Viernes Santo

San Juan 18, 1-19,42: El Amor Redentor

Autor: Padre Gustavo Vélez Vásquez (Calixto)

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“Entonces Pilatos entregó a Jesús a los judíos para que lo crucificaran y él, cargado con la cruz, salió al sitio llamado de la Calavera, que en hebreo se dice Gólgota”. San Juan, cap. 19.

1.- “La Pasión”, aquella película de Mel Gibson que recorrió el mundo hace unos años, contiene valiosos elementos. Seguramente muchos, cristianos o no, al verla en pantalla volvieron a pensar en Jesús de Nazaret. La obra nos ofrece una lectura de la muerte del Señor, desde el arte y con buena dosis de sensacionalismo. Pero más allá, desde la fe, los discípulos de Cristo llevamos a cabo otras lecturas.

No se niega que la muerte de Cristo tuvo visos de auténtica tragedia. Por la condición de la víctima, el Hijo de Dios. Por la crueldad de los victimarios. Pero ella no pasó de ser una más de tantas crucifixiones, que ocurrieron entre el pueblo escogido, cuya adhesión a Yahvé mantenía encendido un áspero nacionalismo.

2.- En cambio la manifestación pública que tuvo lugar, como cuentan los evangelistas, a la entrada del Maestro en Jerusalén, sí fue un hecho apoteósico. Aunque enseguida se apagó, mientras habitantes de la capital y peregrinos volvían al ajetreo preparatorio de la Pascua.

Aquel día el Maestro llegó a la ciudad cabalgando un pollino, signo de poder, pero a la vez de una mansa autoridad, como habían señalado los profetas.

La película de Gibson narra entonces las cosas, bajo la resonancia que produce en los creyentes la muerte trágica del enviado de Dios.

Jesús es condenado a morir por el procurador romano. Con más exactitud, Poncio Pilatos acepta que los enemigos del Maestro lo lleven a la cruz. Ellos, sacerdotes, miembros del sanedrín, fariseos y escribas, han señalado a Jesús como un malhechor. Pero el delito que señalan es religioso: Jesús se presenta como el Mesías y con frecuencia hace caso omiso de la ley. El procurador se desentiende. Poco le importan las peleas internas de estos fanáticos, a quienes por sistema desprecia.

4.- Los acusadores presentan luego un delito político: “Éste alborota al pueblo, prohibiendo pagar tributo al César”, leemos en San Lucas. Una causa que a Pilatos tampoco le convence. Pero él debe cuidar su puesto. Cualquier descuido suyo podría alarmar a los jefes de Roma. Propone entonces soltar a Jesús, pues en Pascua se amnistiaba a un reo. Pero la multitud prefiere a Barrabás. Y éste era un salteador, escribe san Juan.

Manda luego Pilatos azotar al Maestro, esperando la compasión del pueblo. Pero éste grita: ¡Crucifícale!

Los invasores habían intervenido en las leyes judías de tal manera, que sólo la autoridad romana podía dictar sentencia capital. No queda más camino que entregarlo. “Entonces, nos dice san Juan, Pilatos entregó a Jesús a los judíos para que lo crucificaran”.

5.- Antes, para explicar la redención se ponderó la ira de Dios que se aplaca al ver a su Hijo despedazado en la cruz. Hoy se hace énfasis en el amor desbordado del Padre que se derrama sobre la humanidad en la pasión y en la muerte de Cristo. No nos redime entonces el dolor, sino el amor. Todo lo cual trae infinitas consecuencias sobre nuestra fe. “Me amó y se entregó a la muerte por mí” señalaba San Pablo. Como contraparte nos toca amar a Dios de tal manera que nos entreguemos confiadamente en sus brazos.