II Domingo de Adviento, Ciclo A

Mateo 3, 1-12: ¡Un cambio Señor!

Autor: Padre Javier Leoz

 

 

1.- Seguimos marchando hacia la Navidad. Se revela el Señor, y ante su venida, no podemos permanecer indiferentes. Que no nos ocurra como a aquel peregrino que, sentado a la sombra de una marquesina del autobús, olvidó en casa lo más imprescindible para el viaje: el bastón, la mochila y un sobre importantísimo que debía entregar al final de su periplo. Llegó el autobús, y aquel hombre no estaba en condiciones para subir en él. Pasó de largo y, cuenta la leyenda, que lloró amargamente su descuido.

Habla Juan, en este segundo domingo de adviento, y predica porque, a muchos de nosotros, puede que nos encuentre debajo de nuestro cómodo templete o dispuestos a iniciar una marcha hacia la Navidad sin saber, previamente, cómo la hemos de encarar. O tal vez estamos sin convertirnos y sin demasiadas ganas de conversión. ¿Conversión? Se pueden preguntar algunos. Nos podemos preguntar algunos.

Siempre me llama la atención, con motivo de las próximas navidades, el hecho de que nuestras celebraciones penitenciales no sean tan extraordinarias (en cuanto a número) como, por ejemplo, las de Semana Santa. Como si, el nacimiento de un niño en una familia, no fuese motivo más que suficiente para limpiar de arriba abajo todas las habitaciones y rincones de la casa.

2.- La llegada de Dios a nuestro mundo merece un esfuerzo por parte nuestra: cambio y a mejor. Pero ¡ojo! El fin del Bautista no es solamente invitarnos a volver al Señor con un aire renovado. El objetivo de Juan es hacernos entender y sensibilizarnos sobre una gran verdad: EL SEÑOR ESTA CERCA.

+Tan próximo que, nuestra forma de pensar, ha de ser honesta y equilibrada

+Tan cercano que, nuestro proyecto gastronómico para las navidades, ha de ir en consonancia con la sobriedad y no con el afán consumista

+Tan al alcance de nuestra mano que, una transformación interior y exterior de cada uno de nosotros, no estaría nada mal ¡pero que nada mal! , ante el acontecimiento salvador en Belén.

¿Intentamos convertirnos? ¿Lo hacemos por el Señor? ¿Qué cobijos de nuestro ser no son agradables para el Señor?

Al principio, os decía lo del viajante que, por no estar preparado no pudo acceder al vehículo. Lo que no os he comentado es que, el resto de los viajeros, también se quedaron extrañados –amén de no llevar equipaje alguno- por la apariencia tan abandonada que presentaba.

3.- ¡Viene el Señor! Es el grito del Bautista. Vamos a envolvernos con un traje de fiesta. Si el Señor sale a nuestro encuentro, además de estar provistos con el equipaje de la oración, de la alegría, del amor, del silencio, de la caridad o del perdón, nos tiene que encontrar dispuestos a un pequeño o a un gran cambio en nuestra vida.

Dicen que, las Navidades, ablandan el corazón y también los bolsillos. ¡Qué bueno sería que, por lo menos, se suavizasen un poco nuestras mentes! ¡Qué gran regalo sería que, las navidades, nos acercasen más los unos a los otros! ¡Qué gran don que, los próximos días, significasen para nosotros una buena dosis de renovación espiritual!

Hay personas que sueltan aquello de: “para ser bueno no hace falta ir a misa”. Pero, si el tema no es ese. La gravedad del asunto es que ya no sabemos lo qué es pecado y qué no lo es. Nos cuesta hasta interpelarnos en qué y por qué hemos de cambiar. Nos hemos cortado una fe, y hasta un Dios, tan a nuestra medida que somos capaces de autojustificarnos y de buscar mil argumentos para concluir que, lo importante es ser bueno, cuando resulta que luego vemos que no lo somos tanto.

4.- ¿Conversión? ¡Claro que sí! En estos días se nos convocará al Sacramento de la Penitencia. Va a nacer Jesús: ¿acaso no se merece nuestro corazón limpio? Va a nacer Dios; ¿acaso no le hemos de brindar una vida más límpida o aseada, espiritual y físicamente hablando?

Si algo tiene el Adviento es su intención de acondicionar nuestras personas como si de esponjas se trataran. Dejemos que el Espíritu actúe en nosotros. No seamos arrogantes. No nos creamos los mejores. No concluyamos que, para la Navidad, todo es necesario menos estar en paz con Dios y con los hermanos. ¿Conversión? ¡Claro que si! España y otros países, para estar a la altura del resto de hermanos de Europa, tuvieron que modificar muchas cosas en su funcionamiento interno (unas para bien y otras para mal) porque sino perdían el tren de la historia (o eso decían).

Que no nos ocurra a nosotros algo parecido. Juan, ante la llegada del Señor, no nos pide conversión industrial, sino conversión personal; conversión comunitaria. Pues vamos a darles ese gusto: A Dios. A Jesús que viene. Al Espíritu que sopla y a la Iglesia que quiere que disfrutemos y nos beneficiemos con el Nacimiento de Cristo.

5.- ¡GRITA, JUAN, PORQUE ESTAMOS SORDOS!

Porque nuestra vida es un desierto,

y las dunas de dificultades nos impiden ver al que viene

Porque, pensamos que lo tenemos todo,

cuando resulta, que en definitiva, no tenemos nada

 

¡GRITA, JUAN, ESTAMOS SORDOS!

Decimos tener y vivir cerca de Dios,

cuando, resulta, que somos nosotros los que estamos lejos

Porque creemos que todo está preparado,

cuando nos falta mucho para que el Señor no nos coja desprevenidos

 

¡GRITA, JUAN, ESTAMOS SORDOS!

Porque vestimos a la última moda,

cuando tú eras feliz y grande en piel de camello

Porque nos cuesta ajustar la cintura

cuando se trata de dar capricho y decoro al cuerpo

 

¡GRITA, JUAN, ESTAMOS SORDOS!

Porque, los caminos por los que pretendemos que venga el Niño,

están llenos de agujeros y de las pequeñas trampas de cada día

Porque los senderos, por los que pensamos que vendrá el Señor,

son atajos que hemos escogido para vivir placidamente

 

¡GRITA, JUAN, ESTAMOS SORDOS!

Mira nuestra forma de vivir; ¿es tan buena como decimos ser?

Escucha nuestras voces; ¿son sonidos de paz o de guerra?

Escudriña nuestros corazones; ¿desean a Dios ..o lo olvidan?

Sube al árbol de nuestra existencia: ¿da fruto o quedó estéril?

 

¡GRITA, JUAN, ESTAMOS SORDOS!

Porque decimos ser buenos, y nos creemos los mejores

Porque viene el Niño, y no se encontrará una cuna digna

Porque viene Dios, y dará con muchas puertas cerradas

Porque nace el AMOR, y tendrá que luchar ante muchos odios

 

¡GRITA, JUAN, ESTAMOS SORDOS!

Y, si ves torcidos nuestros pensamientos, caminos,

deseos, sentimientos, manos y pies, miradas y conocimiento

haz que salgamos, totalmente cambiados,

al encuentro del Señor que viene para dar esperanza a la tierra.

Amén.


9 de diciembre de 2007