XXVIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Mt 22, 1-14: Los bienes de la creación al alcance de todos

Autor:  Mons. Felipe Aguirre Franco

 

 

Evangelio:   


En aquel tiempo, volvió Jesús a hablar en parábolas a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo, diciendo: "E1 Reino de los cielos es semejante a un rey que preparó un banquete de bodas para su hijo. Mandó a sus criados que llamaran a los invitados, pero éstos no quisieron ir.

Envió de nuevo a otros criados que les dijeran: 'Tengo preparado el banquete; he hecho matar mis terneras y los otros animales gordos; todo está listo. Vengan a la boda'. Pero los invitados no hicieron caso. Uno se fue a su campo, otro a su negocio y los demás se les echaron encima a los criados, los insultaron y los mataron.

Entonces el rey se llenó de cólera y mandó sus tropas, que dieron muerte a aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad. Luego les dijo a sus criados: 'La boda está preparada; pero los que habían sido invitados no fueron dignos. Salgan, pues, a los cruces de los caminos y conviden al banquete de bodas a todos los que encuentren'. Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos, y la sala del banquete se llenó de convidados.

Cuando el rey entró a saludar a los convidados vio entre ellos a un hombre que no iba vestido con traje de fiesta y le preguntó: 'Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin traje de fiesta?' Aquel hombre se quedó callado. Entonces el rey dijo a los criados: 'Atenlo de pies y manos y arrójenlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y la desesperación. Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos'" (Mt 22, 1-14).


¡Palabra del Señor!
¡Gloria ti, Señor Jesús!

Comentario


Con la parábola del rey que invita a todos a un gran banquete, Jesús nos hace ver nuevamente que Dios quiere la felicidad, temporal y eterna, para todos. Desea que disfrutemos sus maravillas, tanto de la creación como de la redención.

Todo lo hizo por nosotros: lo natural y lo sobrenatural; las cosas materiales y las espirituales; las visibles y las invisibles; lo cercano e inmediato y las realidades últimas y trascendentes. El Señor es espléndido en sus dones y nos invita a gozarlos en forma gratuita.

No nos cobra ni un centavo por el aire que respiramos, por la lluvia, por la tierra, por el sol, por la vida. ¡Todo es gracia y amor! El plan de Dios es que seamos felices; por ello, simbólicamente, puso a nuestros primeros padres en un paraíso. Y si en esta tierra nunca será posible disfrutar plenamente de esa felicidad, la promesa del cielo no es una evasión, ni un engaño, sino una seguridad total, pues El no miente.

El profeta Isaías lo expresa con un simbolismo muy expresivo: “En aquel día, el Señor del universo preparará sobre este monte un festín con platillos suculentos para todos los pueblos; un banquete con vinos exquisitos y manjares sustanciosos... Alegrémonos y gocemos con la salvación que nos trae” (25,6-10).

La realidad, en cambio, es muy distinta a lo que Dios quiere. Hay miles de indígenas, cuyo "banquete" son, cuando hay, tortillas, frijoles, chile y un poco de café, o tortillas quemadas y molidas para engañar el hambre como si fuera café. Hay muchos niños en la calle, que desde pequeños deben trabajar, ya que sus padres no tienen con qué alimentarlos y vestirlos; otros son huérfanos o fueron abandonados por unos padres sin entrañas.

Hay madres de familia que se ven obligadas a robar o a prostituirse, con tal de que sus hijos no pasen hambre. Mucha gente vive en angustia permanente, porque los sueldos no alcanzan ni para lo mínimo. Hay tantos rostros sin esperanza, que lloran inconsolables, porque no hay quien les tienda la mano.

Nos preocupa el persistente fenómeno migratorio, pues a pesar de todas las barreras y controles que se pongan, el hambre hace que muchos dejen su hogar y su patria, exponiéndose a incontables peligros, incluso a la muerte, con tal de lograr una mejor condición de vida para sí y para los suyos.

Cada ocho días, desde algunas poblaciones de nuestra región sureña y de la montaña, salen autobuses hacia el norte del país, con la indudable intención de pasar a Estados Unidos o para trabajar en la agricultura de otros Estados como Sonora y Sinaloa, pues el trabajo en el campo no les da casi ni para subsistir.

El asunto del petróleo y la Reforma Energética en nuestro país, ha de ser tratado dentro de una visión más amplia, la de un proyecto de nación y del modelo económico que queremos para México. Esta amplitud de miras tiene que prevalecer sobre los intereses de los partidos políticos y de cualquier grupo de poder.

Esto significa que todos los hombres y mujeres, los de esta generación y de las venideras, deben tener la posibilidad de gozar del bienestar necesario para su pleno desarrollo. Y si es necesaria una reforma petrolera, tiene que estar orientada a este fin.

Es por esto que esta reforma no puede eludir un juicio ético en cuanto que se oriente al bien general de la nación y al bienestar de todos los mexicanos. Por lo mismo, tiene que ubicarse en el horizonte del bien común y del destino universal de los bienes de la tierra.

“La Creación es una manifestación de Dios, de su belleza y de su bondad, y cada una de las criaturas refleja a Dios y lleva a El. Pero el hombre y la mujer son la manifestación más plena de la obra de la Creación que, por designio de Dios, no tienen igual en el resto de las criaturas.

El respeto y el cuidado de la Creación son un imperativo del amor a Dios, que en su providencia sigue sosteniendo y perfeccionando todas las cosas que salieron de sus manos”. (Carta Pastoral. Obispos provincia de Acapulco). Todos estamos llamados por igual al banquete de la creación.