Pistas para la Lectio Divina...
Marcos 12, 13-17: Los conflictos que enfrenta Jesús (I): La imparcialidad de un corazón centrado en Dios. “Lo del César, devolvédselo al César, y lo de Dios, a Dios”

Autor: Padre Fidel Oñoro CJM

Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM

 

 

Jesús está en Jerusalén, en la explanada del Templo, donde propone su enseñanza (ver Marcos 11,27).  Precisamente en esta ciudad, Jesús se mueve en medio de un campo conflictivo, de fuertes tensiones entre personas que detentan el poder y gente orgullosa. 

Frente a Jesús pasan diversos grupos de presión política y religiosa. Los intereses de cada uno de los grupos se van haciendo sentir: las autoridades (11,27), la coalición religioso política de los fariseos y los herodianos (12,13), los saduceos (12,18) y los maestros de la Ley (12,28). En el ir y venir de la plaza del Templo se habla también de los intereses de la potencia dominadora romana, de las fricciones con la autoridad judía, del estado de ánimo del pueblo.  

La gente toma partido por algunos de estos grupos o corrientes e incluso está dispuesta a usar la violencia para defender o promover sus intereses.  El ambiente conflictivo envuelve a Jesús cuando, al principio del pasaje que leemos hoy se dice: “Y envían donde él algunos fariseos y herodianos, para cazarle en alguna palabra” (12,13).  

Con una pregunta tratan de encasillarlo en alguna de las tendencias políticas conocidas (12,14b). Pero frente a todos ellos Jesús se presenta como determinado solamente por Dios, cuando al final dice: “Lo del César, devolvédselo al César, y lo de Dios a Dios” (12,17). Este es el tema del pasaje de hoy. 

1. La valoración que los adversarios hacen de Jesús y la pregunta (12,13-15) 

Los “fariseos y herodianos” ya habían sido presentados al comienzo del evangelio de Marcos como los enemigos de Jesús: “Los fariseos se confabularon con los herodianos contra él para ver cómo eliminarle” (3,6). Y en una ocasión, en la mitad del evangelio, Jesús le pidió a sus discípulos que no imitaran el comportamiento de ellos: “Abrid los ojos y guardaos de la levadura de los fariseos y de la levadura de Herodes” (8,15). 

Cuando se dice que éstos vinieron “para cazarle en alguna palabra” (12,13a), sabemos que pretenden arrinconarle –como ya se había dicho- “para eliminarle” (3,6). La intención es violenta. 

Los adversarios afirman inesperada pero correctamente que Jesús es “veraz”, que no mira “la condición de las personas”, sino que enseña “con franqueza el camino de Dios” (12,15a). Es como si le dijeran, en otras palabras: “Tú no estás preocupado por la apariencia y el poder de los hombres sino que te atienes únicamente a la verdad; tú enseñas el camino recto de Dios sea que le agrade o no a los poderosos y sin mirar las consecuencias que pueda tener para ti; la voluntad de Dios está por encima de tu misma seguridad, comodidad y tranquilidad”. Se reconoce así la imparcialidad de Jesús. 

Por primera vez los enemigos de Jesús dicen lo contrario de lo que siempre han afirmado sobre Él: que actúa en contra de Dios (ver 2,17.16; 3,22; 7,5; y la acusación final de 14,64). Pero es claro que se trata de una adulación, no de una convicción, que arrastra hacia la trampa.  Jesús es puesto en medio de dos poderes en conflicto:

(1)   Si se pronuncia a favor del impuesto de vasallaje, se gana la enemistad del pueblo.

(2)   Si se pronuncia en contra, da pretexto para que lo acusen ante el imperio romano y lo eliminen. 

2. Una respuesta brillante que causa admiración (12,15-17) 

Jesús había planteado antes una pregunta embarazosa (ver 11,30), ahora le devuelven una similar. Pero, a diferencia de la anterior, esta vez Jesús suscita admiración con su respuesta: “Y se maravillaban de él” (12,17b). 

Jesús se comporta exactamente como lo han descrito: no trata de ganarse el favor de ninguno. Y lo mejor: tampoco cae en la trampa.  Procede así:

(1)   Percibe y desvela la hipocresía (12,15a).

(2)   Pide que le traigan un “denario” (moneda equivalente a un día de salario) para verlo y les pregunta por la identidad de la figura que aparece acuñada –que debía ser la del emperador Tiberio- y la inscripción –que debía decir “Tiberio César, Augusto hijo de Dios Augusto”- (12,15b-16a).

(3)   Frente a la respuesta evidente, hace una declaración que los deja a todos en silencio (12,16b-17a). 

Analicemos bien este procedimiento:

(1)    Jesús eleva la pregunta a otro nivel: no contrapone a Dios con el emperador, puesto que lo político y lo religioso tienen su propio ámbito de competencia. En otras palabras: la fidelidad a Dios no se demuestra con el rechazo del pago del tributo al emperador.

(2)    Jesús acude al mismo comportamiento de quienes lo interrogan y les exige coherencia entre enseñanza y vida. Si ellos tienen la moneda e identifican en ella al emperador, es porque se han estado sirviendo de él, en la práctica viven bajo su señorío; por tanto, ¿si usan su moneda cotidianamente, por qué no la quieren usar para el pago del tributo?  Si eso era un problema, ¿por qué no comenzaron por ahí?  Hay una incoherencia entre la pregunta y el comportamiento personal. 

Cuando Jesús dice “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios” (12,17a) quiere decir:

(1)    Por una parte, que la fidelidad a Dios, a quien Él conoce y anuncia, no excluye el tributo al César. La responsabilidad con Dios no descarta la responsabilidad política ciudadana.

(2)    Por otra, y en esto no debe haber equívocos, precisamente porque son diferentes, lo que se le da a Dios no se le debe dar al César: la divinidad y el poder absoluto sólo es de Dios y no de ningún hombre ni autoridad terrena.  Las exigencias de Dios superan abismalmente las del César.  Si bien Dios respeta el ámbito de las autoridades terrenas, estas últimas se relativizan puesto que nunca deben pretender para sí los atributos de Dios: “¡Dad a Dios lo que es de Dios!”.

Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón

1. ¿Qué nos quiso enseñar Jesús con la expresión: “Dad al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios?”¿Cómo es posible hacerla vida en el mundo de hoy?

2. A Jesús lo “determinó” únicamente la Voluntad de Dios. ¿En mi vida diaria, qué me impulsa a actuar? ¿De qué tipo son mis motivaciones personales? (humanas, sociales, políticas, de fe, etc.)

3. ¿En qué forma favorezco en mi familia o comunidad la vivencia de una ciudadanía evangélica que no excluya la responsabilidad frente a una política ciudadana?

 

 

“Corazón admirable de mi Jesús, me llena de alegría contemplar en ti las grandezas, tesoros y maravillas de todos los seres creados e increados” (San Juan Eudes, “Llamas de amor”)