XIX Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
San Juan 6, 41-51: El Padre nos a trae a Jesús

Autor: Padre Hernán Quijano Guesalaga

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1 Reyes 19, 1-8: Carta de san Pablo a los Efesios 4,30- 5,2;Evangelio según san Juan 6,41-51 

EL PADRE NOS ATRAE A JESÚS 

Dejémonos instruir por la Palabra de Dios. Como dice San Juan en el Evangelio, Dios Padre nos instruye y nos atrae hacia Jesús, nos da la fe en Jesús. “Nadie puede venir a mi si no lo atrae el Padre que lo envió…El que escucha al Padre y aprende vendrá a mí” (Jn. 6, 44-45). 

La tristeza de Elías ( 1 Reyes 19, 1-8)

Perseguido por la reina Jezabel, que era fenicia, y apoyaba a los profetas de Baal, exilado, el profeta Elías huye, desterrado, queda solo, lo vence el cansancio y el desaliento y se duerme bajo una retama.

¿Por qué está triste? Está cansado de luchar por cumplir su misión recordándole al pueblo que debe ser fiel a la religión revelada y por encontrarse con la resistencia a su enseñanza. Triste hasta desearse la muerte.

Viene en su ayuda Dios a través del ángel, lo despierta y le invita a comer el pan recién horneado y a beber agua. Por segunda vez lo despierta y le dice que coma porque todavía tiene un largo trecho por andar, camina 40 días hasta el monte, donde Dios entregó la Ley a Moisés, como fueron 40 los años que caminó el Pueblo por el desierto conducido por Moisés. El alimento misterioso de Dios le da fuerzas para retomar el camino de la fe.

También nosotros, que a veces nos desalentamos en nuestro camino de la fe, necesitamos que Dios nos alimente y fortalezca, como al profeta Elías. No sabemos cuánto nos queda aún por caminar hasta el encuentro con Cristo en la Pascua personal.

 

La tristeza del Espíritu Santo (Efesios  4,30- 5,2)

El apóstol San Pablo exhorta a los cristianos de Éfeso a no entristecer al Espíritu Santo. Se trata de una metáfora, porque Dios no tiene pasiones, no podría estar literalmente triste. El Espíritu se entristece a causa de los gritos, insultos, palabras que hieren a los demás, y toda maldad. Es necesario que imitemos la bondad de Dios y seamos compasivos.

La fe en Jesús y la Eucaristía, Pan de Vida, fortalece y sana nuestras tristezas

El trozo del Evangelio de San Juan que hoy leemos pertenece a la última parte del Discurso del Pan de Vida, después del milagro de la multiplicación de los panes.

Jesús había dicho: Yo soy el Pan bajado del cielo. Los judíos que murmuran oponen la verdad de su humanidad como si contradijera la verdad de la divinidad de Jesús: conocemos tu padre y tu madre, ¿cómo dice que bajas del cielo? No tienen fe en Jesús porque no se han dejado atraer hacia Jesús por el Padre.

Yo soy el Pan vivo, y el Pan es mi carne para la vida del mundo. Les dice Jesús. El pan que comió Elías, el maná con que alimentó Dios al Pueblo en el desierto, el pan que multiplicó Jesús y comió la multitud, lo comieron y después murieron. El que come de este Pan ya no morirá, vivirá para siempre. Jesús habla de la fe en Él cono Aquel Enviado por el Padre, El que está junto al Padre, El que ha visto y ve al Padre, El que ha bajado del cielo, el que puede resucitarnos en el último día, darnos la vida eterna, el Pan de Vida.

Jesús habla de la Eucaristía, mucho antes de instituirla.

Valoremos, apreciemos la Eucaristía que celebramos cada domingo. Dispongámonos para comulgar.

¿No vienes a misa? Te pierdes el pan de vida, que no puedes comer de modo virtual, a la distancia. Ven a la mesa, al banquete. Si lo comes te repara como el viático, la vianda para el viaje, eres fortalecido para el viaje y el caminar de la fe y anticipas la vida eterna.

La Eucaristía, Pan de Vida que fortalece, quita el desaliento, anima. La Eucaristía, fiesta, alegría, que quita toda tristeza. 

Pbro. Hernán Quijano Guesalaga

Parroquia Sagrado Corazón, Paraná

12 y 13 de agosto de 2006

Actualizada para el año 2009