XII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

San Mateo 10, 26-33: Nos reconocerá ante el Padre

Autor: Padre Hernán Quijano Guesalaga

Sitio Web

 

Jeremías 20, 10-13; Carta de san Pablo a los cristianos de Roma 5, 12-15; Evangelio según san Mateo 10, 26-33 

NOS RECONOCERÁ ANTE EL PADRE

La primera lectura de la liturgia de este domingo nos pone en contacto con la palabra de Jeremías, profeta del siglo VII antes de Cristo, quien a pesar de que, probado, traicionado y perseguido, padece injustos y grandes sufrimientos durante toda su vida, encuentra consuelo y fortaleza en el Señor a quien ha confiado su causa (“el Señor está conmigo como un guerrero” que sale en mi defensa). 

En el fragmento del evangelio según san Mateo, parte de las instrucciones de Jesús a sus Apóstoles, recientemente llamados y enviados, a quienes con realismo ha anunciado dificultades y contratiempos, ha dicho que serán perseguidos e injustamente entregados ante tribunales, parece leerse la respuesta de Dios al clamor del profeta Jeremías.

No teman a los hombres, les dice. No teman a los que matan el cuerpo. No teman, porque Uds. valen más que los pájaros del cielo, y sin embargo, ni uno solo de ellos es abatido y cae sin el consentimiento del Padre. No teman (lo dice tres veces), hasta los pelos de su cabeza son cuidados por la Providencia de Dios. Confíen. Lo único que deben temer es a ofender a Dios. Fíense de Dios, que Él no defrauda.

A quien me reconozca ante los hombres, Yo lo reconoceré ante mi Padre. A quien se confiese mi discípulo y dé testimonio de lo que enseñé y mandé, Yo lo reconoceré ante mi Padre. En una clara referencia al tribunal final, al juicio justo de Cristo Juez al fin de la historia, afirma que se pondrá del lado de quienes se jugaron por Él.

El envío de Jesús a sus Apóstoles, aquello en que consiste ser discípulo y apóstol, es descripto en esta página con las imágenes de manifestar y hacer conocer públicamente lo secreto y oculto, repetir y compartir en voz alta, a pleno día, lo que Jesús les dijo al oído, en confidencia, amplificar y trasmitir desde los tejados la buena nueva de la salvación del reino. Proclamar y predicar abiertamente la palabra de Jesús, sin temor.

Dos etapas, separadas por el hecho central de la Muerte y Resurrección de Jesús, dividen dos momentos, el de la revelación en secreto a sus primeros discípulos, y de la manifestación pública, a través de ellos y de la Iglesia, a todos los hombres.

Pero esta misión de los discípulos y apóstoles de todos los tiempos, que no podemos seguir otro camino que el del Señor, nos complica la vida, supone obstáculos para sortear, problemas para superar, incluso trampas e intentos de seducción y engaño (como sufrió el profeta Jeremías), y enemigos que ganar pero no con otras armas que con la fuerza del amor, implica, en definitiva seguir a Jesús hasta la cruz. 

“Yo los reconoceré ante el Padre”, nos dice Jesús. Como anticipo escatológico, en la Eucaristía Jesús nos reconoce cuando se nos entrega en alimento. En la Eucaristía, como fuerte defensor, Dios se pone de nuestro lado y nos fortalece para que no nos desanimemos y demos mejor testimonio de Él.

En la Eucaristía, Dios nos seduce como sedujo al Profeta Jeremías. Jesús nos enciende en el amor por el cual debemos dar testimonio de Él.

En la Comunión, Él nos habla al oído, en secreto, en la intimidad, para  que después podamos anunciar su Palabra abiertamente y sin temor. 

Pbro. Hernán Quijano Guesalaga

Parroquia del Sagrado Corazón de Jesús

y Capilla Policial San Sebastián,

Paraná, Argentina

Domingo 22 de junio de 2008