XXV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B

San Marcos 9, 30-37: Cuando el Justo resulta insoportable

Autor: Padre Guillermo Juan Morado

 

 

Pocas cosas nos sublevan tanto como el sufrimiento del justo, del inocente, de aquel que está libre de culpa. El libro de la Sabiduría profetiza el rechazo y la condena de Jesús en la figura enigmática de un justo que es sometido “a la prueba de la afrenta y la tortura” porque le resulta insoportable a los impíos. Es el destino de Jesús. Su pasión – escribe el Cardenal Vanhoye – “fue provocada por la maldad de los hombres. Jesús, que siempre hizo el bien, que se mostró tan generoso y misericordioso con todos, fue criticado, perseguido, acusado y condenado precisamente por eso”. 

Jesús es el Hijo del Hombre, entregado en manos de los hombres, humillado por una sentencia injusta y por una muerte infamante. Pero esta suerte no abrevia el amor benevolente del Padre que, conforme a su designio de salvación, nos lo da todo, entregándonos a su propio Hijo. Dios ha permitido la crueldad con el justo, los actos nacidos de la ceguera de los hombres, para quebrar la distancia que nos aparta de Él y para abrir, en nuestros corazones, un nuevo comienzo. Al igual que a los primeros discípulos, también a nosotros nos cuesta comprender esta lógica de la entrega, la misteriosa compatibilidad aparente entre el pecado más grande y el amor más grande que se perfila, a los ojos de la fe, en la Cruz del Salvador.  

Los discípulos no se atreven a responder cuando Jesús les pregunta de qué discutían por el camino (Mc 9,33-34). Intuyen, en el fondo, que quizá lo que a ellos más les preocupaba – “quién sería el mayor” – no estaba a la altura de su Maestro, a quien no acababan de entender, a quien les daba miedo preguntarle, a quien tampoco quieren contestar. Sumidos en sus intereses, no son capaces de comunicarse con Jesús. Esta situación de relativo aislamiento puede ser la nuestra. Absortos en discutir sobre precedencias, afanados en la búsqueda del honor y de la grandeza, seducidos por el deseo ardiente de la ambición no tenemos gana de comprender del todo a Jesús ni tampoco de darle explicaciones. 

Frente a la falsa sabiduría, que sólo ocasiona envidias y peleas, está la “insoportable” sabiduría que viene de arriba y ésta es pura, amante de la paz, comprensiva, dócil, llena de misericordia y buenas obras, constante y sincera (Sant 3, 17). Para hacer verdad en nuestra vida esta sabiduría; es decir, para dejarnos guiar por el amor misericordioso de Dios, Cristo nos asumió desde el alejamiento, desde la humildad completa del Calvario. Acoger su entrega es acoger a los últimos; en ellos viene a nuestro encuentro el Padre.