II Domingo de Cuaresma, Ciclo A.

San Mateo 17, 1-9: La fe no es merengue

Autor: Padre Javier Leoz

 

 

1.- El domingo pasado, si recordáis, hablábamos de que la CUARESMA interviene sobre todo para removernos por dentro (convertirnos) con el objetivo de que lleguemos a la Pascua del Señor con las cosas más o menos claras en lo que conlleva la vida de un cristiano.

Uno, cuando lee y escucha atentamente el relato de la transfiguración del Señor, no puede menos que correr el riesgo de situarse al lado de Pedro: la fe merengue y dulce. ¿Morir tú, Señor? ¿Resucitar? ¿De qué nos hablas? ¿Qué dices?

El Señor les había llamado, como con nosotros lo hizo en el día del Bautismo, pero no les había advertido de la crudeza y riesgos de ser sus amigos. De que les habrían de señalar por seguir su causa o que, incluso, serían tomados por locos al pretender instaurar un reino de Dios con unos esquemas tan sencillos y tan llanos como aquellos que les proponía el nazareno.

Pero también es verdad que, los creyentes, necesitamos de estos revulsivos del monte Tabor para seguir adelante. Aquello de “Señor; qué bien se está aquí” lo vivimos de muchas maneras y en muchos momentos cuando (a solas o en comunidad) nos hacemos los encontradizos y cercanos a Jesús.

2.- Ciertamente, y sobre todo en estos tiempos donde a veces se mira a la iglesia con recelo (como se miró a Jesús en su tiempo), y donde cuesta asumir un estilo de vida marcado por el compás del evangelio necesitamos de una experiencia de Dios que nos clarifique y nos fortalezca en la fe para seguir adelante. Lo malo no son las dificultades, ni las zancadillas o aguijonazos que sentimos constantemente para caminar como creyentes ni, tan siquiera, la indiferencia con la que otras veces topamos para llevar la Buena Noticia a nuestros ambientes. Lo negativo y, lo más peligroso, es quedarnos en “lo nuestro y con los nuestros”. En subirnos a la azotea de la comodidad, quedarnos en la altura y resistirnos a bajar al llano que es donde está la cruz y el yunque donde se acrisola nuestra fe.

La cuaresma, por ello mismo nos invita a contemplar ese Jesús iluminado por Dios para que, cuando lleguen las dificultades, comprendamos que la acidez es algo que camina en paralelo a la dulzura aparente del mensaje cristiano.

¡No tengamos miedo! Si el Señor lo dice, nosotros intentaremos romper silencios y vacíos, prejuicios y temores para saber que toda resurrección implica un poco de pasión.

Que la Eucaristía, que celebramos en este segundo domingo de Cuaresma, sea un sentirnos en el Monte Tabor y escuchar como aquella vez: “Este es mi Hijo, mi amado, escuchadle”

3.- ¡Hagamos miles de tiendas,Señor!

-Una tienda cuyo techo sea el cielo que nos habla de tu presencia Señor.

-Una tienda, sin puerta de entrada ni salida, para que siempre nos encuentres en vela, despiertos y contemplando tu rostro.

-Una tienda en la que todos aprendamos que la CRUZ es condición necesaria e insoslayable en la fidelidad cristiana.

-Una tienda que nos ayude a entender que aquí todos somos nómadas. Que no importa tanto el estar instalados cuanto estar siempre cayendo en la cuenta de que todo es fugaz y pasajero.

-Una tienda, Señor, que nos proteja de las inclemencias de los fracasos ytumbos de nuestra vida cristiana.

-Una tienda, Señor, que nos ayude a ESCUCHAR tu voz en el silencio del desierto.

-Una tienda, Señor, por la que a través de su ventana contemplemos para salir rápidos los avatares del mundo

-Una tienda, Señor, donde cuando amanezca escuchemos la voz de Dios que nos llama al trabajo, al llano, al compromiso activo y sufrido por tu reino.

-Una tienda, Señor, donde permanentemente sintamos cómo se tambalea su débil estructura al soplo de tu voz: “Tú eres mi Hijo amado”.

                 20 de febrero de 2005