XXXIV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Solemnidad Cristo Rey del Universo

San Mateo 25, 31-46: Pastor, Rey y Juez

Autor: Padre Hernán Quijano Guesalaga

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Ezequiel 34, 11-12. 15-17;1ª Carta de san Pablo a los cristianos  de  de Corinto 15, 20-26. 28; Evangelio según san Mateo 25, 31-46 

PASTOR, REY Y JUEZ

Pastor, Rey y Juez. Tales son los rasgos que las tres lecturas bíblicas de este último domingo del año litúrgico hacen converger en la figura de Cristo.

En la visión profética de Ezequiel, el Mesías asume el papel del mismo Dios que como Pastor promete que consolará a su Pueblo: congregará el rebaño disperso, apacentará sus ovejas con justicia y las llevará a descansar, buscará a la oveja perdida y sanará a la herida o enferma.  El Pastor es Dios mismo apacentando su rebaño sin la mediación de los malos pastores. Este Pastor también posee poder para juzgar “entre oveja y oveja, entre carneros y chivos”. El Mesías, Cristo, encarnará y concretará este anuncio.

En la carta de san Pablo a los cristianos de Corinto, Cristo Resucitado, el primero en resucitar, en la plenitud de los tiempos, concederá la resurrección a todos los hombres, entonces se manifestará su victoria sobre todo poder, y sometiéndosele todas las cosas, entregará y someterá su reino al Padre.

En la solemnidad de Jesucristo Rey, es necesario entender lo que este título significa. Cristo, en efecto, es Rey. ¿No hemos venido recordando a lo largo de este año litúrgico, en el que hemos seguido fundamentalmente el evangelio según san Mateo, el mensaje de Jesús sobre el reino de Dios, el anuncio de que el reino está cerca, las parábolas sobre el reino de los cielos? En la profecía que hemos proclamado hoy el Hijo del Hombre es llamado precisamente “Rey”: “Entonces el rey dirá a los que tenga a su derecha”, “el rey les contestará” (Mt. 25, 34.40). Es el Hijo del Hombre que, en la plenitud de su reino, llega con majestad y se sienta en su trono de gloria (Mt. 25, 31) y llama a los justos a recibir el reino preparado para ellos desde la creación del mundo (Mt. 25, 34). Con razón, justos y malos le llaman “Señor”.

Es Rey con facultades de Juez universal: “todas las naciones serán reunidas en su presencia” (Mt. 25, 32). Separará “a unos de otros, como un pastor separa las ovejas y las cabras” (Mt. 25, 32). Es Rey, es Juez y es Pastor. Decir que Jesús es Rey, Juez y Pastor es lo mismo.

Él reina pastoreando, o sea, parafraseando al profeta Ezequiel y su profecía sobre el Pastor anunciado, Él reina congregando el rebaño disperso, apacentando sus ovejas con justicia y llevándolas a descansar, buscando a la oveja perdida y sanando a la herida o enferma. Él reina como Pastor Bueno que ama y sirve a sus ovejas. Reina Cristo con el poder desarmado de la misericordia y el amor.

Él reina como supremo Juez colocando a las ovejas a su derecha y a las cabras a su izquierda (Mt. 25, 33), invitando a unos a acercarse (“Vengan”, Mt. 25, 34) y apartando a los otros (Mt. 25, 41), llamando “benditos” a los de la derecha (Mt. 25, 34) y a los de la izquierda “malditos” (Mt. 25,41).

Es el mismo discernimiento del reino que se hará al final entre el trigo y la cizaña según la parábola de la cizaña (Mt. 13, 24-30. 36-43) o entre peces buenos y peces de desecho en la parábola de la red (Mt. 13, 47-50).

Lo que más asombra en esta visión profética, que también es una parábola, sobre el juicio de las naciones, es el criterio de discernimiento que aplicará el Juez. El criterio que divide a ovejas y cabras, a los de la derecha y los de la izquierda, a los benditos y los maldecidos, los que reciben el reino y los que se lo pierden, es el del amor y la misericordia en el trato que hayan dado a los hambrientos, los sedientos, los huéspedes, los desnudos, los enfermos y los presos.

En estas seis categorías de necesitados podemos oír un eco de la predicación de Jesús sobre los bienaventurados (Mt. 5, 1-12). En el sermón de las bienaventuranzas Jesús había llamado felices por sus actitudes a determinadas categorías de personas (los pobres de corazón, los afligidos, etc.) porque a ellos les pertenece el reino de los cielos, serán consolados, serán saciados, verán a Dios. Allí mencionaba Jesús a los misericordiosos (en la quinta bienaventuranza, Mt. 5,7) y decía: “felices los misericordiosos porque serán tratados con misericordia”.

El evangelio de hoy es como un comentario y ampliación del sermón de las bienaventuranzas, sobre todo de la de los misericordiosos. En las bienaventuranzas, Jesús ya había señalado quiénes son los indigentes del amor y de la misericordia nuestro. Ahora agrega un argumento más para atraer la misericordia y el amor sobre sus “hermanos menores” (Mt. 25, 40) y los “más pequeños” (Mt. 25, 45): se identifica Él mismo con los pobres de corazón, los afligidos, etc., se identifica Él mismo con los pequeños, los hambrientos y sedientos, los necesitados de casa o vestido, los enfermos o presos. Y de esa forma, considera como hecho o negado a Él mismo todo acto de amor y misericordia en beneficio de los necesitados: darles o no de comer o de beber, hospedarles o negarles hospedaje, vestirles o no, visitarles o no (Mt. 25, 40.45).

¡Es impresionante hasta qué punto Jesús se hace solidario con el hombre, con todo hombre (porque no se refiere sólo a sus discípulos)! Jesús quiere que le veamos a Él, aunque oculto y casi de anonimato o incógnito, detrás del pobre y el indigente, como una transfiguración de Él (Mt. 17, 1-9), con la lógica de la Encarnación y de la Cruz de Jesús donde la humanidad y la debilidad esconden y a la vez hacen presente la divinidad. “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos de paso, y te alojamos; desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o preso, y fuimos a verte? Y el rey les responderá: Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo" (Mt. 25, 37-40); “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, de paso o desnudo, enfermo o preso, y no te hemos socorrido? Y él les responderá: Les aseguro que cada vez que no lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron conmigo” (Mt. 25, 44-45).

Haber visto y reconocido a Jesús en el hambriento que alimentan, en el sediento cuya sed calman, en el migrante que reciben en su casa, el necesitado de ropa que visten o el enfermo o preso que visitan,  el haber practicado con ellos el amor y la misericordia es el criterio de discernimiento para entrar en el reino de los cielos. “Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo” (Mt. 25 34). “Los justos irán a la Vida eterna” (Mt. 25, 46).

El fragmento de san Mateo hoy proclamado, que en forma exclusiva nos trasmite este evangelista, cierra el llamado discurso escatológico de Jesús (capítulos 24 y 25). Lo que sigue a continuación en Mateo es el relato de la Pasión, de la Pascua de Jesús (a partir del capítulo 26). Con la Pascua de Jesús comienzan los tiempos escatológicos, el retorno de Cristo y el juicio universal se están actuando.

En el discurso escatológico y en otras parábolas sobre el reino de los cielos (como la del banquete de bodas: Mt. 22, 1-14), si antes se había subrayado la necesidad de vigilar y prepararse para la futura venida de Cristo, lo que la visión del juicio de las naciones destaca es la presencia actual del Rey, el Cristo glorioso ya llegado, la plenitud del reino, la promesa cumplida y el juicio universal en escena. 

Si hay un día en que adquiere todo su sentido invocar a Cristo como “Señor de la historia”, como decimos en una oración conocida en Argentina, éste es hoy. Las lecturas bíblicas nos sugieren relacionar la Creación y la Pascua de Jesús: “Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo” (Mt. 25 34). Cristo, Rey Misericordioso, Cristo Resucitado es quien someterá el universo entero, Él se someterá también a Aquel (el Padre) que le sometió todas las cosas, “a fin de que Dios sea todo en todos” (1° Carta a los Corintios, lectura del día). 

Pbro. Hernán Quijano Guesalaga,

Parroquia del Sagrado Corazón de Jesús,

Capilla Policial San Sebastián,

Paraná,  Argentina

Domingo 23 de noviembre de 2008