XXI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
San Juan 6, 60-69:
Palabras de vida eterna

Autor: Padre Hernán Quijano Guesalaga

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Josué 24, 1-2a. 15-17. 18b; Carta de san Pablo a los cristianos de Éfeso 5, 21-32; Evangelio según san Juan 6, 60-69 

PALABRAS DE VIDA ETERNA

Hemos elegido como título de esta reflexión parte de lo que respondió el Apóstol Simón Pedro a la pregunta de Jesús a los Doce. “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna” (Jn. 6,68).

Con esta respuesta de Simón Pedro, quedando Jesús sólo con unos pocos de los muchos discípulos que lo habían seguido y buscado después del milagro de la multiplicación de los panes. ¿Qué había ocurrido? ¿Qué fue lo que cambió la adhesión del principio de esos muchos que después lo dejaron?

Ya había dicho Jesús que le buscaban no tanto por los signos de los que habían sido testigos sino porque se habían hartado de pan (Jn. 6, 26).

La catequesis del Maestro, que se había presentado ante ellos como el Hijo del Hombre, en quien Dios Padre había puesto su sello, capaz de servirles un alimento perdurable que da la vida eterna (Jn. 6, 27.47-48.50-51), el Enviado del Padre en quien debían creer (Jn. 6, 29.57); que había dicho de Él mismo que era el verdadero pan del cielo que da el Padre, el pan de Dios que baja del cielo y da vida al mundo (Jn. 6, 32-33), el pan de la vida capaz de saciar el hambre y la sed de los que creen en Él (Jn. 6, 35), el pan vivo bajado del cielo (Jn. 6, 51.58), el que los iba a resucitar en el último día (Jn. 6, 44), el que está junto al Padre y ha visto al Padre (Jn. 6, 46), que había hablado de la necesidad de comer su carne y beber su sangre, la carne y la sangre del Hijo del Hombre, verdadera comida y verdadera bebida, para obtener vida eterna y ser resucitado por Él (Jn. 6, 53-55.58), para habitar en Él y Él habitar en el comensal y vivir por Él como Él vive por el Padre (Jn. 6, 56-57), había ido provocando por parte de los judíos preguntas, algunas sinceras (“¿qué tenemos que hacer para trabajar en las obras de Dios?, Jn. 6, 28) otras indagatorias (“¿qué señal haces para que veamos y creamos?...Nuestros padres comieron el maná en el desierto”, Jn. 6, 31), actitudes rectas (“Señor, danos siempre de ese pan”, Jn. 6, 34),  también murmuraciones (Jn. 6, 41.52.60) y finalmente el abandono, la ruptura de un seguimiento de Jesús que había comenzado más o menos bien (Jn. 6, 66).

Hemos venido leyendo y comentando el capítulo 6° del evangelista san Juan desde hace varios domingos. Hemos oído cómo el Señor fue respondiendo a los interrogantes y objeciones que le eran planteados: ¿Cuál es la obra de Dios? Que Uds. crean (Jn. 6, 28-29); nuestros padres comieron el maná…, no fue Moisés quien les dio el pan del cielo, es mi Padre quien les da el verdadero pan del cielo (Jn. 6, 31-33); ¿no es éste el hijo de José, cómo dice que ha bajado del cielo?...nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre, éste es el pan del cielo, quien come de él no muere (Jn. 6, 42-51); ¿cómo puede darnos a comer su carne?, el que come mi carne y bebe mi sangre tendrá vida eterna (Jn. 6, 52-58).

A pesar de eso, muchos de los discípulos dijeron “este discurso es duro, ¿quién podrá escucharlo?” (Jn. 6, 60). Y Jesús, conociendo “por dentro” lo que murmuraban siguió respondiendo a sus objeciones (lo que los escandalizaba) para creer en Él, sin poner en liquidación o rebajar sus enseñanzas por comprar popularidad.

Si esto los escandaliza, más difícil, más “duro” será cuando vean al Hijo del Hombre subir a donde estaba antes (Jn. 61-62). A quienes costaba creer que el que estaba junto al Padre había bajado del cielo, más les costaría creer que este mismo un día volvería junto al Padre, y se refería de esta forma a su Pascua.

Y enseguida el Señor contrapone el Espíritu que da la vida, por un lado, frente a la carne (lo humano), por otro, y relaciona el Espíritu que da la vida con la fe en Él, y asocia la carne a los que no creen y a la traición (Jn. 6, 63-64). Los que lo abandonaron quedan asociados a aquel de los Doce que lo iba a traicionar, a Judas (Jn. 6, 71).

Asimismo, el Espíritu que da la vida, y que lleva a la fe en Jesús, aúna su impulso al del Padre, que es quien lleva a los creyentes hacia Jesús (Jn. 6, 65): “Nadie puede venir a mí si el Padre no se lo concede”. Ya había dicho más atrás Jesús: “Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me envió” (Jn. 6, 44), y también: “quien escucha al Padre y aprende vendrá a mí” (Jn. 6, 45).

La confesión de Simón Pedro, en oposición a la defección de los que renegaron de Jesús aduciendo la dureza de sus palabras, muchos estos, unos pocos los fieles, es inspirada pues por el Espíritu que da vida y por el Padre:

“Señor, ¿quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna”. Donde la expresión palabras de vida eterna se contrapone a la de palabras duras. Y sigue: “Nosotros hemos creído y reconocemos que tú eres el Consagrado de Dios” (Jn. 6, 68-69). Podríamos todavía agregar: Hemos creído todo lo que quienes lo abandonaron se negaron a creer:

Que eres el Hijo del Hombre, en quien Dios Padre ha puesto su sello, capaz de servir un alimento perdurable que da la vida eterna (Jn. 6, 27.47-48.50-51), el Enviado del Padre (Jn. 6, 29.57); el verdadero Pan del Cielo que da el Padre, el Pan de Dios que baja del cielo y da vida al mundo (Jn. 6, 32-33), el Pan de la vida capaz de saciar el hambre y la sed de los que creen en Él (Jn. 6, 35), el Pan Vivo bajado del cielo (Jn. 6, 51.58), el que nos va a resucitar en el último día (Jn. 6, 44), el que está junto al Padre y ha visto al Padre (Jn. 6, 46), de quien hemos de comer su carne y beber su sangre, verdadera comida y verdadera bebida, para obtener vida eterna y ser resucitado por Ti (Jn. 6, 53-55.58), para habitar en Ti y Tu habitar en nosotros, y vivir por Ti como Tú vives por el Padre (Jn. 6, 56-57), el Hijo del Hombre que subió a donde estaba antes (Jn. 61-62), el Santo de Dios (Jn. 6, 69).

Hemos creído que toda la fe cristológica que hemos profesado se concreta y traduce en una fe eucarística. En la Eucaristía estás presente, alimento perdurable que da la vida eterna, verdadero Pan del Cielo, Pan Vivo, Pan de Vida, Pan de Dios que baja del cielo para dar vida al mundo. Comiendo tu carne y bebiendo tu sangre, verdadera comida y verdadera bebida saciamos nuestra hambre y sed. Por la Eucaristía Tú habitas en nosotros y nosotros en Ti. Por ella nos vivificas y nos das una prenda de la resurrección final.

Mientras repasamos las palabras de Jesús nos podemos preguntar también nosotros, ¿son ellas para nosotros palabras duras de escuchar y de cumplir? ¿O son en cambio para nosotros palabras de vida eterna? ¿Estamos entre los muchos que le abandonan o entre los pocos que son fieles?

Dejemos que el Espíritu que da vida nos lleve hacia Jesús, vayamos hacia Él llevados por el Padre. Escuchemos al Padre, que nos conduce hacia Jesús, quitando la aparente dureza de las palabras y haciendo que efectivamente sean para nosotros palabras de vida. Dispongámonos a recibir o acrecentar permanentemente  la fe en Jesús como un don gratuito que nos da el Padre.

Pbro. Hernán Quijano Guesalaga

Parroquia Sagrado Corazón de Jesús y Capilla Policial san Sebastián

Paraná, Argentina

Domingo 23 de agosto de 2009