XXIX Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

San Mateo 22, 15-21: "Yo soy el Señor"

Autor: Padre Hernán Quijano Guesalaga

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Isaías 45, 1. 4-6; 1ª Carta de san Pablo a los cristianos  de  Tesalónica 1, 1-5; Evangelio según san Mateo 22, 15-21 

“YO SOY EL SEÑOR”

El pasaje evangélico del día (Mt. 22, 15-21) está a continuación del texto de san Mateo proclamado el domingo pasado (la parábola del banquete de bodas: Mt. 22, 1-14).

El ambiente de hostigamiento contra Jesús va en aumento; su Pasión y Muerte está próxima. Fariseos y herodianos de Jerusalén hacen alianza para intentar quitar ascendiente y popularidad a Jesús delante del pueblo. Lo que ocurre había sido planeado en una reunión de los fariseos y responde a la estrategia de estos intentando hacer hablar a Jesús para enredarlo en sus propias palabras. Es un complot, una trampa para “hacerlo pisar el palito”. ¡Vano intento de quienes se creen más “vivos” que Dios!

Los enviados de los fariseos y sus oportunistas aliados estratégicos, los herodianos, “colaboracionistas” estos últimos del Imperio Romano, “doran la píldora” a Jesús introduciendo la cuestión que quieren plantearle con palabras aduladoras. Llaman a Jesús “sincero” e “imparcial”, y dicen verdad, aunque no parece que ellos mismos crean en lo que están diciendo (y por eso merecerán el reproche de “hipócritas”, Mt. 22, 18). En realidad se trata de una pregunta fingida.

La pregunta que plantean al “Maestro” es la siguiente: “¿Es lícito pagar tributo al César o no?”. He aquí la trampa: si responde afirmativamente, conformando a los herodianos porque legitima los impuestos, lo tomarán a mal los judíos, quienes muy a pesar de ellos tributan a los dominadores romanos; si, en cambio, Jesús se opone al pago de los impuestos mandados, provocará a las autoridades imperiales porque se estaría presentando como un insurrecto.

Jesús conoce la mala intención de esta pregunta y les responde con otra pregunta: “¿Por qué me tientan, hipócritas” (Mt. 22, 18). Les pide que le muestren una moneda del tributo, le presentan un denario y les hace Jesús esta otra pregunta a ellos: “¿De quién es esta imagen y esta inscripción?”. Y contestan: “del césar” (Mt. 22, 19-21).

Y entonces le dice: “Den, pues, al césar lo que es del césar y a Dios lo que es de Dios” (Mt. 22, 21).  Sin entrar en la cuestión política y económica en la que querían enlazarle, sin negar los deberes que se siguen del cumplimiento de las leyes civiles, afirma Jesús que hay otros deberes para con Dios.

La sagacidad de la respuesta del maestro sorprende a los que con malicia habían planificado atraparle, les desarma, y ellos, vencidos, emprenden la retirada (Mt. 22, 22).

Más allá de cualquier autoridad y poder humanos está la autoridad de Dios, fundamento y origen de cualquier otra autoridad.  Como dice Isaías en el fragmento que se proclamó hoy como segunda lectura, que pone en boca de Dios estas palabras: “Yo soy el Señor, y no hay otro”. El conjunto de ambas lecturas bíblicas afirma rotundamente la primacía de Dios.

Todavía se podría establecer una comparación que está implícita en el evangelio: así como el denario, que lleva la imagen del césar, remite al césar y obliga a tributar al césar, todo hombre, porque en él el Creador ha impreso su propia imagen, y en esto consiste su dignidad, se debe a su Dios.

Jesús acaba de predicar tres parábolas sobre el reino de Dios. Con la enseñanza de hoy, quiere subrayar que el reino de Dios no pertenece a los poderes de este mundo sino que los trasciende.

Sin embargo, la intención de Jesús no es dividir y separar el reino de Dios de los reinos terrenales. Hay como una inclusión que se puede explicar por diversas figuras, diciendo por ejemplo que el reino de Dios es como el alma en el cuerpo del mundo. El reino de Dios es semilla plantada; crecen juntos trigo y cizaña. Una interpretación “espiritualista” y desencarnada está excluida de la intención de Jesús. Se afirma, no obstante, si no la separación, ciertamente la autonomía de ambos reinos.

Diez son los mandamientos. Los tres primeros, los más importantes, que son el fundamento de los que siguen, se refieren a los deberes del hombre para con Dios.  ¿Qué queda de los otros siete mandamientos sin su apoyo en los tres primeros? ¿Podemos esperar que se honre padre y madre, se obedezcan las leyes, se respete el derecho a la vida, etc. si se niega a Dios?

Quizás el pecado radical de todos los tiempos ha sido querer quitar a Dios del medio, de la cultura, de la civilización, de la vida cotidiana. Hoy vemos cómo se pretende reducir, sitiar y recluir la religión al ámbito privado, quitándole derecho de ciudadanía en la vida pública de los pueblos.

Por ello, tienen enorme fuerza y gravedad, las palabras de Jesús: “Al césar lo que es del césar, a Dios lo que es de Dios” (Mt. 22, 21). ¡Sólo Dios es Señor!

Pbro. Hernán Quijano Guesalaga,

Parroquia del Sagrado Corazón de Jesús,

Capilla Policial San Sebastián,

Paraná,  Argentina

Domingo 19 de octubre de 2008