XVII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B

Autor: Padre Hernán Quijano Guesalaga

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Jn. 6, 1-15

Veamos el paralelo entre el Libro de los Reyes (primera lectura), que nos cuenta el milagro operado por el profeta Eliseo, y la multiplicación de los panes que hizo Jesús, según la versión del Evangelista San Juan, que proclamamos hoy.
Eliseo:
Con 20 panes de cebada manda alimentar a 100, se sacian y sobra. El “hombre de Dios” que le trae la ofrenda manifiesta incredulidad. El profeta debe reiterarle que les dé de comer.
Por eso los testigos del milagro que hizo Jesús ven en Él a un profeta y nos cuenta San Juan que Jesús debe escaparse solo a la montaña porque querían hacerlo rey. La multiplicación de los panes de Jesús recuerda la acción de Eliseo, como también la de Moisés, por cuya oración Dios alimentó al pueblo en el desierto con el maná. En realidad lo de Eliseo y Moisés prefiguraba y anticipaba lo que Jesús en plenitud iba a realizar.
El relato joánico, a diferencia de los paralelos en los Sinópticos, realza la figura de Jesús: es Él y no los discípulos quien advierte que a la multitud hay que darle de comer, es Él quien directamente les sirve después de haberles hecho sentar sobre el pasto. Los apóstoles aparecen para recoger las sobras.
Acá la desproporción entre lo que presenta el niño (a través de Andrés) y la multitud que hay que alimentar es superior: con 5 panes 5.000 hombres.
En Jesús que da de comer a la multitud se prefigura la Eucaristía. Por ello mismo no es casual la ubicación cronológica: cerca de la Pascua. El relato evoca los gestos litúrgicos: dio gracias, partió el pan, distribuyó. En el mismo capítulo (VI) San Juan nos trasmite el discurso del Pan de Vida de Jesús. Es Jesús mismo quien se da en alimento.
El don de Dios siempre sacia, es abundante. Dios no es tacaño, es generoso. Por eso sobra y Jesús no quiere que se pierda nada, y hace recoger lo que sobró. ¿No podía Jesús que hizo la multiplicación haber calculado lo que necesitaba para que se saciaran sin que sobrara nada? Es que Jesús quiere manifestarnos algo a través de lo que se sobró y mandó recoger en 12 canastos para que nada se perdiese. Así es siempre el don de Dios.
Jesús vio venir a lo lejos a la multitud y les dio de comer. A nosotros nos vio venir a lo lejos, toda la semana hasta el encuentro del domingo, toda la vida, y nos alimentó siempre, sobradamente, con la Eucaristía.
Imitemos a Jesús y a la Eucaristía, en el compartirse y compartir, darse y dar, sobradamente, generosa y abundantemente a los demás.