XV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
San Mateo 13, 1-23: Salió el sembrador a sembrar
Autor: Padre Hernán Quijano Guesalaga
Isaías
55, 10-11
Salió el
sembrador a sembrar
A partir de hoy, y
continuando los dos domingos que siguen, leeremos en el capítulo 13 del
evangelio según san Mateo siete parábolas que predicó Jesús sobre el reino de
los cielos. Según la división del evangelio de san Mateo, se trata del tercer
“discurso” de Jesús, el de las parábolas, después de los dos primeros
“discursos”, el sermón de la montaña y el de la misión.
El texto de este domingo
XVº nos ubica en Galilea y nos presenta a Jesús saliendo de la casa donde se
alojaba en Cafarnaúm y sentándose a la orilla del lago. Se reúne junto a Él una
gran multitud, y entonces Jesús se sube a una de las barcas de los pescadores,
se sienta en ella, como en un palco o cátedra, y se pone a enseñar en parábolas
a la multitud que estaba de pie en la orilla.
De las “muchas cosas”
que el evangelista dice que Jesús explicó a la multitud en parábolas desde la
barca, consigna san Mateo una, la parábola del sembrador.
Luego sigue un segundo
momento donde Jesús ya no está ante la multitud sino Él solo con los discípulos
más íntimos, quienes se le acercan y le hacen una pregunta clave: ¿por qué les
predicas en parábolas?
En la respuesta de Jesús
a sus discípulos queda de manifiesto lo que ya se había dicho en el contexto
precedente del evangelio: hay mentes y corazones endurecidos y clausurados al
mensaje de Jesús. A ellos, lo que Jesús diga les rebota. Para estos, las
parábolas son como enigmas todavía no descifrados porque “miran y no ven,
escuchan y no oyen ni comprenden” (Mt. 13, 13). En ellos se cumple, afirma
Jesús, la profecía de Isaías (Is. 6, 9 y ss.). En cambio, les dice Jesús a sus
discípulos, “a ustedes se les ha concedido conocer los secretos del reino de los
cielos” (Mt. 13, 11).
Y todavía agrega
el Señor una bienaventuranza que aplica a sus
discípulos (los que “se acercaron a Él” para
hacerle esa pregunta pastoral que obtuvo una respuesta no reducida a lo
metodológico): “Dichosos los ojos de ustedes porque ven y sus oídos porque oyen.
Les aseguro que muchos profetas y justos ansiaron ver lo que ustedes ven, y no
lo vieron, y escuchar lo que ustedes escuchan, y no lo escucharon” (Mt. 13,
16-17).
Ellos, los discípulos, a
diferencia de quienes les precedieron, pueden experimentar la alegría de los
tiempos mesiánicos, ver y oír el reino de los cielos ya arribado porque vieron y
escucharon a Jesús.
Por último, san Mateo
nos trasmite (Mt. 13, 18-23), nada menos que la explicación y aplicación que el
mismo Jesús hace a sus discípulos de la parábola del sembrador.
Podríamos notar
que mientras que en la parábola,
la idea que Jesús quiere subrayar es la de la abundancia y fecundidad de las
semillas que el sembrador sembró y la extraordinaria y sorprendente cosecha (las
semillas que cayeron en tierra fértil dieron fruto: unas cien, otras sesenta,
otras treinta), en la explicación de la parábola
Jesús pone el acento en los lugares donde cae la semilla, que es la Palabra del
Reino, como metáfora de las distintas actitudes ante la Palabra.
¿Quién el
sembrador que sale a sembrar? El sembrador que
sale a sembrar es el mismo Jesús, Él es la Palabra
o Verbo de Dios que se hace carne, se entierra,
para dar fruto. Él habla en parábolas no por una suerte de recurso técnico para
ocultar lo que reserva para una elite. El sembrador de la parábola no es
mezquino, tira generosa y abundantemente sus
semillas al voleo, incluso sabiendo que muchas
caerán sobre el camino y se las comerán los pájaros, o en terreno pedregoso y
las quemará el sol, o entre espinos y serán ahogadas.
La Palabra de Dios no
juega a las escondidas con los hombres. Pero pide una mínima disposición, oídos,
ojos, mente y corazón abiertos, rectitud y buena disposición. Para quienes
tienen ese comienzo de apertura, la parábola es un instrumento de la pedagogía
divina para la comprensión más didáctica y encarnada de las enseñanzas más
sublimes. ¿Quién con buena voluntad quedaría sin comprender cuando Jesús, de
modo tan sencillo, explicaba verdades tan elevadas con referencia al mundo y la
vida doméstica y pastoril familiar a sus oyentes?
Jesús mismo es la
Parábola de Dios, porque en Él
Dios se hace visible y cercano. Él es la Semilla
del Reino y a la vez la Tierra Fértil donde
fecunda y da fruto abundante.
Este evangelio nos
habla de la Palabra de Dios y de las actitudes y disposiciones del
discípulo para la escucha y
la profundización de la Palabra del Reino.
Aparecen como
obstáculos para la fecundidad de la Palabra en nuestras vidas la
superficialidad de quien
sólo escucha (la semilla que cae junto al camino), la
inconstancia del que
escucha y recibe la Palabra con alegría pero sin raíces y entonces sucumbe ante
la tribulación y la persecución (la semilla en terreno pedregoso), y la
inconstancia del que se
deja llevar por las preocupaciones mundanas y la seducción de la riqueza (la
semilla entre espinos).
También en la
primera lectura el Profeta Isaías nos dice con optimismo que
la Palabra de Dios es eficaz,
como el agua de la lluvia,
que vuelve a Él después de haber hecho fecundar la tierra.
El
fracaso de las semillas
caídas junto al camino, en terreno pedregoso o entre espinos, no se debe a la
falta de potencia o eficacia de la Palabra sino al plan de Dios, que
misteriosamente se somete y condiciona la eficacia de la Palabra a la
disposición de la tierra que acoge la semilla.
La parábola y su
explicación tienen una sorprendente actualidad en nuestros días. Meritan un
delicado examen de conciencia eclesial, comunitario y personal, para evaluar
nuestra escucha, profundización y constancia para que la Palabra de Dios sea
fecunda y dé fruto abundante en nuestras vidas y misión pastoral.
Pbro. Hernán Quijano
Guesalaga
Argentina
Domingo 13 de julio de 2008