Encuentros con la Palabra

Domingo X del Tiempo Ordinario– Ciclo A (Mateo 9,9-13)

Autor: Padre Hermann Rodríguez Osorio, S.J.

¡Qué alivio!  

Hace mucho tiempo, en un lugar apartado de la India, había un cargador de agua que llevaba siempre dos grandes vasijas colgadas a los extremos de un palo que se mecía sobre sus hombros. Una de las vasijas era perfecta y la otra tenía algunas grietas. La primera, conservaba toda el agua al final del largo camino desde el arroyo hasta la casa, mientras la vasija rota llegaba con la mitad del agua a su destino.

Desde luego, la vasija perfecta estaba muy orgullosa de sus logros, pues se sabía sin defectos. Pero la pobre vasija agrietada estaba avergonzada de su propia imperfección y se sentía miserable porque sólo podía hacer la mitad de lo que se suponía era su obligación. Después de un tiempo, la tinaja quebrada le habló al aguador diciéndole: "Estoy avergonzada y me quiero disculpar contigo porque debido a mis grietas sólo puedes llevar a casa la mitad del agua que necesitas".

El aguador le dijo, compasivamente: "Cuando regresemos a la casa quiero que te fijes en el borde del camino". Eso hizo la tinaja. Lo que vio fue una variedad inmensa de plantas y flores que adornaban el trayecto, desde el arroyo hasta la casa. El aguador le dijo entonces: “¿Te diste cuenta que las plantas y las flores sólo crecen del lado por el que tu vas? Durante mucho tiempo el agua que dejabas escapar, fue regando esta orilla del camino y, poco a poco, gracias a tus grietas, ha ido floreciendo la vida sin que lo hubieras pretendido. Si no fueras exactamente como eres, con todo y tus defectos, no hubiera sido posible crear tanta belleza”.

Mateo era un hombre profundamente agrietado. Un cobrador de impuestos, al servicio del Imperio romano. Odiado por el pueblo de Israel y señalado como pecador público, o publicano... Pero el Señor Jesús, haciendo gala de una creatividad sin límites, se fija en este hombre para invitarlo a caminar con él. Será el autor del Evangelio que seguiremos leyendo durante el tiempo ordinario de este año.

Esta elección de Jesús provocó críticas de los puristas de la religión. Los fariseos le preguntan a los discípulos: “¿Cómo es que su maestro come con cobradores de impuestos y pecadores?” Y Jesús, escuchándolos, respondió: “Los que están buenos y sanos no necesitan médico, sino los enfermos. (...) yo no he venido a llamar a los buenos, sino a los pecadores”.  

No me digan que lo que uno siente, al escuchar estas palabras de Jesús no es un gran alivio... ¡Qué alivio! ¡Qué descanso! Mis grietas no hacen que el Señor me tire a la basura y me rechace, sino, precisamente, es lo que hace que necesite de su infinita capacidad creativa, para convertirme en una fuente de vida, aún desde mis propias grietas. Es que en la economía de Dios nada se desperdicia: Ni un balde roto, ni un publicano pecador.