IV Domingo de Pascua, Ciclo B

San Juan 10, 11-18: La voz del Pastor Bueno

Autor: Padre Hernán Quijano Guesalaga

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Hechos de los apóstoles  4, 8-12; 1º carta de san del apóstol san Juan 3, 1-2; Evangelio según san Juan 10, 11-18 

LA VOZ DEL PASTOR BUENO

Leyendo los versículos del capítulo 10° del evangelio según san Juan que nos toca en este 4° domingo de Pascua, nos encontramos con que Jesús se presenta y define a Sí mismo como el Buen Pastor o el Pastor Bueno.

La palabra “Pastor” va a aparecer en este fragmento cinco veces. Dos de ellas están dichas en primera persona, el sujeto es el mismo Jesús y se reitera el adjetivo “bueno”: “Yo soy el buen pastor” (v. 11 y 14). Otras dos veces en que aparece el término “pastor” en el texto explican mejor lo que significa ser buen pastor: el buen pastor da su vida por las ovejas, tercera vez que se usa la palabra bueno asociada con el pastor (v. 11), el pastor es uno solo como uno solo es el rebaño que se congrega siguiendo la voz del único pastor, el pastor es uno y el único pastor guía y congrega (v. 16). Por último, se dice pastor negando que el asalariado lo sea porque no le importan las ovejas y huye y abandona las ovejas cuando ve venir el lobo (V. 12), lo que implica por oposición afirmar que al buen pastor le importan las ovejas.

Es necesario reconocer algunos textos del Antiguo Testamento en el trasfondo de este trozo evangélico. Pensamos en Ezequiel 34.

El profeta Ezequiel manifiesta la desilusión de Dios con los pastores que han conducido a Israel “que se apacientan a sí mismos” en vez de apacentar a la ovejas (34, 2), de modo que éstas se dispersan y son alimento de las fieras (34, 6-8) y a la vez la promesa de Dios de que buscará, pastoreará y congregará por sí mismo las ovejas de su rebaño (34, 11-16).  El texto del antiguo testamento se propone inspirar al pueblo la confianza en Dios.

En el evangelio según san Juan, Jesús se presenta como el cumplimiento de esa profecía de Ezequiel, y los pastores de Israel son aquí los asalariados que abandonan las ovejas  a merced de los lobos. Jesús es el Buen Pastor en quien hemos de poner nuestra confianza.

Pero las palabras de Jesús van más allá que el mensaje de Ezequiel. Jesús nos dice que Él es el “Pastor Bueno”, y nos explica por qué “Bueno”.  Porque da su vida, entrega su vida por sus ovejas, pone su vida en medio entre sus ovejas y el lobo (v. 11). Y porque, a diferencia de los asalariados, a quienes no importan las ovejas, Él conoce a sus ovejas y ellas le conocen a Él (v. 14) como el Padre le conoce y Él conoce al Padre (v. 15).

Este mutuo conocimiento entre el Buen Pastor y sus ovejas, comparado con el recíproco conocimiento entre Dios Padre y su Hijo, debe entenderse bíblicamente, o sea como un conocimiento amoroso o un conocimiento que va de la mano del amor. Bien podríamos poner en boca de Jesús estas palabras: “amo a mis ovejas y ellas me aman, como el Padre me ama y Yo amo al Padre”, mientras el empleado que huye no ama a sus ovejas. Advirtamos que Jesús llama a las ovejas “sus” ovejas: “mis ovejas” (Jn. 10, 14).

El mutuo conocimiento y el mutuo amor entre el Pastor Bueno y sus ovejas alude a una relación personal entre Jesús y cada de las ovejas de su rebaño. Por eso dice Jesús que las ovejas “escuchan su voz” (v. 16), escuchan y reconocen su voz.

El amor del Buen Pastor por sus ovejas se demuestra no sólo en que da su vida, y la referencia es victimal, o sea que sugiere que Él entrega su vida en sacrificio,  sino que da la vida para después recobrarla (v.17), nadie se la quita sino que la da libremente (v. 18), y tiene poder para darla y para recobrarla (v. 18). Ésta es la razón del amor del Padre por Jesús (v. 17), porque dando y recobrando su vida cumple la Voluntad del Padre (v. 18).

El amor del Buen Pastor por sus ovejas más allá de las ovejas de Israel y se extiende universalmente a todas las ovejas. Con ardor misionero afirma Jesús, el Buen Pastor: “Tengo otras ovejas (¡también son sus ovejas!) que no pertenecen a este corral; a ésas debo guiarlas para que escuchen mi voz y se forme un solo rebaño con un solo pastor” (Jn. 10, 16).

Ese vínculo que hay entre el Buen Pastor y sus ovejas, mutuo conocimiento amoroso, distingue con claridad al rebaño de Jesús Buen Pastor respecto de “el mundo”. Porque en la medida en que el mundo no conoce ni ama a Cristo, no pertenece a su rebaño ni conoce ni ama al rebaño del Pastor Bueno.

A eso se refiere el mismo san Juan en su carta, que leímos como 2° lectura en la liturgia de hoy. Hay una diferencia y como cierto enfrentamiento entre el rebaño y  ese “mundo” que no reconoce a Jesús Buen Pastor, que reniega del Pastor Bueno. Ésta es una realidad innegable que también experimentamos en nuestros días.

Pedro y los Apóstoles (Hechos 4, 8-12), respondiendo a las acusaciones del Sanedrín después de la curación de un paralítico, deben dar razón por haber sido pastores buenos, no asalariados, deben rendir cuentas por haber hecho el bien.

Hoy también “el mundo”,  al rechazar a Jesús, como los fariseos de su tiempo lo rechazaron, rechaza la piedra angular, la piedra fundamental, sin la cual se viene abajo el edificio (referencia a la primera lectura: Hechos 4, 8-12), rechazan al Pastor Bueno, se resisten ante la bondad del Pastor, la bondad de Dios.

El testimonio de Pedro es a favor del nombre de Jesús Salvador, piedra angular. El único que salva es Jesús. Por ello hemos de confiar en Él. El mensaje de Pedro y los Apóstoles para el “mundo” es éste: los dioses de Uds. no salvan. Vuélvanse a Jesús muerto y resucitado. Vuélvanse a Jesús Buen Pastor. Es el amor de Dios el que salva. Vuélvanse a Jesús la piedra fundamental, firme, fuerte. Aférrense a ella. No teman. Confíen.  Los pastores a los que Uds. siguen no causan más que dispersión, huyen frente al peligro.

Desde el corazón de Jesús Buen Pastor miremos al “mundo” no como un enemigo a quien enfrentar, miremos hacia el horizonte como miró el Señor, a las otras ovejas que aún no han sido reunidas en el único rebaño suyo, y con Él salgamos a buscar hasta encontrar la oveja perdida.

En la Eucaristía se nos da el Cuerpo y la Sangre, ese mismo que Cristo entregó porque quiso y mostró que tenía el poder no sólo de darlo sino de recuperarlo, y al resucitar recuperó para salvarnos y darnos vida. 

Me siento oveja tuya, Buen Pastor, conocida por Ti, recibiendo la vida dada por Ti, defendida de los lobos por Ti, y me pregunto si yo te conozco suficientemente y si conozco y reconozco Tu voz cuando me llamas para guiarme. Me siento pastor del Pastor Bueno y me pregunto si acaso no soy más bien un asalariado que huye cuando el lobo amenaza a mi comunidad, me pregunto si conozco a mis fieles, si soy capaz de dar la vida y me entrego a ellos y por ellos, si congrego o más bien divido el único rebaño Tuyo, si soy “bueno”. El texto es pascual, el Pastor Bueno da la vida porque tiene poder para recobrarla y eso por encargo del Padre, porque es la Voluntad del Padre Tu Muerte y Resurrección. 

Pbro. Hernán Quijano Guesalaga

Parroquia Sagrado Corazón de Jesús y

Capilla Policial San Sebastián,

Paraná, Argentina

Domingo 3 de mayo de 2009