XII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
S
an Marcos 4, 35-41: Pasar a la otra orilla

Autor: Padre Hernán Quijano Guesalaga

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Job 38, 1. 8-11; 2° carta de san Pablo a los cristianos de Corinto 5, 14-17; Evangelio según san Marcos 4, 35-41

PASAR A LA OTRA ORILLA

Retomamos la lectura continua del evangelio según san Marcos. El relato de hoy no es una enseñanza doctrinal del Maestro sino una muestra en vivo de la acción de Jesús. Él sigue siendo “Maestro”, así le llaman sus discípulos cuando le despiertan (Mc. 4, 38), pero no les da una lección académica ni un sermón sino que les muestra su amor y su poder divinos con su presencia y su acción, aunque también con sus palabras.

El pasaje tiene sus paralelos en los otros evangelistas sinópticos, san mateo y san Lucas (Mt. 8, 23-27 y Lc. 8, 22-25).

El texto de san Marcos tiene respecto de los paralelos sus diferencias y originalidades: su lectura remite también a un contexto del Antiguo Testamento pero no tanto  (como en Mateo y Lucas) al profeta Jonás (Jonás 1, 1-15), aún con sus semejanzas (el barco, la tormenta marítima, el sueño de Jonás, el temor de los marineros que le despiertan por su ayuda), con sus diferencias (la rebelión del profeta Jonás ante la voluntad de Dios que quiere llevarle a Nínive, los navegantes echan la culpa a Jonás, la tempestad se calma cuando le tiran al fondo del mar), sino que el evangelio según Marcos remite más bien al Salmo 107, 23-31, que se lee como interleccional también hoy.

Por otra parte, algunos detalles son exclusivos de Marcos: el hecho sucede al atardecer (Mc. 4, 35), despiden a la gente antes de pasar a la otra orilla(Mc. 4, 36), se menciona el lugar en la barca donde Jesús se recostó a dormir (en la popa sobre un almohadón), se pone el acento en el miedo de los discípulos. Algunos de estos pormenores llevan a concluir que en el evangelista san Marcos hay una relación y similitud entre la narración de Jesús que calma la tempestad (Mc. 4, 35-41) y la que presenta a Jesús caminando de noche sobre las aguas del lago hasta que sube a la barca y se calma el viento (Mc. 6, 46-52). [1]

Me parece que el objetivo principal del texto es el de presentar a Jesús con el mismo poder que se reconocía en el Antiguo Testamento a Dios (Salmo 107)

Por ello, la pregunta que se hacen al final los discípulos, llenos de temor: “¿quién es éste, que hasta el viento y el lago le obedecen?” (Mc. 4, 41). [2]

Algunos, no obstante lo dicho arriba acerca de las diferencias entre Marcos y los otros dos evangelios al respecto, han señalado la relación del relato de Jesús calmando la tempestad con la historia de Jonás (Jonás capítulos 1 y 2): Jonás desobediente a la voluntad de Dios comparado a Cristo Obediente al Padre, Jonás tragado y vomitado por el pez como signo de la Pascua de Jesús Muerto y Resucitado, y en ambos casos, la voluntad salvífica de Dios  que envía, primero a los profetas y finalmente a Su Hijo, porque quiere que los hombres se arrepientan de sus pecados y sean salvados.[3]

En el agua turbulenta que amenaza de muerte y es serenada por Jesús, en el sueño y luego el despertar del Maestro se advierte sin dudas una referencia pascual.[4]

La acción de Jesús calmando la tempestad se parece a un exorcismo cósmico, un exorcismo sobre la naturaleza, donde el viento y el agua agitada a los que el Maestro les habla como a un ser viviente: “calla, enmudece” (Mc. 4, 39) llevan a asociarlo con los exorcismos que expulsan los espíritus malignos como signo de la llegada del reino de Dios.[5]

Se trata siempre de Cristo Salvador,  Jesús que salva a la humanidad por su obediencia al padre, por su obediencia hasta la Muerte y Resurrección.

Ese impulso salvífico de Jesús es el que le mueve a decir a sus discípulos esa tarde “pasemos a la otra orilla” (Mc. 4, 35). No despide Jesús a la gente (Mc. 4, 36) sino para ir a lugares más lejanos, “a la otra orilla”,  no para huir de la gente sino para abarcar y sanar a otros, a todos, al endemoniado y a los habitantes de Gerasa (Mc. 5, 1-20), a Jairo, el jefe de la sinagoga que le pidió por su hija  grave y a la mujer con hemorragias (Mc. 5), etc.

Lo que mueve a Jesús a ir con sus discípulos “a la otra orilla” es el impulso misionero por anunciar que el reino de Dios está cerca (Mc. 1, 15). A “la otra orilla”, el territorio de la Decápolis, de los paganos, al mundo, a todo el mundo, sin límites.

El viento huracanado y las olas que rompen contra la barca significan que el maligno está enojado y quiere impedir que Jesús y sus discípulos lleguen precisamente “a la otra orilla”, al mundo, a todo el mundo, sin límites.

Protestan, dudan los discípulos cuando al despertarle dicen al Maestro “¿no te importa que naufraguemos” (Mc. 4, 38). Temen y se preguntan si el mal puede más que el bien. Temen y le cuestionan a Dios por qué permite que el mal triunfe sobre el bien.

Era la misma queja del justo Job ante Dios a la que Dios responde como leímos en la primera lectura del día (Job 38, 1. 8-11).  No dudes Job del Dios que creó y tiene dominio sobre mares y olas. No temas, porque el mismo Dios es Todopoderoso y no puede vulnerarle el mal. A Él no le hace mella el mal. No lo puede el mal. No puede afectarle el mal.

Es la queja o inquietud de  todo hombre, de los hombres de todos los tiempos, ante la amenaza de las tempestades y las noches. No temas hombre, no temas, duerme, duerme como el Maestro en la popa del barco, duerme como un niño confiado en brazos de su padre. Jesús, el Salvador, despierta y se levanta por ti, para dar una orden y calmar la tempestad porque todas las cosas  se someten y obedecen a Aquel que las creó. Aquel que vino para salvarte es el mismo que con su poder infinito te creó.

Este evangelio trata sobre los miedos de los discípulos. Pero también sobre los miedos de todo hombre. La humanidad entera vive hoy amenazada por el miedo: las catástrofes naturales, los atentados terroristas, las pandemias de gripe o nuevas enfermedades, los accidentes aéreos, etc.

A los discípulos temerosos, y a todo hombre, se dirige la pregunta, y la queja de Jesús, esta vez no la queja de ellos a Dios sino de Dios a ellos: “¿Por qué son tan cobardes? ¿Aún no tienen fe?” (Mc. 4, 40).  

Pbro. Hernán Quijano Guesalaga

Iglesia Parroquial del Sagrado Corazón de Jesús

y Capilla Policial San Sebastián,

Paraná, Argentina

Domingo 21 de junio de 2009


[1]  Cf. Benoit, Boismard, Malillos, Sinopsis de los cuatro evangelios, tomo II, Bilbao, Desclée de Brouwer, 1977, pp. 182-185.

[2] Cf. Benoit, Boismard, Malillos, Sinopsis de los cuatro evangelios, tomo II, Bilbao, Desclée de Brouwer, 1977, p. 184.

[3]  Cf. Rivas, Luis; Jesús habla a su pueblo, Ciclo B, Domingos durante el año, Conferencia Episcopal Argentina, Buenos Aires, 2002, pp. 85-89.

[4] Cf. Benoit, Boismard, Malillos, Sinopsis de los cuatro evangelios, tomo II, Bilbao, Desclée de Brouwer, 1977, pp. 184.

[5] Cf. Benoit, Boismard, Malillos, Sinopsis de los cuatro evangelios, tomo II, Bilbao, Desclée de Brouwer, 1977, pp. 184.