II Domingo de Adviento, Ciclo A

Mateo 3, 1-12: Una voz grita en el desierto

Autor: Padre Javier Leoz

 

 

1.- Preparar el camino al Señor no es nada nuevo pero cuesta para quien se toma en serio la venida de Jesús. Juan Bautista fue uno de esos hombres que se preocupó de ir echando buen firme para que el Señor entrase mejor en los corazones de sus contemporáneos. Es como aquel pregonero que, al inicio de nuestras cabalgatas de reyes, anuncia previamente lo mucho y bueno que viene detrás. El anunciador no es ni el mensaje ni el regalo pero -el pregonero- anima, despierta, mantiene en vilo, ayuda a desear y gustar lo que está por venir.

Hoy Juan Bautista es ese “heraldo” que nos invita:

-A valorar como insignificantes tantas cosas que obstaculizan y ensombrecen la llegada de Jesús.

-A rellenar esos grandes agujeros, que son nuestras vidas vacías, con la oración y la expectación (no el derroche) que produce la próxima Navidad.

-A la restauración no tanto de puentes entre orillas cuanto a ser puentes entre nosotros y Dios cultivando la esperanza.

-Juan nos anima no al parcheado superficial de caminos y sí al nivelado y a la sensibilización de nuestros corazones que es donde sentimos que Dios nace de verdad.

3.- Para que el Nacimiento de Cristo sea un futuro que viene es preciso invertir, en estas próximas semanas; tiempo, espacios, creatividad, entusiasmo y oración para poner a punto nuestro interior. No podrá nacer el Señor si andamos confundidos en mil direcciones o perdidos en mil revueltas y espesuras que nos alejan de El. Que no nos ocurra como aquel escalador al que después de alcanzar la cima de una gran cumbre le preguntaron: “¿Cómo es la montaña?”. Y respondió: “no lo sé; en todo momento miré hacia abajo”.La navidad será navidad si la llenamos de la dulzura de Dios y sino…serán otros tantos días más que nos dejarán desmotivados y decepcionados. Es cuestión de que nos dejemos robar, en medio de tanta preparación superflua, aquella otra que nos hace sensibles y receptivos al auténtico Misterio que se avecina.

Todo esto lo analiza Juan Bautista y, como buen pregonero de Dios, nos invita a una reforma auténtica en los caminos de nuestras propias vidas para que el Señor entre sin dificultades por ellos.

4.- Juan se retiró a un desierto como medida de encuentro y reflexiva. Nosotros no necesitamos ir tan lejos:

-Una iglesia abierta, que nos viene de camino, es un oasis en el estío

-Una Biblia abierta y leída por la noche es un Juan que de nuevo nos alerta

-La misa diaria en este tiempo de adviento nos prepara (estamos en el año de la eucaristía)

-Una ofrenda oportunamente y racionalmente entregada nos hace solidarios

-Un paseo con una oración de fondo nos empuja a la contemplación

Estos caminos pueden ser, perfectamente, cinco pequeños desiertos que nos ayuden al embellecimiento interno ante la llegada de Jesús en Navidad.

Lo demás (luces, dulces, licores y estrellas) serán un simple pulido de superficie pero sin mayor consistencia ni trascendencia que las secuelas que dejan.

5.- Hoy, Juan Bautista, nos interpela; ¿En qué tenemos que cambiar para que la llegada del Señor sea una feliz realidad? ¿Qué es lo que necesitamos para ese cambio?

Preparar el camino al Señor implica saber dónde fallamos y buscar los medios necesarios para acondicionarlo. Y uno de los grandes fallos, entre los muchos que podemos tener, es que el cristiano de hoy se ha habituado a ser cristiano pero no a preparar como si fuese la primera vez la venida de Jesús en Belén.

El adviento es un buen contra-ataque para hacer frente a ese virus.

5 de diciembre de 2004