, se compadeció de ella y curó a los enfermos.

Como ya se hacía tarde, se acercaron sus discípulos a decirle: “Estamos en despoblado y empieza a oscurecer. Despide a la gente para que vayan a los caseríos y compren algo de comer”. Pero Jesús le replicó: “No hace falta que vayan. Denles ustedes de comer”. Ellos le contestaron: “No tenemos aquí más que cinco panes y dos pescados”. El les dijo: “Tráiganmelos”.

Luego mandó que la gente se sentara sobre el pasto. Tomó los cinco panes y los dos pescados, y mirando al cielo, pronunció una bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos para que los distribuyeran a la gente. Todos comieron hasta saciarse, y con los pedazos que habían sobrado se llenaron doce canastos. Los que comieron eran unos cinco mil hombres, sin contar a las mujeres y a los niños (Mt 14, 13-21).

¡Palabra del Señor!
¡Gloria ti, Señor Jesús!

Comentario

Después de haber celebrado las siete parábolas sobre el Reino de Dios, que San Mateo reúne en el capítulo 13 de su Evangelio, hoy vemos cómo Jesús hace presente ese Reino, que es amor y justicia, al compadecerse de la muchedumbre hambrienta y curar a sus enfermos.

Enseña a sus apóstoles a ser solidarios con los que sufren, y no deshacerse egoístamente de ellos. Deben poner en común lo poco que tienen, para que los demás no pasen hambre. Esta es la tarea de todos los cristianos de todos los tiempos. En este domingo hacemos la colecta para apoyar la atención a la Salud de nuestros Sacerdotes de la Diócesis.

Llama la atención que, antes de hacer este milagro a favor de los pobres, Jesús quería aislarse, tanto para meditar en lo que le esperaba, pues a Juan ya lo habían matado, como para estar a solas con su Padre, en oración, y encontrar fuerzas para seguir adelante la misión que el mismo Padre le había confiado. La oración no nos aísla de la gente, sino que nos impulsa a comprometernos en la solución de sus necesidades.

Sin embargo, la gente lo busca. Cuando Jesús vio aquella muchedumbre, se compadeció de ella y curó a los enfermos. No se queda insensible ante el dolor ajeno. En vez de seguir su plan de apartarse un tiempo, se preocupa y les da de comer. Esta es la actitud que debe caracterizar a todos los cristianos: buscar la oración, hacer retiros, en lugares apartados y solitarios, pero no desentenderse de los problemas de los que sufren.

Precisamente en esta semana se celebrará en México, del 3 al 8 de agosto la XVII Conferencia Internacional sobre el VIH y Sida. Antes de este evento que, según las previsiones, convocará a más de 20,000 personas de distintas partes del mundo, se tendrá la Pre-Conferencia Ecuménica que congregará a distintas Iglesias comprometidas en la lucha contra esta pandemia. Cáritas Mexicana, colabora con la Alianza Ecuménica Mundial, con algunos servicios de apoyo logístico para la realización de este evento. Esta pandemia mundial es un reto a nuestra solidaridad.

Los apóstoles quieren que Jesús despida a la gente, pues ya se acerca la noche y no hay modo de que todos puedan comer algo. Esto es lo que muchas veces nos pasa: son tantas las carencias de los pobres, que nos sentimos incapaces de hacer algo por ellos. Algunos se reducen a criticar al gobierno y al sistema político, social y económico que nos rige. Con ello se sienten realizados. Pero no abren su bolsa, para compartir lo que tienen.

Jesús dice a los apóstoles: Denles ustedes de comer. Ellos con toda razón dicen que es muy poco lo que tienen para tanta gente; apenas cinco panes y dos pescados. Pero Jesús, cuando ellos son capaces de compartir lo poco que tienen, lo hace alcanzar para todos, y hasta sobra.

Esto es lo que Dios quiere: No que resolvamos todos los problemas de la humanidad, o de nuestras comunidades; sino que hagamos lo poco que podemos. Dios se encargará de multiplicar nuestros pequeños aportes. Lo que no vale es reducirse a criticar. Si cada quien pone algo de su parte, las cosas salen. Como dice el dicho: Más vale encender un cerillo, que maldecir la oscuridad.

Dios hace milagros cada día, pero con la ayuda del trabajo de los padres de familia, con el aporte de personas solidarias de muchas partes del mundo, con la colaboración de corazones cercanos a los que carecen de lo indispensable para vivir. Así sucede con muchos asilos, orfanatorios, albergues para indigentes. Dios da a manos llenas a los pobres, gracias al corazón solidario de muchas personas, incluso de no creyentes.

Sin embargo, lo que Dios quiere no es sólo estómagos llenos, sino que se dé el siguiente paso, como dice Jesús: “No sólo de pan vive el hombre, sino también de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt 4,4). Pues si el reino de Dios dependiera sólo de la comida, los ricos que banquetean cada día serían los más afortunados en el Reino de Dios, y sabemos que esto no es así.


Por tanto, no basta dar de comer a la gente, sino que es necesario que escuchen la Palabra de Dios, se acerquen al Señor y cambien de vida. Por ello, la pastoral social de la Iglesia debe ir muy unida a la profética y a la litúrgica. La lucha por los derechos humanos, por la salud alternativa, por los proyectos de desarrollo comunitario, si no llevan a la oración, a la Palabra de Dios, a los sacramentos, se queda incompleta. La solidaridad evangélica es aquella que además de saciar el hambre del cuerpo, lleva a saciar el hambre de Dios.