IV Domingo de Pascua, Ciclo A

San Juan 10, 1-10: Jesús, Puerta y Pastor

Autor: Padre Hernán Quijano Guesalaga

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Hechos de los apóstoles 2, 14a. 36-41; 1º carta de san Pedro 2, 20b-25; Evangelio según san Juan 10, 1-10

JESÚS, PUERTA Y PASTOR

Así como el 2º domingo de Pascua es el domingo de la Divina Misericordia, hoy, 4º de Pascua, es el domingo del Buen Pastor.

Leemos en el presente ciclo la primera parte del discurso de Jesús sobre el Buen Pastor que encontramos en el capítulo 10 del evangelio según san Juan (Jn. 10, 1-10). En estos versículos, en realidad, antes de autoproclamarse Pastor, Jesús se presenta a sí mismo como Puerta del rebaño.

El párrafo puede dividirse en dos partes. En la primera parte (Jn. 10, 1-6), Jesús formula una parábola y compara, contraponiéndoles, al pastor del rebaño, que entra por la puerta del corral, con el ladrón y asaltante, que no entra por la puerta sino saltando el cerco. Al pastor, el cuidador o portero, le abre la puerta. El pastor entra al corral, donde otros pastores también guardan su rebaño,  llama por su nombre a sus propias ovejas, ellas conocen su voz, y él las saca del corral, camina delante de ellas, y sus ovejas lo siguen. En cambio, las ovejas no reconocen la voz de los extraños, y no sólo no los siguen, sino que huyen de ellos.

En la segunda parte del texto (Jn. 10, 7-10), Jesús aplica la parábola, y afirma que Él es la Puerta del rebaño. Lo afirma dos veces: “Yo soy la puerta”. Como se entra por la puerta, hay que entrar por Él. Como por una puerta se entra y también se sale, Él es la puerta por donde el rebaño sale para ir alimentarse, para encontrar pastos. Jesús, continuando la contraposición entre el pastor y el ladrón y asaltante, se diferencia de ellos, porque Él no viene, como el ladrón y asaltante, no viene a quitar, sino a dar. Él viene a dar vida y vida en abundancia. Quien por Él entra, se salvará.

¿A quien dirigió Jesús esta alegoría y su explicación? Si tenemos en cuenta el contexto, especialmente Jn. 9, 40-41 (después del milagro de Jesús de la curación del ciego de nacimiento), debemos pensar que los destinatarios son los fariseos, que estaban ciegos, a pesar de que creían ver. Y por eso no entendieron la parábola de la puerta del corral de las ovejas.

Ellos, los fariseos, que como líderes religiosos, debían pastorear al pueblo de Israel, son como el ladrón y asaltante, que no entra por la puerta, por Jesús, sino por otro lado, saltando el cerco. Y por eso las ovejas, como a extraños, no les reconocen, ni les siguen, sino que huyen de ellos. En cambio el ciego, reconoce la voz de Jesús, quien le había curado.

Sin embargo, los fariseos no son los únicos destinatarios de esta parábola. Todo pastor ha de tener muy en claro que el rebaño, el único rebaño, es de Jesús, el único Pastor Bueno, y que sólo podrá participar de ese pastoreo si entra por la Puerta que es el mismo Jesús.

Después de la Ascensión de Jesús, Él sigue siendo el Pastor Bueno y sólo a Él le pertenece el rebaño. Cuando Jesús Resucitado confíe a Pedro esa tarea de apacentar sus ovejas (Jn. 21, 15-23), las de Él, de Jesús, no de Pedro, lo investirá de un oficio pastoral que le pertenece y es propio del único Pastor Bueno. Pero para poder ejercerlo, Pedro debe entrar por la puerta del rebaño, que es Jesús. Por eso Jesús le llamará por su nombre, Simón Pedro (como el pastor a sus ovejas las llama por su nombre), y le preguntará tres veces si lo ama. Porque por el amor se identificará, se hará Pedro una sola realidad con Jesús. Y el rebaño no seguirá a Pedro sino a Jesús, Buen Pastor, en Pedro. Y es Pedro quien primeramente deberá seguirle: “Sígueme” (Jn. 21, 19). Seguirle en la disposición a dar la vida por las ovejas.[1]

Jesús es Puerta para Pedro y para todo pastor. Puerta de los pastores y Puerta de las ovejas. Primeramente debe ser Puerta para los pastores.

En la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones a la Vida Consagrada, incluyendo a los Pastores, encontramos en este evangelio muchas sugerencias sobre el perfil del sacerdote como pastor bueno: debe ser puerta por donde las ovejas entren y salgan, puerta que acoja y reciba y nunca cierre y se convierta en cautividad; el pastor debe conocer a sus ovejas, ellas conocen su voz, las llama por su nombre, las saca del corral al campo, al campo como ámbito de maduración en la libertad, se pone delante de ellas y ellas lo siguen, lo siguen en vez de huir de él como de un ladrón o asaltante que quiera apropiarse de ellas, él les conduce adonde encuentran el alimento que les da la vida en abundancia, o sea: las conduce a Jesús, el Pastor Bueno.

La imagen de Dios como Pastor que conduce a su Pueblo ya era familiar al Antiguo Testamento. Podemos recordar el salmo 23 o Ezequiel 34. Dios mismo conduce al Pueblo como un Pastor a sus ovejas.

La imagen del Pastor es retomada en los Evangelios. Jesús se aplica a Sí mismo esa imagen y título que tiene un valor mesiánico: “Yo soy el Buen Pastor” (Jn. 10, 11).

Dice Jesús que es el Buen Pastor en el mismo sentido en que dice Jesús “Yo soy” el Pan de Vida, la Luz del mundo, la Vid verdadera, la Puerta, la Resurrección y la Vida, el Camino, la Verdad y la Vida, la fuente de Agua Viva. Todas estas imágenes son como variaciones de una misma idea: Jesús ha venido al mundo, la Palabra que preexiste al mundo y se hace Hombre, ha venido para que los hombres tenga vida y la tengan en abundancia. Jesús nos da la Vida porque nos da, nos dona gratuitamente, a Dios. Él mismo es el don, la Salvación, la Vida.[2]

En efecto, podemos preguntarnos ¿de qué vivimos? ¿de qué vive el hombre? Y respondemos: El hombre necesita para vivir de muchas cosas, pero en definitiva, lo que más le es necesario es Dios. El hombre vive de ser amado por Dios, necesita a Dios que en Jesús se le acerca y le muestra el sentido de la vida y lo guía por el camino de la Vida. Jesús mismo es el alimento  que da la vida al hombre, Jesús es el verdadero “pasto” que alimenta al rebaño (Jn. 10, 9), que da la vida entregándose a Sí mismo al Padre. “El Buen Pastor da la vida por sus ovejas” (Jn. 10, 11).[3]

Por eso es tan importante la relación, de pastores y de ovejas, con Jesús, Buen Pastor:

Una relación que se basa en conocimiento y amor mutuo (para reconocer su voz al ser llamados por el nombre), pertenencia interior al Buen Pastor (comunión en el amor, un amor que no es posesivo, como ocurre con las cosas, sino que da libertad, como deben tratarse a las personas, por eso las ovejas son sacadas del corral por el Pastor como Israel de la esclavitud).[4]

Jesús, Buen Pastor, sé Tú la Puerta que por Tu Misericordia nos acoja, y nos cuide, que reconozcamos Tu Voz, escuchemos Tu Palabra, y te sigamos, para que nos des la Vida y la Vida en abundancia. Puerta, que por Ti entremos y que por Ti salgamos, enviamos al campo mundo, como misioneros, para testimoniar que Tú has venido para dar Vida en abundancia.

Pbro. Hernán Quijano Guesalaga

Parroquia del Sagrado Corazón de Jesús,

Capilla Policial San Sebastián,

Paraná, Argentina


[1] Cf. Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, Planeta, Buenos Aires, 2007, pág. 324-326.

[2] Cf. Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, Planeta, Buenos Aires, 2007, pág. 407-409.

[3] Cf. Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, Planeta, Buenos Aires, 2007, pág. 326-328.

[4] Cf. Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, Planeta, Buenos Aires, 2007, pág. 329-331.