XXX Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Mt 22,34-40: Amor de Dios y al prójimo

Autor:  Mons. Felipe Aguirre Franco

 

 

Evangelio:   


"En aquel tiempo, habiéndose enterado los fariseos de que Jesús había dejado callados a los saduceos, se acercaron a él. Uno de ellos, que era doctor de la ley, le preguntó para ponerlo a prueba: "Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la ley?"

Jesús le respondió: "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el más grande y el primero de los mandamientos. Y el segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. En estos dos mandamientos se fundan toda la ley y los profetas" (Mt 22,34-40).

¡Palabra del Señor!
¡Gloria a ti, Señor Jesús!

Comentario

Los enemigos de Jesús le quieren poner una trampa; pero él responde en forma muy clara y precisa, para que no se queden con dudas. Les habla de los mandamientos centrales: el amor a Dios y el amor al prójimo, a los que da casi la misma importancia.

Amar a Dios significa conocerlo, respetar su Nombre y sus derechos, darle veneración y culto, adorarlo y postrarse ante El, confiar en su misericordia, tenerlo en cuenta siempre y recordarlo en todo momento, ofrecerle un temor reverencial, defender su honor y cuanto le corresponde.

Y a Dios no se le puede tributar cualquier amor; debe ser “con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente”. Por tanto, no es correcto ir a Misa sólo "cuando le nace a uno", o cuando sobra tiempo, sino cada domingo, que es el "día del Señor"; es decir, día dedicado a El y a cuanto nos enseña, como es amar al prójimo, empezando por la propia familia.

El amor al prójimo tiene exigencias muy concretas. En particular, la primera lectura bíblica de hoy nos habla de las siguientes: "No hagas sufrir ni oprimas al extranjero... No explotes a las viudas ni a los huérfanos, porque si los explotas y ellos claman a mí, ciertamente oiré yo su clamor; mi ira se encenderá..., tus mujeres quedarán viudas y tus hijos, huérfanos.

Cuando prestes dinero a uno de mi pueblo, al pobre que está contigo, no te portes con él como usurero, cargándole intereses. Si tomas en prenda el manto de tu prójimo, devuélveselo antes de que se ponga el sol, porque no tiene otra cosa con qué cubrirse; su manto es su único cobertor y si no se lo devuelves, ¿cómo va a dormir? Cuando él clame a mí, yo lo escucharé, porque yo soy misericordioso" (Exodo 22,20-26).

¡Cuánta actualidad tiene este texto! Entre nosotros, hay muchos pobres, indígenas, campesinos, desempleados, indigentes, migrantes, minusválidos, etc. Amarlos como prójimos exige no hacerlos sufrir, no oprimirlos ni explotarlos.

Por lo contrario, deberíamos ser misericordiosos con ellos, como Dios lo es con todos, y defenderlos. ¡Ay de aquellos que abusen de su situación! Tendrán a Dios en contra, porque El toma como propia la suerte de los empobrecidos y menospreciados.

Que nadie sienta tranquila su conciencia sólo con ir a Misa y practicar devociones piadosas, con organizar fiestas fastuosas en honor de la Virgen María y de los Santos, con quemar muchos cohetes, llevar bandas de música y adornar con bellas flores los templos, con novenas y ofrendas religiosas.

Si no hay amor al prójimo, empezando por el esposo, la esposa, los hijos, los padres, los abuelos, los vecinos y, en particular, si nada hacemos por los indigentes, no estamos cumpliendo a cabalidad la ley de Dios. Esto es simple y llanamente una exigencia del Evangelio. Es pura Palabra de Dios. Es fidelidad y coherencia con nuestra fe. Si alguien no actúa así, es que no quiere convertirse de corazón y desea seguir viviendo como siempre, para darse una tranquilidad falsa.

Conocí a un ferviente cristiano católico, formado en la Acción Católica, con el Beato Anacleto González Flores, que influyó en el pensamiento de aquella época y que aún hoy nos debe cuestionar, cuando decía: “Era inaceptable que los católicos se negaran a afrontar sus responsabilidades de ciudadanos, a que renunciaran a los compromisos del cristiano a transformar el orden temporal.

Había que enseñar a los católicos a que se entregaran generosamente al bien común, portaran los valores cristianos y fueran con la verdad cristiana a todas partes. Se tenían que proponer acciones prácticas saturadas de realismo social y de espiritualidad cristiana.” (Los Católicos en el Pensamiento de E. González Luna).

Es muy actual también lo que hoy dice el texto bíblico sobre los préstamos. Dios ordena no ser usureros, cargando intereses indebidos. Es de justicia pagar unos intereses que sean proporcionados; pero ¡ay de aquellos que cargan intereses sobre intereses, que son implacables y no esperan a quienes no pueden pagar! ¿Cómo está nuestro amor a Dios y al prójimo?