VI Domingo de Pascua, Ciclo B

San Juan 15, 9-17: Permanecer en su amor

Autor: Padre Hernán Quijano Guesalaga

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Hechos de los Apóstoles 10, 25-26. 34-35. 44-48; 1º carta de san del apóstol san Juan 4, 7-10; Evangelio según san Juan 15, 9-17 

PERMANECER EN SU AMOR  

Este domingo, el 6° de Pascua y el último antes de las próximas solemnidades de la Ascensión y de Pentecostés, la liturgia retoma el evangelio según san Juan con la alegoría que presenta Jesús de la vid y los sarmientos.

Sin embargo, en esta segunda parte de esta sección de la despedida y testamento del Señor en la última cena, el acento se pone más que en el signo – la vid y los sarmientos – en aquello por el signo expresado: el amor que debe vincular los sarmientos a la vid.

El Maestro retoma la exhortación a permanecer en su amor: “permanezcan en mi amor” (Jn. 15, 9). 

Estamos en un momento y en una cultura marcada por la movilidad, el cambio, el progreso más que por la permanencia. Esto es, en buena medida, bueno. Junto a ello, nos encontramos rodeados de inestabilidad, ruptura con las tradiciones, superficialidad, pérdida de raíces. Por ello nos cuesta hoy comprender esto de la permanencia o estabilidad en alguna cosa, en los principios y convicciones, en las promesas y juramentos, en la palabra dada, en el amor.  Sin embargo, ¿se puede amar y ser amado de verdad si no es para siempre? Pienso en la frustración y falta de felicidad de tantas parejas hoy. Pienso en tantos, pobres, que confundidos, tan fácilmente abandonan hoy la fe de su bautismo, defeccionan y cambian de religión: no son discípulos que permanecen en el amor de Jesús.

Jesús dice a sus discípulos: “permanezcan en mi amor” (Jn. 15, 9). Y lo dice dando el ejemplo, como es de todo buen maestro, y ofreciendo como modelos ejemplares de la permanencia en el amor el amor del Padre a Él y el amor de Él a sus discípulos: “como el Padre me amó así yo los he amado” (Jn. 15,9).

Se ha hecho notar que la conjunción comparativa “como”, con la que  comienza este versículo, en su original griego puede traducirse también así: “Porque”, con un sentido causal, quedando el texto entonces así: “porque el Padre me amó así yo los he amado”[1]. No sólo como sino porque el Padre me amó, yo los he amado.

El amor fiel del Padre a Jesús no es sólo el modelo sino también la fuente del amor de Jesús a sus discípulos. La permanencia fiel de sus discípulos en el amor a Jesús tiene en el amor de Dios no sólo su modelo original sino la garantía de su causa fontal en el mismo Dios, una causa que sigue operando para garantizar la permanencia en el amor.

El amor fiel de los discípulos de Jesús que permanecen en su amor tiene su demostración en el cumplimiento por parte de ellos de los mandamientos de Jesús. Así como Él, Jesús, ha cumplido los mandamientos del Padre (Jn. 15, 10). Y el mandamiento de Jesús a sus discípulos es el del amor recíproco, como, porque, Él los ha amado a ellos (Jn. 15, 12) y el Padre a Él.

¿Cómo has amado, Señor, a tus discípulos? Respondamos señalando cinco puntos.

1.     ¿Cómo has amado, Señor, a tus discípulos? Con un amor muy grande, tan grande como el que da su vida por aquellos a quienes ama, por sus amigos (Jn. 15, 13). Así quieres que sea el amor recíproco que mandas a tus discípulos, amor “ágape”, de entrega, de servicio mutuo.

2.     ¿Cómo has amado y sigues amando, Señor, a tus discípulos? Tratándoles como amigos y no como esclavos o simples servidores que cumplen las órdenes sin saber tantas veces las razones. Tu amor, Maestro, hace de tus discípulos tus amigos si ellos hacen lo que Tú les mandas. Tratas a tus discípulos como amigos porque compartes con ellos las razones de lo que les mandas, y hasta tus más íntimos secretos, porque les das a conocer lo que Tú has oído del Padre (Jn. 15,15).

3.     ¿Cómo has amado y sigues amando, Señor, a tus discípulos? Porque tu amor tiene la iniciativa. No te eligieron ellos a Ti, sino Tú los elegiste a ellos. Es más, los destinaste para que vayan y den fruto, un fruto que permanezca – otra vez reaparece la idea de permanencia, estabilidad: un fruto duradero – (Jn. 15, 16). Los elegiste de antemano y de antemano los enviaste. Como el Padre te envió a Ti.

4.     ¿Cómo has amado y sigues amando, Señor, a tus discípulos? Uniéndoles de tal modo a Ti, como los sarmientos en la vid, de tal manera que el Padre te escuchará a Ti y te concederá a Ti lo que tus discípulos cuando oren pidan en tu nombre (Jn. 15, 16).

5.     ¿Cómo has amado y sigues amando, Señor, a tus discípulos? Participándoles de tu alegría: “Les he dicho esto para que participen de mi alegría y sean plenamente felices” (Jn. 15, 11). ¡Maravilloso! En el contexto de la última cena, próxima su Pasión y Muerte, estas palabras de Jesús muestran el otro lado de aquel dar la vida victimal por sus amigos: das la vida pero para recuperarla por la resurrección. La permanencia en el amor tiene prometida la gratificación suprema de la felicidad escatológica. Por eso el Señor hace esas revelaciones a sus discípulos en la última cena[2].

 

El mensaje del evangelio es el mismo que el apóstol san Juan nos brinda en el fragmento de la primera carta que proclamamos hoy como segunda lectura (1 Jn. 4, 7-10):

“Queridos míos, amémonos los unos a los otros, porque el amor procede de Dios, y el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor. Así Dios nos manifestó su amor: envió a su Hijo único al mundo, para que tuviéramos Vida por medio de él. Y este amor no consiste en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó primero, y envió a Su Hijo como víctima propiciatoria por nuestros pecados.” 

En la primera lectura, del libro de los Hechos de los Apóstoles, capítulo 10, se relata la historia del centurión Cornelio y su visión, la experiencia mística de San Pedro, y la visita que éste hizo a aquel pagano en Cesarea. En el discurso de San Pedro hay un resumen del anuncio, se pone el acento en que ellos, los apóstoles, han sido testigos. San Pedro reconoce que Dios le mostró que no hay para Dios acepción de personas y que todo hombre justo es agradable a Dios. De esa forma, Pedro comprendió el carácter universal del anuncio del reino. Y así lo fundamentó cuando en Jerusalén los cristianos procedentes del judaísmo le pidieron cuentas de haberse alojado en casa de un pagano y haber comido los alimentos impuros que éstos le sirvieron. Dios le había hecho ver a Pedro que no hay nada impuro para Él. Este carácter universal de la salvación, más allá de los límites del pueblo judío, es el mismo universalismo que posee el amor de Dios por nosotros.

Cuando Cornelio se arrodilló frente a San Pedro, y éste lo hizo poner de píe diciéndole "yo soy un hombre", Cornelio comprendió que era ante Jesús frente a quien debía ponerse de rodillas, ante Jesús Resucitado, verdadero Dios. En este sexto domingo de Pascua debemos renovar nuestra fe en Jesús Resucitado, verdadero Dios, renovar nuestro compromiso para ser testigos, como lo fueron los apóstoles, para que otros crean, renovar nuestra condición de discípulos amigos, elegidos y enviados, discípulos que comparten secretos con Jesús, discípulos fieles que permanecen en su amor, discípulos destinados a compartir la alegría de su resurrección, su propia alegría.

Pbro. Hernán Quijano Guesalaga

Parroquia Sagrado Corazón de Jesús y

Capilla Policial San Sebastián,

Paraná, Argentina

Domingo 17 de mayo de 2009

 


[1] Cf. Rivas, Luis; Jesús habla a su pueblo, Ciclo B, Adviento, Navidad, Cuaresma, Pascua, Buenos Aires, CEA, 2002, pág. 269 y Rivas, Luis; El Evangelio de Juan, Buenos Aires, San Benito, 2006, pág. 414.

[2] Cf. Rivas, Luis; El Evangelio de Juan, Buenos Aires, San Benito, 2006, pág. 414.