Fiesta. Sagrada Familia de Jesús, María y José

San Lucas 2, 22-40

Autor: Padre Guillermo Juan Morado

 

 

El primer domingo después de Navidad celebramos la Fiesta de la Sagrada Familia. El Hijo de Dios se hizo hombre y asumió, para redimirlas, las realidades humanas. También la realidad de la familia. Acepta creer y fortalecerse en el seno de la familia formada por Él, por María, su Madre, y por San José (cf Lc 2,22-40). La Sagrada Familia es el reflejo en la tierra del misterio de la comunión eterna de la Santísima Trinidad.

Como Jesús, cada uno de nosotros hemos nacido en el regazo de una familia. Nuestros padres han aceptado ser colaboradores de Dios para transmitirnos el don de la vida, para educarnos, para hacernos comprender, a través de su amor, que Dios nos ama por nuestro nombre, tal como somos; con nuestras virtudes y con nuestros defectos.

Dios se ha valido también de nuestra familia para regalarnos el don de la fe. Cuando éramos muy pequeños, alguien – nuestra madre, nuestro padre, nuestros abuelos, algún familiar que vivía en nuestra casa – puso en nuestros labios las palabras adecuadas para dirigirnos a Dios. Nos enseñaron las primeras oraciones: El Padrenuestro, el Ave María, el Gloria, la oración al ángel de la guarda…

Comenzamos a saber, porque nos lo dijeron quienes nos merecían el mayor crédito, que además de un padre en la tierra teníamos un Padre en el cielo; un Padre bueno y justo, Creador y Señor de todo lo que existe. Y nos hablaron de la Virgen, la Madre de Jesús, nuestra Madre.

En esta fiesta debemos pedir a Dios por todas las familias; especialmente por las que atraviesan dificultades debidas al paro, a la escasez de dinero, a la enfermedad o a los distintos problemas a los que se ven enfrentadas. Nos acordamos también de las familias rotas, divididas ya o a punto de dividirse del todo.

Pedimos a Dios que todos pongamos lo que sea necesario de nuestra parte para que no haya mujeres maltratadas, o ancianos o niños víctimas de la violencia doméstica. Oramos para que ninguna madre se vea tentada de recurrir al terrible mal del aborto y para que, jamás, veamos a los enfermos o a las personas mayores como una carga inútil, desechando así completamente la eutanasia, un procedimiento injusto y cruel que debemos alejar de nuestros hogares.

La Sagrada Familia de Nazaret ha de ser la luz que guíe la vida de nuestras familias para que sean verdaderas escuelas de humanidad y auténticas transmisoras de la fe.