IV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Mateo 5, 1- 12a: El mundo al revés

Autor: Padre Javier Leoz

 

 

Muy poco espacio hemos tenido entre la Navidad, y la Santa Cuaresma que vamos a comenzar el próximo miércoles con el rito de la imposición de la ceniza, para ponernos en camino o sintonizar con las líneas maestras de Jesús.

1.- Pero, hoy, y para que no se escape nada o, con el fin de que algo quede atado en nuestra vida cristiana, Jesús nos ofrece rápidamente, como el maestro lo hace con su alumno, un resumen magistral y certero de todo su ser, obrar y existir: las bienaventuranzas.

¿Dónde está felicidad? Preguntaba un joven a su padre. El padre, con la mano sobre el hombro de su hijo, le contestaba: tal vez donde ni tú ni yo, nos preocupamos demasiado en buscarla en la dirección adecuada.

El camino de las bienaventuranzas no admite fisuras: o estamos con Jesús o, el mensaje que nos traen, resulta incomprensible a todas luces. ¿Sí o no? Es el interrogante que subyace, espontáneamente desde nuestra fe, cuando uno se acerca al monte de los bienaventurados.

2.- ¿Qué es el monte de los bienaventurados?

--Es el lugar desde el cual se divisa el destino que espera y asombra a los que creen y siguen a Jesús. ¿Lo estamos haciendo? ¿Es nuestra fe solidaria, cercana, convencida?

--Es el pensamiento de Dios expuesto al aire libre. ¡Dichosos! Nos dice el Señor, si para ser felices, nadáis como el salmón (contracorriente). El espíritu de las bienaventuranzas es precisamente ese: donde el mundo se empeña en decir “sí” habrá que decir (de vez en cuando) un “no” o al contrario. Y no porque pretendamos, como cristianos, ser espíritu de contradicción. Lo hacemos porque, vemos que el mundo, no está centrado. Porque corremos el riesgo de embarcarnos en destinos que sólo nos pueden traer malas aventuras con finales inciertos.

3.- .Jesús, nos marca un camino, un sendero que conduce a un horizonte de paz y de cordialidad, de felicidad y de dicha. Las bienaventuranzas nos sorprenden precisamente porque, nos muestran a las claras, el pensamiento más profundo de Dios. Nunca, con tan pocas palabras, se ha dicho tanto para aquellos que queremos vivir una amistad, una fe, una comunión –sincera y comprometida- con Jesús de Nazaret.

¿Subimos a ese monte de bienaventurados? ¿Nos atrevemos? ¿Dejamos al Señor que lea nuestras manos y corazones? ¿Dónde, en qué y en quién los tenemos puestos? ¿No será la fuente de nuestros fracasos, intrigas, ansiedades y malestar social, personal y general, el hecho de que estamos distraídos del camino auténtico que conduce a la prosperidad?

Estamos viviendo un momento único e irrepetible. Es decir; Dios, por pura iniciativa suya, nos ha hecho vivir aquí y ahora. Con nuestras luchas, tropiezos, conquistas, fracasos, debilidades y posibilidades. Es, por lo tanto, la hora de poner nuestra confianza en Dios.

4.- Subir al monte de las bienaventuranzas conlleva no mirar hacia atrás. ¿Desde cuando el mundo llama fuertes a los débiles? ¿Ayuda la sociedad y los medios de comunicación social a tener un corazón limpio y un bolsillo generoso o misericordioso? Ya veis; vivir el espíritu de las bienaventuranzas exige poner nuestros ojos en Dios. Darle un margen de confianza. No dejarnos abatir ni derrotar por aquellas personas, o por aquellos poderes mediáticos o ideologías, que levantan enormes montes y rascacielos de falsas felicidades que de repente, de la noche a la mañana, dejan a cientos y a miles de personas en tremenda soledad, en preguntas sin respuestas, en riquezas que luego resultan ser pobreza.

5.- Comienza la cuaresma, amigos, pero Jesús con este sermón de campanillas, que son las bienaventuranzas, nos pone en alerta; en situación.

Alguien dijo, con cierta razón, que las bienaventuranzas son no lo contrario al mundo, sino “el mundo al revés”.

Apostemos por ellas y, nuestra vida, se convertirá en una sincera y gigantesca sonrisa de felicidad. Que Dios nos ayude.

6.- EL MUNDO AL REVÉS

Quiero ser bienaventurado, Señor,

mirando hacia el cielo,

cuando se me invita solamente

a clavar mis ojos en la tierra, a orientarlos hacia el suelo.

Quiero, Señor, un mundo al revés:

Donde la riqueza, sea tenida como pobreza

Donde la pobreza, sea exaltada como riqueza

Donde aquellos que lloran sean cánticos de gloria

y, donde aquellos que ríen,

sepan que, su alegría, es en poco tiempo nada.

Quiero, Señor, un mundo al revés:

¡Un mundo de bienaventuranzas!

¡Un mundo de felicidad!

¡Un mundo de corazones vacíos de trastos!

¡Un mundo con el corazón lleno de Ti!

 

¿CÓMO LLEGAR A ESE MUNDO AL REVÉS?

Sólo Tú, Señor, tienes el secreto para conseguirlo:

Un mundo que llora, son hombres que aman

Un mundo que sufre, es un mundo que sabe superarse

Un mundo que se abre, es un mundo que no olvida

Un mundo que busca la paz, es un mundo que busca el cielo

Un mundo que es perseguido, es un mundo que no se conforma

Pero ¿estamos hablando del mismo mundo, Señor?

¿De hombres que estén dispuestos a llorar, sufrir

brindarse, ser limpios de corazón, perseguidos o ajusticiados

por causa de tu nombre, Señor?

Por eso, amigo y Señor, porque el mundo no va bien

ayúdanos, con las bienaventuranzas,

a darle la vuelta, a cambiarlo,

y, si hace falta, a ponerlo al revés.

¡Sólo así, seremos bienaventurados!

¡Felices y contentos!