IV Domingo de Pascua, Ciclo A
San Juan 10, 1-10: Jesús, Puerta y Pastor
Autor: Padre Hernán Quijano Guesalaga
Hechos de
los apóstoles 2, 14a. 36-41
JESÚS, PUERTA
Y PASTOR
Así como el 2º
domingo de Pascua es el domingo de la Divina Misericordia, hoy, 4º de Pascua, es
el domingo del Buen Pastor.
Leemos en el
presente ciclo la primera parte del discurso de Jesús sobre el Buen Pastor que
encontramos en el capítulo 10 del evangelio según san Juan (Jn. 10, 1-10). En
estos versículos, en realidad, antes de autoproclamarse Pastor, Jesús se
presenta a sí mismo como Puerta del rebaño.
El párrafo puede
dividirse en dos partes. En la primera parte
(Jn. 10, 1-6), Jesús formula una parábola
y compara, contraponiéndoles, al pastor del rebaño, que entra por la puerta del
corral, con el ladrón y asaltante, que no entra por la puerta sino saltando el
cerco. Al pastor, el cuidador o portero, le abre la puerta. El pastor entra al
corral, donde otros pastores también guardan su rebaño, llama por su nombre a
sus propias ovejas, ellas conocen su voz, y él las saca del corral, camina
delante de ellas, y sus ovejas lo siguen. En cambio, las ovejas no reconocen la
voz de los extraños, y no sólo no los siguen, sino que huyen de ellos.
En la
segunda parte del texto
(Jn. 10, 7-10), Jesús aplica la parábola,
y afirma que Él es la Puerta del rebaño.
Lo afirma dos veces: “Yo soy la puerta”. Como se entra por la puerta, hay que
entrar por Él. Como por una puerta se entra y también se sale, Él es la puerta
por donde el rebaño sale para ir alimentarse, para encontrar pastos. Jesús,
continuando la contraposición entre el pastor y el ladrón y asaltante, se
diferencia de ellos, porque Él no viene, como el ladrón y asaltante,
no viene a quitar, sino a dar.
Él viene a dar vida y vida en abundancia. Quien por Él entra, se salvará.
¿A quien dirigió Jesús
esta alegoría y su explicación?
Si tenemos en cuenta el contexto, especialmente Jn. 9, 40-41 (después del
milagro de Jesús de la curación del ciego de nacimiento), debemos pensar que los
destinatarios son los fariseos,
que estaban ciegos, a pesar de que creían ver. Y por eso no entendieron la
parábola de la puerta del corral de las ovejas.
Ellos, los fariseos, que
como líderes religiosos, debían pastorear al pueblo de Israel, son como el
ladrón y asaltante, que no entra por la puerta, por Jesús, sino por otro lado,
saltando el cerco. Y por eso las ovejas, como a extraños, no les reconocen, ni
les siguen, sino que huyen de ellos. En cambio el ciego, reconoce la voz de
Jesús, quien le había curado.
Sin embargo, los
fariseos no son los únicos destinatarios de esta parábola. Todo pastor ha de
tener muy en claro que el rebaño, el único rebaño, es de Jesús, el único Pastor
Bueno, y que sólo podrá participar de ese pastoreo si entra por la Puerta que es
el mismo Jesús.
Después de la
Ascensión de Jesús, Él sigue siendo el Pastor Bueno y
sólo a Él le pertenece el rebaño.
Cuando Jesús Resucitado confíe a Pedro esa tarea de apacentar sus ovejas (Jn.
21, 15-23), las de Él, de Jesús, no de Pedro, lo investirá de un oficio pastoral
que le pertenece y es propio del único Pastor Bueno. Pero para poder ejercerlo,
Pedro debe entrar por la puerta del rebaño, que es
Jesús. Por eso Jesús
le llamará por su nombre,
Simón Pedro (como el pastor a sus ovejas las llama por su nombre), y le
preguntará tres veces si lo ama. Porque por el amor se identificará,
se hará Pedro una sola realidad con Jesús.
Y el rebaño no seguirá a Pedro sino a Jesús, Buen Pastor, en Pedro. Y
es Pedro quien primeramente
deberá seguirle: “Sígueme” (Jn. 21, 19). Seguirle
en la disposición a dar la vida por las ovejas.[1]
Jesús es Puerta
para Pedro y para todo pastor. Puerta de los
pastores y Puerta de las ovejas. Primeramente debe
ser Puerta para los pastores.
En la Jornada
Mundial de Oración por las Vocaciones a la Vida Consagrada, incluyendo a los
Pastores, encontramos en este evangelio muchas sugerencias sobre el
perfil del sacerdote como pastor bueno:
debe ser puerta por donde las ovejas entren y salgan, puerta que acoja y reciba
y nunca cierre y se convierta en cautividad; el pastor debe conocer a sus
ovejas, ellas conocen su voz, las llama por su nombre, las saca del corral al
campo, al campo como ámbito de maduración en la libertad, se pone delante de
ellas y ellas lo siguen, lo siguen en vez de huir de él como de un ladrón o
asaltante que quiera apropiarse de ellas, él les conduce adonde encuentran el
alimento que les da la vida en abundancia, o sea:
las conduce a Jesús, el Pastor Bueno.
La imagen de Dios como
Pastor que conduce a su Pueblo ya era familiar al Antiguo Testamento. Podemos
recordar el salmo 23 o Ezequiel 34. Dios mismo conduce al Pueblo como un Pastor
a sus ovejas.
La imagen del Pastor es
retomada en los Evangelios. Jesús se aplica a Sí mismo esa imagen y título que
tiene un valor mesiánico: “Yo soy el Buen Pastor” (Jn. 10, 11).
Dice Jesús que es
el Buen Pastor en el mismo sentido en que dice Jesús “Yo soy”
el Pan de Vida, la Luz del mundo, la Vid verdadera, la
Puerta, la Resurrección y la Vida, el Camino, la Verdad y la Vida, la fuente de
Agua Viva. Todas estas imágenes son como
variaciones de una misma idea: Jesús ha venido al
mundo, la Palabra que preexiste al mundo y se hace Hombre, ha venido para que
los hombres tenga vida y la tengan en abundancia.
Jesús nos da la Vida porque nos da, nos dona gratuitamente, a Dios.
Él mismo es el don, la Salvación, la Vida.[2]
En efecto, podemos
preguntarnos ¿de qué vivimos? ¿de qué vive el hombre? Y respondemos: El hombre
necesita para vivir de muchas cosas, pero en definitiva,
lo que más le es necesario es Dios.
El hombre vive de ser amado por Dios, necesita a Dios que en Jesús se le acerca
y le muestra el sentido de la vida y lo guía por el camino de la Vida.
Jesús mismo es el alimento que da la vida al hombre,
Jesús es el verdadero “pasto”
que alimenta al rebaño (Jn. 10, 9), que da la vida entregándose a Sí mismo al
Padre. “El Buen Pastor da la vida por sus ovejas” (Jn. 10, 11).[3]
Por eso es tan
importante la relación, de pastores y de ovejas,
con Jesús, Buen Pastor:
Una relación que
se basa en conocimiento y amor mutuo (para reconocer su voz al ser llamados por
el nombre), pertenencia interior al Buen Pastor (comunión en el amor, un amor
que no es posesivo, como ocurre con las cosas, sino que
da libertad, como deben
tratarse a las personas, por eso las ovejas son
sacadas del
corral por el Pastor como Israel de la esclavitud).[4]
Jesús, Buen Pastor, sé
Tú la Puerta que por Tu Misericordia nos acoja, y nos cuide, que reconozcamos Tu
Voz, escuchemos Tu Palabra, y te sigamos, para que nos des la Vida y la Vida en
abundancia. Puerta, que por Ti entremos y que por Ti salgamos, enviamos al campo
mundo, como misioneros, para testimoniar que Tú has venido para dar Vida en
abundancia.
Pbro. Hernán Quijano
Guesalaga
Parroquia del Sagrado
Corazón de Jesús,
Capilla Policial San
Sebastián,
Paraná, Argentina
[1]
Cf. Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, Planeta,
Buenos Aires, 2007, pág. 324-326.
[2]
Cf. Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, Planeta,
Buenos Aires, 2007, pág. 407-409.
[3]
Cf. Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, Planeta,
Buenos Aires, 2007, pág. 326-328.
[4]
Cf. Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, Planeta,
Buenos Aires, 2007, pág. 329-331.