Solemnidad de San Pedro y San Pablo
San Mateo 16, 13-19: La Iglesia sobre roca
Autor: Padre Hernán Quijano Guesalaga
Hechos
12, 1-11
LA IGLESIA SOBRE
ROCA
Hoy 29 de junio no
se celebra el 13º Domingo del Tiempo Ordinario porque es la solemnidad de
los santos Pedro y Pablo. Este año 2008 la tradicional celebración conjunta de
ambos Apóstoles asume un carácter particular ya que en la víspera se abre e
inaugura el Jubileo Paulino.
El Papa Benedicto
XVI, con ocasión del bimilenario del nacimiento de
san Pablo, ha convocado a toda la Iglesia a vivir,
desde el 28 de junio de 2008 hasta el 29 de junio
de 2008, un año jubilar de gracia y de
misericordia divina.
Para nuestra
reflexión, he elegido las lecturas bíblicas que se proclaman en la liturgia
del día de san Pedro
y san Pablo (son otras las lecturas de la misa de la víspera).
La
primera lectura y el
evangelio de
san Mateo se refieren a san Pedro.
El libro de los Hechos de los Apóstoles
nos relata cómo san Pedro fue milagrosamente, por la acción de un ángel del
Señor, liberado de la cárcel, las cadenas y los
guardias. El evangelio es el de la confesión que
hace Pedro de la divinidad de N. S. Jesucristo. Entonces Jesús habló de la Roca
sobre la que edificaría su Iglesia. Volveremos sobre esto. Al ser liberado de la
prisión injusta, Pedro
experimentó a Cristo como su Roca de salvación
y protección. La
Roca es Cristo, “la Piedra viva” (1 Pedro 2, 4-6).
En la
segunda lectura,
tomada de la segunda carta paulina a Timoteo,
oímos cómo también san Pablo fue liberado por el
Señor de la boca del león y
por Él protegido de todo mal
para garantizar que el apóstol pudiera cumplir hasta el final su misión de
proclamar a los paganos el mensaje
de Jesús. El apóstol Pablo habla de su muerte
próxima, a la que describe como una ofrenda de
sacrificio, habla también de una misión
cumplida: “he peleado hasta el fin el buen
combate, concluí mi carrera, conservé la fe” (2 Tim. 4, 7), y del
premio que le espera pronto:
“ya está preparada para mí la corona de justicia, que el Señor, como justo Juez,
me dará en ese Día” (2 Tim. 4, 8).
También
para Pablo
Cristo fue Roca de Salvación. Une a Pedro y
Pablo esta común referencia y vínculo con Cristo Roca o Piedra.
San Pablo, como
los otros 12 Apóstoles, fue llamado por el mismo
Señor. Aunque él no le conoció antes de Su
Resurrección. Fue Jesús Resucitado quien lo llamó
a la misión de proclamar a los paganos su mensaje de salvación. Y fue entonces,
camino a Damasco, adonde se dirigía como perseguidor de los seguidores de
Cristo, cuando Pablo, que era antes el judío Saulo, tuvo la
singular gracia del encuentro con Cristo.
A partir de entonces Cristo fue el
centro de su vida,
su identidad
más profunda.
Como enseña el
Papa Benedicto XVI hablando la centralidad de
Jesucristo en san Pablo[1],
“Cristo llegó a ser para él su razón de ser
y el motivo profundo
de todo su trabajo apostólico”. Y precisamente por ello, “Pablo nos ayuda a
entender el valor absolutamente fundante e
insustituible de la fe” en Cristo y comprender
también en qué consiste la
identidad cristiana, que es
una “mutua compenetración entre Cristo y el
cristiano”. Concluye el Papa afirmando que
la vida cristiana “se apoya entonces
en la roca más firme y segura
que se pueda imaginar”, esto es,
en Cristo.
Digámoslo con palabras del mismo Pablo citadas por Benedicto XVI: “Sé
bien en quién he puesto mi confianza”
(2 Tim. 1, 12).
Había dicho el
mismo Jesús: “Todo el que escucha las palabras que
acabo de decir y las pone en práctica, puede
compararse a un hombre sensato que edificó
su casa sobre roca.”
(Mt. 7, 24). La parábola de las dos casas ilumina nuestra meditación de
hoy. Escuchar a Cristo, tener fe en Cristo, es
hacer de Cristo la Roca sobre la que el mismo
Cristo edifica su casa que es la Iglesia.
Ya el Antiguo
Testamento decía que Dios es la Roca de Israel,
la Roca eterna en
Quien hay que confiar
y a Quien se debe fidelidad
(Isaías 26,4; 28, 16; 30, 29). Y escribe el mismo san Pablo a los Corintios:
“Que cada uno se fije en cómo construye. Nadie
puede poner otro cimiento
que el ya puesto, que es Jesucristo”
(1 Cor. 3, 10-11).[2]
El cimiento, la Roca
es Cristo.
La Roca
es Cristo. Lo fue para
Pablo, lo es para la fe de Pedro. Ambos edificaron
sobre esa Roca la casa de la Iglesia de Cristo.
Unidos en la apostolicidad, mancomunados ambos Apóstoles nos dan hoy una
única lección sobre
la Iglesia y su fundamento en Cristo.
Es más. “Para
Pablo, que encontró a la Iglesia antes de
encontrar a Jesús,
Cristo se identificó con la Iglesia,
y le hizo comprender que perseguir a la Iglesia
era perseguirlo a Él, el Señor. Pablo, entonces,
se convirtió, al
mismo tiempo, a Cristo y a la Iglesia”.
Para san Pablo, la Iglesia es como una misma realidad con Cristo,
su Cuerpo (1 Cor. 12,27),
su Esposa (Efesios
5, 21-33).
[3]
En cuanto a
Pedro, el pasaje de su
confesión de fe en Cesarea de Filipo (Mt. 16, 13-19), que mereció la
bienaventuranza y el encargo del mismo Jesús, es sumamente elocuente para poner
de manifiesto su relación con la Iglesia.
En el texto de san
Mateo, advertimos que la primera pregunta
que hace Jesús a sus discípulos parece uno de aquellos interrogantes que no
espera respuestas que comprometan: “¿Qué dice la gente sobre el Hijo del Hombre?
¿Quién dicen que es?” (Mt. 16, 13).
Pero en la
segunda pregunta: “Y
ustedes, ¿quién dicen que soy?” (Mt. 16, 15), Jesús
los interpela de un modo personal
(“Ustedes”),
y ya no se refiere de un modo indirecto al Hijo del Hombre sino que
habla en primera persona
(“¿quién dicen que soy?”).
Es la respuesta de Simón
Pedro la que se consigna en el evangelio, detalle que no debe pasar inadvertido
dada la primacía de su oficio que ya tenía entre los Apóstoles.
A la confesión de
fe de Simón Pedro: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo” (Mt. 16, 16), sigue
la bienaventuranza que le dirige Jesús: “Feliz de ti” (Mt. 16, 17) porque lo que
has dicho ha sido por una revelación del Padre,
porque sólo el Padre conoce al Hijo
y por eso puede dar testimonio de Él (Mt. 11, 27).
Y luego sigue la
parábola en la que Jesús juega con el nuevo nombre
de Simón: “Pedro”, y la “piedra”: “Tú eres Pedro,
y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”
(Mt. 16, 18).
La Iglesia de
Cristo (“mi
Iglesia”) es edificada por Cristo
(Cristo mismo es el constructor) sobre una Piedra o Roca que no es otra que
el mismo Dios;
Cristo mismo, Cabeza de la Iglesia es la Roca.
Y por ello “el poder de la Muerte no prevalecerá
contra ella” (Mt. 16, 18).
El apóstol Pedro,
por la misión primacial
que ejercerá en la nueva comunidad fundada por Cristo, misión que lleva
como preñada en su mismo nombre
(Pedro/Piedra), al modo de un espejo,
participa
también él de la propiedad de la piedra o roca.
Cristo Roca hace roca a Pedro.
De algún modo esto vale
para todo discípulo de Jesús, para todo creyente, para todo apóstol, arraigado
por su fe en el mismo Dios. Pero, el caso de Pedro tiene algo especial.
La
confesión de la fe de Pedro
será punto de referencia
firme para la unidad de la Iglesia de Cristo.
Y éste es el
sentido de la otra metáfora, la de las llaves del
reino de los cielos que
Cristo entregará a Pedro,
porque a él encomendará una función semejante a la del
mayordomo de la casa (no es
el propietario, el patrón es Cristo), el que tiene las llaves
para abrir o cerrar,
para atar o desatar (o sea,
para interpretar la ley divina con autoridad participada).
Oremos por toda la
Iglesia, para que en este Año Paulino, recibamos la abundancia de la
misericordia e indulgencia que Dios Amor
está dispuesto a derramar sobre nosotros.
Oremos hoy por
toda la Iglesia, llamada a “peregrinar hasta las raíces de la misión”[4]
apostólica, de la apostolicidad original, para que, en un contexto ecuménico,
trabajando por la unidad en la misma Iglesia y con nuestros otros hermanos
cristianos, todos seamos renovados en el ardor apostólico para el anuncio de la
buena nueva de la salvación a todo el mundo.
Oremos por el Sumo
Pontífice Benedicto XVI (en el tradicional día del Papa), para que pueda cumplir
adecuadamente, en continuidad con la misión de Pedro, el oficio delegado, el
ministerio de caridad, de confirmar a sus hermanos en la fe en Cristo, Roca
sobre la que está edificada la Iglesia.
Pbro. Hernán Quijano
Guesalaga
Parroquia del Sagrado
Corazón de Jesús
y Capilla Policial San
Sebastián,
Paraná, Argentina
Domingo 29 de junio de
2008
[1]
Benedicto XVI, Catequesis sobre el Apóstol
san Pablo en las Audiencias de los Miércoles, año 2006, publicadas por
San Pablo Editorial, Buenos Aires, 2008 en “El año de San Pablo”.
[2]
Cf. Fernando Boasso, La Palabra dominical
Ciclo A, Buenos Aires, Paulinas, 1995, pág. 213.
[3]
Benedicto XVI, Catequesis sobre el Apóstol
san Pablo en las Audiencias de los Miércoles, año 2006, publicadas por
San Pablo Editorial, Buenos Aires, 2008 en “El año de San Pablo”.
[4]
Benedicto XVI, Homilía en la que anunció la
celebración del Año de San Pablo, 29 de junio de 2007, publicada por San
Pablo Editorial, Buenos Aires, 2008 en “El año de San Pablo”, pág. 39.