Por visitación de Dios

Domingo II de Adviento, Ciclo C

Autor: Padre Gustavo Vélez Vásquez (Calixto)

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“Dijo Jesús: Cuando empiece a suceder todo esto, levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación. Estad siempre despiertos”. San Lucas, cap. 21.

Al comienzo de la era cristiana los astros viajaban por el cielo, muy lejos de la ciencia de Copérnico, o de la perspicacia de Galileo. Pero aquí y allá muchos se preguntaban si esta admirable máquina del universo tendría luego un final.

Algunos enseñaron que mediante una catástrofe definitiva sería reducido a polvo. En cambio, otros señalaban que Dios va perfeccionando paso a paso la historia. Algo que luego el Padre Theilard de Chardin explicaría con hermosas palabras.

Parece que Jesús se matriculó en esta segunda escuela, pues lo manifiesta en sus parábolas.

Algo nos dicen los evangelistas sobre el tema, pero entre líneas descubren muchas cosas: La zozobra del pueblo escogido, dominado entonces por Roma. La persecución que, en muchas regiones del imperio, padecían las comunidades cristianas. Y para ello los redactores usaron un estilo apocalíptico colmado de desgracias, que hacía eco a los antiguos profetas.

Sin embargo, los textos pretenden motivar a los creyentes a confiar en el Señor. De ahí frases como estas: “Levantaos, alzad la cabeza, se acerca vuestra liberación”. “Estad despiertos, manteneos en pie ante el Hijo del Hombre”.

En Adviento nos preparamos para celebrar la venida histórica de Dios a nuestra tierra. Un acontecimiento que el tercer evangelio dibujó, con exquisitos detalles, sobre el paisaje de Belén: El censo ordenado por César Augusto, sobre el cual los biblistas no se ponen de acuerdo. Además el pesebre, los desvelados pastores, el canto de los ángeles. Todo lo cual remece nuestros recuerdos de infancia y nos empuja a celebrar, entre un carrusel de colores y melodías, algo que nunca entenderemos del todo: Dios se ha hecho hombre.

De otro lado, al deshojar el calendario, comprendemos que la vida se esfuma “como la flor del heno”. Llegará entonces nuestro día final, el de un encuentro definitivo con Dios. Que ojalá sea de plenitud y gozo, lejos de toda angustia.

Pero también en estos días, pudiera darse un cara a cara con el Señor Jesús, si abrimos el corazón a su misterio. Le hemos dado a la conciencia una tarea solamente judicial. Pero ella además es un espacio transparente, donde podemos encontrarnos con Alguien que nos ama de veras.

Entonces muchos de nosotros podremos levantarnos de esa rutina religiosa que nos envuelve. Alzaremos la cabeza sobre tantas cosas transitorias y frágiles que nos mantuvieron cautivos todo el año.

Abriremos los ojos a un panorama insospechado: “Porque el Reino de Dios no es comida ni bebida, - ni dispersión, ni algarabía, ni despilfarro - sino justicia y paz y gozo en el Señor”. Así nos mantendremos en pie en medio de las tempestades.

Diciembre es tiempo en el cual Dios nos visita. ¿Nos hallará dispuestos?. Entre los campesinos de Irlanda, cuando alguien fallecía por causas desconocidas, se escribía en el registro oficial: “Por visitación de Dios”.

También en nuestra historia personal, podríamos marcar con ese epígrafe muchas de nuestras páginas luminosas. Como lo hizo el sacerdote Zacarías ante el nacimiento del niño prometido, no obstante su edad y la esterilidad de su esposa: “Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo”.