III Domingo de Cuaresma, Ciclo B
Jn 2, 13-25: Culto y comercialización
Autor: Mons. Felipe Aguirre Franco
Evangelio:
Cuando se acercaba la Pascua de los judíos, Jesús llegó a Jerusalén y
encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los
cambistas con sus mesas. Entonces hizo un látigo de cordeles y los echó del
templo, con todo y sus ovejas y bueyes; a los cambistas les volcó las mesas y
les tiró al suelo las monedas; y a los que vendían palomas les dijo: “Quiten
todo de aquí y no conviertan en un mercado la casa de mi Padre”. En ese momento,
sus discípulos se acordaron de lo que estaba escrito: ‘El celo de tu casa me
devora’.
Después intervinieron los judíos para preguntarle: “¿Qué señal nos das de que
tienes autoridad para actuar así?” Jesús les respondió: “Destruyan este templo y
en tres días lo reconstruiré”. Replicaron los judíos: “Cuarenta y seis años se
ha llevado la construcción del templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?”.
Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Por eso, cuando resucitó Jesús de entre
los muertos, se acordaron sus discípulos de que había dicho aquello y creyeron
en la Escritura y en las palabras que Jesús había dicho.
Mientras estuvo en Jerusalén para las fiestas de Pascua, muchos creyeron en él,
al ver los prodigios que hacía. Pero Jesús no se fiaba de ellos, porque los
conocía a todos y no necesitaba que nadie le descubriera lo que es el hombre,
porque él sabía lo que hay en el hombre (Jn 2, 13-25).
¡Palabra del Señor!
¡Gloria a ti, Señor Jesús!
Comentario
En la medida que vamos avanzando en la Cuaresma, nos adentramos en el misterio
pascual de Cristo, que implica muerte y resurrección. Así lo anuncia con la
escena del templo de Jerusalén, que considera como una figura de sí mismo. Sus
enemigos querrán acabar con El, pero resucitará.
En cambio, el templo judío fue destruido por los romanos en el año 70, y hasta
la fecha no se ha vuelto a levantar; lo único que queda es el llamado “muro de
los lamentos”, y no se ve para cuándo los judíos lo puedan rehacer, a pesar de
todo su dinero. Cristo venció y no fue derrotado. Para poder disfrutar esa vida
nueva, para quedar libres del sepulcro y de las cadenas del pecado, hay que
cumplir los mandamientos.
Jesús critica a quienes hacen negocio con el culto judío, y toma una actitud muy
fuerte en su contra; se les enfrenta y echa por tierra sus puestos. Podrían
alegar que cuanto vendían era para el servicio y la gloria de Dios, pero Jesús
viene a promover la forma auténtica de entender y de vivir la fe. Hoy también
podemos instrumentalizar la religión para intereses personales, contrarios a la
voluntad de Dios.
En varias ocasiones hemos insistido en que, durante las fiestas religiosas de
nuestros pueblos y ciudades, no se pongan cantinas, mucho menos otros centros de
vicio. Pero, sobre todo los negociantes, dicen que no respetamos las costumbres
de los pueblos, y que queremos cambiar lo que siempre se ha hecho. Pero no es
Dios quien les interesa, ni cuidar la pureza de la práctica religiosa, sino su
dinero.
Hemos tenido problemas con algunas “juntas”, patronatos y mayordomías de los
templos y de las fiestas, porque les pedimos que no quemen tanto cohete, ni
gasten enormes cantidades en adornos, flores y en contratar conjuntos musicales
carísimos, habiendo otras graves necesidades en las parroquias, como la
evangelización, la catequesis, la renovación de los objetos litúrgicos y los
diferentes programas de pastoral social.
Pero luego para manifestar su inconformidad, van a la radio y a los periódicos
para oponerse, diciendo que el cura les quiere quitar sus tradiciones y que allí
manda el pueblo. No les importan ni Dios, ni la Virgen, ni los Santos, sino
presumir de que ninguna fiesta salió como la que ellos organizaron.
No podemos condenar sólo hacia fuera. También al interior de la Iglesia se han
dado casos de comercialización de los servicios religiosos. Por ejemplo, no
faltan parroquias, capellanías y otros templos, donde se piden enormes
cantidades por una boda, o por otra celebración.
Doy testimonio, sin embargo, que quienes menos quieren que se cambie este
escándalo no son los sacerdotes, sino los mismos fieles, que anteponen sus
exigencias, pues lo que más anhelan es presumir de sus ceremonias y que ninguna
otra se les iguale.
Les importa lucir y opacar a otros, no tanto el sacramento. En estos días hemos
pedido a todos los Sacerdotes que expongan la lista de los Estipendios
Eclesiásticos, a la vista de todos en las oficinas y abstenerse de
manifestaciones de lujo o derroche económico.
Jesús se enfrenta a costumbres que se tergiversaron en su finalidad primera.
Dios ciertamente había ordenado ceremonias y sacrificios con animales y otros
signos; pero ya se había hecho negocio con ello, y esto es lo que Jesús combate.
También nosotros criticamos ciertas costumbres religiosas, que se han
contaminado con intereses económicos. No les importa la fe, ni respetan la
palabra de Dios, ni del Papa, ni del Obispo, ni de los sacerdotes y catequistas.
Renovemos por lo tanto nuestra vida cristiana, dando siempre a Dios el culto que
se merece y como nos lo ha pedido.