I Domingo de Adviento, Ciclo A

Mateo 24, 37-44: ¿Qué momentos vivimos?

Autor: Padre Javier Leoz

 

 

1.- Si algo necesitamos en este tiempo histórico, y estaremos todos de acuerdo en ello, es un poco de esperanza. Y, mira por donde, el ADVIENTO –bien vivido, celebrado y sensibilizado- nos incita a la espera. A levantar el ánimo y la cabeza. En definitiva, el Adviento, nos recuerda que –aun teniendo los pies en la tierra- hemos de prepararnos a la venida del Señor que viene del cielo.

2.- ¿Qué nos puede ocurrir a la hora de situarnos ante al Adviento?

Primero: que lo vivamos como una repetición y rutinariamente. Sin más trascendencia que unas fiestas, que están por venir, y que pueden resultar agobiantes, machaconas, banales y hasta estériles. Ello nos llevará, no solamente a tener unas almas a la intemperie sino, además, a la cruda realidad de unos bolsillos vacíos. ¿Queremos esta falsa esperanza? Me imagino que no. ¿Queremos una cesta de la compra llena, o un corazón colmado de Dios?

Segundo: podemos entender estas semanas de adviento, como el pregón de unos días en los que, las tradiciones o el folklore, juegan un papel importante en muchos lugares de nuestro orbe cristiano, pero sin más consecuencia u objetivo que el mantener algo que, hace tiempo, que dejó de tener vigencia. El adviento, y no lo olvidemos, tiene un gran calado: prepararnos al acontecimiento del amor de Dios en Belén.

Y tercero: adentrarnos en el Adviento es desear a voz en grito, que Dios baje a la tierra. Es querer una realidad distinta a la que nos toca vivir. Es añorar para nuestro mundo una mano que enderece lo torcido. Es mirar hacia el cielo pidiendo a Dios que se manifieste en medio de nosotros. ¡Este es el momento que tenemos que vivir!

3. Hoy, como en los tiempos de Jesús, la fe, estos tiempos “mesiánicos” en los que vivimos, necesitan gente audaz y despierta. Hay una muchedumbre atontada por el cloroformo de lo inmediato; por la anestesia de la apariencia, del “san comercio”, del “san consumo” o del “san bebercio”. ¿Dónde estamos nosotros? ¿Cómo nos vamos a preparar a la llegada del Señor?

Pronto, los Obispos y algunos medios de comunicación social (estos últimos muy interesados por cierto) nos recordarán que las Navidades están secularizadas; que la gente vive esos días con puro afán consumista; que hemos perdido el sentido más profundo y genuino de la Navidad.

¡No señor! Aún siendo en parte verdad, no seamos tan pesimistas. Hay muchísima gente; miles de familias, millones de hombres y de mujeres –en España y en el mundo entero- que son personas con esperanza. Que apetecen encontrarse a Jesús en el camino de sus vidas. Mejor dicho: el encontrarse con Cristo ha sido la mejor noticia y el mejor regalo de toda su existencia.

Por ello, aunque no nos falten preocupaciones; aunque asome el maligno en forma de tentación y de abandono; aunque la fe –en algunos hermanos nuestros haya perdido vigor- nosotros estamos llamados a vivir este momento de fe y de gracia, de espera y de oración, de vigilancia y de despertar.

4.- Estamos en Adviento, amigos, y hay que recobrar el ánimo perdido. Un cristiano sin esperanza es como una habitación sin luz; como un paisaje sin horizonte; como un cielo sin estrellas. Como una Navidad, con mucha luz, pero artificial. Y, esto, no es poesía. ¡Es que es verdad!

El presente que vivimos necesita de rostros iluminados por la alegría de creer. ¡Más vale un cristiano contento que mil indicaciones para que la gente se acerque al Señor! ¡Más vale un cristiano aventurero, entusiasta y buscador de Dios que un cúmulo de preceptos que, de entrada, serán más obstáculo que trampolín para zambullirse en el corazón de Cristo!

Bueno, y acabo. ¡Dios viene! Y, eso, es lo sustancial. Pongamos en la mesilla de nuestra casa el “despertador”. Que cuando venga, nos encuentre preparados.

5.- ¡Dios viene! Que nos encuentre, por lo menos, esperándole, evocándole y –sobre todo- dando testimonio de su presencia.

¡Ah, y se me olvidaba! Hagamos ambiente cristiano allá donde estemos. Que, me parece a mí, estamos muy dormidos para las cosas de Dios y demasiado ávidos para con las cosas del mundo.

¡Qué momento! ¡Pero que momento nos espera por vivir! ¡Dios viene…y además pequeño! ¿Queremos vivirlo así?

6.- QUIERO ESTAR EN VELA, SEÑOR

Preparado para que, cuando Tú llames, yo te abra

Despierto para que, cuando Tú te acerques, te deje entrar

Alegre para que, cuando Tú te presentes, veas mi alegría

 

QUIERO ESTAR EN VELA, SEÑOR

Que, el tiempo en el que vivo, no me impida ver el futuro

Que, mis sueños humanos, no eclipsen los divinos

Que, las cosas efímeras, no se antepongan sobre las definitivas

 

QUIERO ESTAR EN VELA, SEÑOR

Y que, cuando nazcas, yo pueda velarte

Para que, cuando vengas, salga a recibirte

Y que, cuando llores, yo te pueda arrullar

 

QUIERO ESTAR EN VELA, SEÑOR

Para que, la violencia, de lugar a la paz

Para que los enemigos se den la mano

Para que la oscuridad sea vencida por la luz

Para que el cielo se abra sobre la tierra

 

QUIERO ESTAR EN VELA, SEÑOR

Porque el mundo necesita ánimo y levantar su cabeza

Porque el mundo, sin Ti, está cada vez más frío

Porque el mundo, sin Ti, es un caos sin esperanza

Porque el mundo, sin Ti, vive y camina desorientado

 

QUIERO ESTAR EN VELA, SEÑOR

Prepara mi vida personal: que sea la tierra donde crezcas

Trabaja mi corazón: que sea la cuna donde nazcas

Ilumina mis caminos: para que pueda ir por ellos y encontrarte

Dame fuerza: para que pueda ofrecer al mundo lo que tú me das

 

QUIERO ESTAR, EN VELA, SEÑOR

Entre otras cosas porque, tu Nacimiento,

será la mejor noticia de la Noche Santa

que se hará madrugada de amor inmenso en Belén.

¡VEN, SEÑOR!


2 de diciembre de 2007